Los manoseadores oficiales del lenguaje dicen que el asunto
de las pensiones es un problema transversal. Siendo cierto que nos atraviesa, en
ocasiones de forma dolorosa, yo afirmaría que es un problema universal: nos
afecta a todos. Los que ya son pensionistas, por razones obvias; están
padeciendo en su propia economía una pérdida galopante de poder adquisitivo
que, lejos de mejorar, tiene un futuro negro con tendencia a oscurecerse. Los
que andamos ya en fila para incorporarnos a ese noble colectivo, sabemos que
muy mal se tiene que dar la cosa para que no la percibamos pero, eso sí, no
tenemos ni idea de cuál será su cuantía pero sospechamos que baja con tendencia
a mísera. Ahora bien, quienes están ahora en la treintena, ni siquiera tienen
claro si van a poder cobrar pensión tal cual la conocemos hoy y, corregidme,
por favor, tampoco muestran demasiado interés en algo que puede suceder dentro
de unos eternos treinta y tantos años; estar en esa edad en que lo sabes todo
es lo que tiene.
Desde las cúpulas financieras llevan martilleándonos décadas
con la conveniencia de suscribir planes privados de pensiones. Mi meditada
opinión al respecto, tras valorar concienzudamente todos los datos que he sido
capaz de recopilar, es la siguiente: ¡Y
una mierda! El día que trascienda la ingente cantidad de dinero que se ha “perdido”
por el sumidero de los Planes Privados de Pensiones, el rescate bancario va a
quedar, mal comparado, con la paga de los domingos que le das a tu sobrino de
ocho años. Estaríamos especulando con unas pérdidas de diez cifras.
Pero ¿cuál es el problema real? Se habla mucho del criterio
de revalorización, si es en base al IPC o a otros conceptos estadísticos, puros
o combinados. Se habla también, aunque algo menos, del “factor de
sostenibilidad” introducido por el PP para justificar un tajo brutal del 20 %
como mínimo, en función de la esperanza de vida proyectada para el momento de
la jubilación, se habla de muchas cosas pero no se menciona ni con susurros lo
más importante: El actual Sistema
Público de Pensiones es insostenible. Y ahí, con una calculadora en la mano,
no hay debate posible, es un sistema
piramidal que funcionó razonablemente bien en momentos de una demografía
que permitía una amplia base productiva que, al menos, quintuplicaba a los
perceptores de pensiones; además, existían unas cotizaciones suficientes que
hoy son impensables con la universalización de los trabajos basura, con la
precariedad como principal criterio y un nuevo concepto de esclavitud en el
horizonte.
¿Somos un país aislado del mundo? ¿este problema no se ha
dado en ninguna parte? Y si ha sucedido ¿cómo lo han resuelto? Con un modelo
mixto que mantiene como principal fuente de financiación las cotizaciones pero
que une otras no empleadas hasta ahora en España. En este sentido nos
encontramos dos “escuelas de pensamiento”: la que se refuerza con impuestos a
las operaciones financieras mediante un pequeño porcentaje, casi imperceptible
individualmente, pero que en conjunto suma una cifra más que suficiente para
aliviar el déficit actual; y el otro modelo en el que cada cotizante va
reforzando su hucha particular, con otra de índole privada participada por la empresa,
con importante exenciones fiscales y garantizada por una banca cuyo concepto de
la ética es desconocido por estos lares donde prima el latrocinio y el expolio.
Existe también una tercera, aplicada en Dinamarca o Suiza, que fija por ley una
pensión mínima para toda la población, financiada mediante impuestos, que será
complementada en función de las retribuciones percibidas durante la vida
laboral que es donde entran en juego las cotizaciones.
Yo, particularmente, prefiero el primer modelo, que se
aplica con éxito en Francia donde existen multitud de pensiones de todo tipo,
con una cuantía muy superior a las españolas y lo resuelve con suficiencia. Es
cierto que ahora están empezando a estudiar alternativas para cuando el modelo
flaquee dentro de 20 años, pero los franceses son gente seria y poco dada a
nuestra natural improvisación; seguro que dan con la solución en un plazo
razonable. La tercera tampoco me desagrada pero tiene el hándicap de necesitar
elevados impuestos y, aunque en España estamos 8 puntos por debajo de la media
impositiva europea, produce cierta alergia; ahora bien, conociendo la
fiabilidad más que discutible de nuestros bancos, de la segunda habría que huir
despavoridos antes que nos descubramos en medio de la calle con una mano
delante y otra detrás cubriendo torpemente nuestras vergüenzas.
Mientras tanto, podemos seguir agotando las fuerzas en
pelear con uñas y dientes dos décimas arriba o abajo que, ojo, me parece que
hay que hacerlo, pero no nos distraigamos del auténtico objetivo que debe
movernos TODOS: el establecimiento de un nuevo Sistema Público de Pensiones con
criterios de sostenibilidad, solidaridad y visión de futuro. Lo demás es pan
para hoy y miseria para mañana.
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