La sintonía del programa venía ilustrada por de una sucesión de imágenes
grandilocuentes jalonadas de premios, reconocimientos y sonrisas. El moderador,
un ente de energía pura, saludó a la audiencia y les dio la bienvenida a una
edición más de su programa favorito: “Imprescindibles”.
Cuando se abrió el turno de palabras, el fuego levantó la
mano con insistencia como el niño empollón que se sabe todas las respuestas del
libro. El moderador trazó un leve movimiento de cabeza que abarcó toda la mesa
y, viendo que no había más peticiones, apuntó con el bolígrafo-batuta a la
llama, que bailaba inquieta sobre su sillón ignífugo.
“Llevo miles de millones de años sobre la tierra y nadie ha
demostrado ser mejor que yo” arrancó su discurso flamígero con voz firme y decidida.
Continuó “caliento lo que está frío, cocino lo que está crudo, mato lo que está
vivo y doy calidez vital a lo que murió. A ver quién puede decir lo mismo”.
La electricidad, que le dirigía una mirada entre atenta y
socarrona, se vio en la obligación de lanzar una centella de atención, casi en defensa propia,
y el moderador, que esperaba esa reacción, atendió su demanda al
instante.
“Esa sí que es buena. A ver, abuelo, que parece que te falla
la memoria y que, si no estuvieras tan ocupado en presumir de méritos que no tienes, recordarías que el primer
fuego sobre la tierra surgió como consecuencia de un rayo ¡UN RAYO! y los rayos
son electricidad en estado puro; todo lo demás son devaneos de un actor
secundario con ínfulas de estrellita”.
Limpiándose como podía los cristales de las gafas para poder
ver algo, el moderador dio paso al agua antes que terminara de poner todo
perdido de salpicones inquietos.
“¿Nadie se acuerda ya que en mi seno se creó la vida, allí
se desarrolló y diversificó en el origen de todas las especies? ¿Nadie tiene en
cuenta que, si yo quiero, apago el fuego o conduzco la electricidad, o no? ¿Se
os ha olvidado que tuve que cubrir completamente la tierra para que un paraje
inhóspito se convirtiera en el paraíso que fue después? En serio, es triste que
solo reparéis en mi existencia cuando falto…”
“Estos tres son un quiero y no puedo” Dijo la Tierra
recostándose en el respaldo de su sillón “Parece mentira que la una, la otra y
el de más allá no sepan a quién le deben todo lo que son, por qué están aquí y
la tarea que les he encomendado a cada uno. Estoy un poco harta de protagonismos vacíos y postureos de
salón y me parecéis un poquito osados tirando a suicidas ¿Sabéis de lo que soy
capaz y seguís tocándome las narices? Vais a conseguir que me cabree y
entonces…”
Sin mediar un mínimo gesto, la cámara enfocó al individuo
que estaba en el otro extremo de la mesa, él solo susurró.
“Soy el cocinero que domina el fuego, el bombero que lo
extingue, el electricista que usa la energía en nuestro beneficio, el ingeniero
que convierte el agua y la tierra en aliados y sirvientes dóciles, el
científico que explora vuestras potencialidades y el informático que prevé
vuestras reacciones, sin mí no sois nadie, porque…”.
Ante las cámaras, décimas de segundo después, el hombre
había desaparecido fulminado, calcinados sus restos, disueltos y enterrados. El
moderador, con sonrisa meliflua, dio paso a publicidad.
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