sábado, 23 de mayo de 2015

Jornada de Reflexión


Partamos de una base, el acto de reflexionar, por sí mismo, no es malo; es más, debería acompañarnos en todas las circunstancias de la vida.  Sin embargo, se me antoja una desafortunada ironía pedir reflexión, en materia electoral, a una persona que lleva cuatro años sin poder trabajar, sin disponer de los recursos necesarios para alimentar adecuadamente a su familia, sin dinero para pagar la vivienda donde se refugia ni los gastos que acarrea, abochornada por depender de la generosidad de sus familiares o amigos más cercanos para vestirse, inmersa en la trampa de la ausencia de unos servicios sociales reducidos a la mínima expresión o soportando, a duras penas, el desembolso que acompaña la educación, la sanidad y otros servicios que deberían ser sufragados por los impuestos que pagamos (casi)todos.

Pedir reflexión parece una broma de mal gusto tras ver, a todas horas, la cara de quienes nos han exigido y obligado a un brutal sacrificio, mientras vamos conociendo como se han enriquecido, robando a manos llenas, sin una mínima muestra de humanidad.  Esas mismas caras que nos decían, con tono engolado alicatado de falsa solemnidad, que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades, cuando eran ellos mismos quienes estaban vaciando las arcas del Estado causando un agujero a nuestros derechos de cientos de miles de millones de euros.

Pedir 24 horas de reflexión a unos jóvenes que han debido abandonar todo lo que conocen, emigrar al extranjero en busca de un horizonte vital que aquí se les ha negado y comprobar, aumentando exponencialmente su indignación, que se les impide votar mediante sucias artimañas de leguleyo de medio pelo; supone vivir instalado en el escenario donde se desarrolla una tragedia de incierto desenlace.

Los ciudadanos que vivimos de nuestro trabajo debemos pararnos a reflexionar sobre los derechos laborales que tuvimos y la situación de neoesclavitud a que nos han conducido, con sueldos de miseria, jornadas interminables, el chantaje permanente de un despido o contratos fugaces, a la vez que la patronal aumenta sus beneficios con obscenidad y alevosía, recogiendo los frutos de una Reforma Laboral dictada al oído de un Gobierno dócil y sumiso al poder económico.

Reflexionemos, pues, sobre la tercera parte del Producto Interior Bruto que se ha llevado la Banca sin que se sepa dónde ni a qué bolsillos ha ido a parar ese dineral.  Como contrapartida, sí sabemos a ciencia cierta que esa burrada financiera no ha tenido consecuencias para ellos y sí para nosotros, contribuyentes humillados, que, si no lo remediamos, no lo volveremos a ver el fruto de nuestro esfuerzo.

Reflexionemos pero bajito, porque reflexionar en voz alta puede suponer una multa descomunal acompañada, en ocasiones, de una privación de libertad incomprensible por el único hecho de manifestar una opinión o protestar contra la injusticia que nos rodea.

De acuerdo, acepto la reflexión como un ejercicio necesario pero, en el caso que nos ocupa, 24 horas son demasiadas.  Unos pocos minutos nos bastarán para confirmar que NO, NUNCA, JAMÁS, EN NINGÚN CASO Y EN NINGUNA CIRCUNSTANCIA DEBEMOS VOTAR A LA DERECHA, en ninguna de sus marcas electorales, que son lo mismo:  Ratas portadoras de terribles enfermedades sociales, todas alimentadas con la misma leche, la de la Rata Madre que anida en lujosos palacios de las Élites Financieras.  Eso sí, VOTEMOS.






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