Hace no demasiado tiempo, eran ilegales las reuniones con
interés político, también lo eran las asociaciones con esos fines y, a los
partidos políticos, mejor ni nombrarlos.
No hace muchos años que era ilegal que una mujer trabajase
si estaba casada, vivir juntos sin haber pasado por la iglesia estaba penado
por la ley, el divorcio no existía y el aborto, hasta prácticamente ayer,
castigado con penas de prisión.
Cuando yo era niño, votar solo estaba permitido en “entornos
controlados” que garantizaban una victoria segura para el convocante y,
cualquier iniciativa que se saliera de ahí, conllevaba un paseo turístico por
los sótanos de la Dirección General de Seguridad, donde te encontrabas con
discrepantes del régimen, homosexuales apaleados y demás lumpen merecedor de un
severo correctivo antes de ir unos añitos al “rincón de pensar” situado en la
Cárcel de Carabanchel.
Todo eso y mucho más era ilegal… hasta que cambiaron las
leyes.
Poner todo el peso del argumento contra el seudoreferéndum
catalán en que es ilegal es despreciar un amplísimo abanico de motivos lógicos,
razones meditadas y opiniones bien construidas que contraponer a los que el
independentismo catalán coloca sobre la mesa. Que unas y otras ideas se enfrenten
en el territorio dialéctico en igualdad de condiciones y, después, diriman su
vigencia en la urnas, con todas las garantías que un Estado puede y debe poner,
tiene un nombre: Democracia.
Todo lo demás es jugar con los sentimientos de la ciudadanía,
de uno y otro signo, apelar a las vísceras en lugar de a su cabeza, tirar de
motivos cerriles con los ojos cerrados y desembocar en un enfrentamiento
deseado por quienes están a la cabeza de los unos y de los otros, llevando como
rehenes involuntarios a todos los demás en un juego de intereses bastardos e
inconfesables por ambas partes. Me niego a hacerles el juego.
No estaría a favor de que Cataluña se independizase por
muchos motivos pero sí, y lo llevo pidiendo con mi minúsculo hilillo de voz
desde hace 8 años, que se celebrara un referéndum legal y garantista en
Cataluña donde el pueblo catalán manifestase libremente su parecer, con el
compromiso asumido por ambas partes de respetar y acatar el resultado que se allí
produjese.
Alegar que es ilegal es reconocer que no saben hacerlo mejor
y, lo más chocante, es que lo hace gente que pertenece a algún partido
político, mujeres casadas que trabajan, personas que, alguna vez se han
divorciado o abortado, que han exigido votar y, en algunos casos, han sido
duramente reprimidos por su condición sexual.
Si expresar estas ideas es ser equidistante, lo reconozco,
SOY EQUIDISTANTE.
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