Nada aparece en su forma pura, sin contaminación que
distorsione su esencia, su silencio. Todo viene envuelto como para regalo, pero
es un regalo envenenado de sonidos inconexos, de ruido que aturde los sentidos
y engaña al simple, al crédulo y al inocente. Amo el silencio.
Los silencios son de todos los colores y, no te dejes
engañar, no se trata de la ausencia de sonidos, rumores o estruendos; tiene su
propia personalidad y puede ser tu amigo… o no.
Abrazamos silencios blancos, deseados como un hijo e
inocentes y felices como su niñez; deslumbran en su sencillez y te transportan
a algo muy cercano a la plenitud.
Hay silencios negros, espesos y viscosos que todo lo
impregnan de desazón y dolor crueles y agobiantes, son los silencios de los tanatorios
cerrados por las noches y no hay remedio que aligere su pesada carga.
Tenemos silencios verdes, evocadores y sugerentes de paseo
por un bosque al amanecer, los aromas presagian la explosión de naturaleza que
se producirá en instantes y la esperas con agrado.
Los silencios azules nos transportan a otros mundos, son
silencios de cielo e inmensidad submarina, de relajación absoluta que, sin
saber cómo, te devuelve al inicio de todo en el seno materno; rodeado y
protegido en paz.
Es un placer toparte con silencios amarillos de dudas que
devienen en curiosidad insaciable, de esa paciencia inopinada que emana de la
sabiduría y no necesita aspavientos y ni ropajes para mostrarse como es,
limpia.
Quién no ha experimentado los silencios rojos, los momentos
apasionados que ponen pimienta a la vida, la ensoñaciones enamoradas de un
insomnio turbado o la rabia incontenida ante la injusticia que no se puede ni
debe permitir. Es un silencio que duele pero no importa.
Por el contrario padecemos silencios marrones, lentos y
turbios. Acompañan inseparables a la decepción que oscurece el ambiente, lo
ensucia y emponzoña hasta crear una atmósfera que nos aplasta y no podemos
escapar.
Hay, por fin,
silencios paradójicos, que suman todas las emociones humanas y añaden
algunas aún por inventar, son el arco iris de los silencios y, sin embargo o
gracias a ello, suenan, fascinan el espíritu y sumergen los sentidos; su suma
afortunada es la Música y no podíamos vivir sin su discreta, valiosa e
imprescindible existencia. Gracias.
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