Vaya por delante que Gaspar Llamazares nunca me pareció el
mejor líder que podía tener Izquierda Unida, no obstante, uno no está afiliado
a un partido político por la mayor o menor afinidad hacia quien lo encabece en
cada momento (se han dado casos), sino por identificación con el proyecto
político que representa. Mis 29 años de militancia en IU, desde su fundación
hasta su final, aún no oficializado, han respondido a ese criterio y, con mayor
o menor acierto, siempre he estado a disposición de la organización para lo que
considerase oportuno encomendarme.
También debo reconocer que vi con buenos ojos la
incorporación de Alberto Garzón a la dirección de IU y su meteórico ascenso
desde las filas del 15M malagueño hasta el Congreso de los Diputados. Lo
entendí como un acierto de un buen hombre a quien admiro y me duele que se le
haya tratado tan injustamente, me refiero a Cayo Lara e, insisto, aunque el
tiempo ha demostrado después que nos engañó a todos, Alberto Garzón pareció ser
una figura valiosa que reforzara las filas de IU.
Este semana, Gaspar Llamazares, en compañía de otro Garzón,
en este caso, Baltasar, y el compañero de Leganés, Rubén Bejarano, han
presentado un nuevo partido que, imagino, nace con la noble intención de
transformar la sociedad desde la óptica socialista a favor de los más
desfavorecidos; Actúa, creo que se llama, y Garzón, esta vez, Alberto, se ha
descolgado con un cariñoso artículo en Diario.es, dando la bienvenida a esta
nueva formación de izquierdas y saludando de modo muy afectuoso a Gaspar
Llamazares, aún compañero de filas en ese ente desconocido que dice llamarse
IU. El Garzón Alberto, pone en solfa la honestidad política de Llamazares y lo
tilda de traidor a la causa ¿a qué causa?
No deja de tener su gracia que sea, precisamente, Alberto
Garzón; quien aprovechó la efervescencia y pujante subida de IU en intención de
voto para descabezarla y entregarla como muestra de buena voluntad y sumisión a
un Podemos muy necesitado de la infraestructura que aportaba IU, tanto en
implantación nacional como en cuadros muy formados, expertos y capaces. Lo hizo
de forma soterrada, mediante acuerdos nunca confesados, sometiendo a la
organización a más de una humillación y desprecio públicos y haciendo una
pública “renuncia a Satanás, a sus pompas y a sus obras” para poder acudir
¿diluir? conjuntamente a las elecciones. ¿Es eso honestidad política?
Como en tantas ocasiones, la entrega de IU a Podemos, ni fue
tan unánime como dijeron a la prensa y ni tan dócil como dijeron a Podemos.
Concretamente, en Madrid radicó la “aldea gala” que se resistía como gato panza
arriba a la pérdida de identidad. No podía entregarse IU a Podemos si en la
bandeja faltaba su buque insignia, Madrid. A grandes males, grandes remedios:
Primero de “desfederaliza” a IUCM, se le vacía de representatividad jurídica,
se toma posesión de su dirección, se “refunda” y aquí paz y después gloria.
Perdón, se me olvidaba, como a ellos, un pequeño detalle: los 5.000 militantes
de IUCM a quien se dejó en el limbo (en la práctica fuimos expulsados en
bloque) para exigirnos una reafiliación, con aceptación explícita de la nueva
realidad, si queríamos seguir siendo militantes. ¿Eso no es una traición?
Creo que, con sus antecedentes en IU, escasos pero intensos,
Garzón, en este caso Alberto, debería ser más comedido a la hora de administrad
adjetivos hacia quien ha optado por la única salida honrosa que ha visto para
seguir defendiendo unas ideas políticas.
Para hablar de Honestidad Política y Traición, primero hay
que mirarse en un espejo y ver qué imagen refleja.
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