Vale, de acuerdo, como canción es una mierda. Una música
ramplona, simple y repetitiva y una letra repleta de “ingeniosas” metáforas explícitas que
buscan echar un polvo. Ya está.
No entiendo el tsunami de tinta dedicado a escribir sobre
esta castaña musical, canción del verano lo suelen llamar. Me sobrepasan las
toneladas de saliva malgastada en hablar de una tontería que ha tenido la
suerte de aparecer en el momento apropiado en el lugar preciso y hacer
multimillonario a su autor. Alucino con el debate sesudo (¿en este caso, cabría
decir sexudo?) sobre el machismo descarado de su letra. Dudo del futuro del ser
humano cuando soy testigo de encendidas discusiones sobre si la bazofia de
marras es reggetón (del bueno, dicen algunos, que es como decir “ha tenido un
infarto de primera calidad”) u otro estilo musical, cómo si nos importara,
cuando lo único que queremos oír asociado a ese engendro es un “esta grabación
se autodestruirá en 5 segundos”.
Vivimos en un país donde los empresarios regatean a sangre
una mísera décima de subida salarial, cuando, por causa de la mal llamada
Crisis, se están llenando los bolsillos con los mayores beneficios
empresariales de la historia a costa de los riñones de los neoesclavos
promovidos por la Reforma Laboral que nos llevó a los años 50... del S XIX.
Pero hay que hablar de Despacito...
Estamos viviendo en una sociedad que, en todos los países,
no solo en España, está sumergida en el profundo atavismo de emplear la
violencia cuando no se tienen argumentos, sobre todo en casos de violencia
machista o infantil, que son aprendidas e imitadas por individuos con un
Cociente Intelectual similar a una ameba, y difundidas por las redes sociales
sin más castigo que un “niño, eso no se hace”. Pero el debate está en
Despacito.
Tenemos a dos enajenados peligrosos al volante de países con
poder de destrucción nuclear, dos zumbados a quienes gusta la fanfarronería de
vacilar y amenazar al otro y, como hemos visto tantas veces de chavales, por no
ser el primero en recular delante de su clac, son capaces de llegar a las
manos, en este caso, a apretar botones rojos que no deberían existir, con
consecuencias fatales para toda la vida en el planeta, ya sea inteligente (eso
estaría por ver) o no. Distraigamos la realidad con Despacito.
Y va el personal y entra al trapo... es todo tan frustrante.
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