jueves, 10 de agosto de 2017

Despacito


Vale, de acuerdo, como canción es una mierda. Una música ramplona, simple y repetitiva y una letra repleta de “ingeniosas” metáforas explícitas que buscan echar un polvo. Ya está.

No entiendo el tsunami de tinta dedicado a escribir sobre esta castaña musical, canción del verano lo suelen llamar. Me sobrepasan las toneladas de saliva malgastada en hablar de una tontería que ha tenido la suerte de aparecer en el momento apropiado en el lugar preciso y hacer multimillonario a su autor. Alucino con el debate sesudo (¿en este caso, cabría decir sexudo?) sobre el machismo descarado de su letra. Dudo del futuro del ser humano cuando soy testigo de encendidas discusiones sobre si la bazofia de marras es reggetón (del bueno, dicen algunos, que es como decir “ha tenido un infarto de primera calidad”) u otro estilo musical, cómo si nos importara, cuando lo único que queremos oír asociado a ese engendro es un “esta grabación se autodestruirá en 5 segundos”.

Vivimos en un país donde los empresarios regatean a sangre una mísera décima de subida salarial, cuando, por causa de la mal llamada Crisis, se están llenando los bolsillos con los mayores beneficios empresariales de la historia a costa de los riñones de los neoesclavos promovidos por la Reforma Laboral que nos llevó a los años 50... del S XIX. Pero hay que hablar de Despacito...

Estamos viviendo en una sociedad que, en todos los países, no solo en España, está sumergida en el profundo atavismo de emplear la violencia cuando no se tienen argumentos, sobre todo en casos de violencia machista o infantil, que son aprendidas e imitadas por individuos con un Cociente Intelectual similar a una ameba, y difundidas por las redes sociales sin más castigo que un “niño, eso no se hace”. Pero el debate está en Despacito.

Tenemos a dos enajenados peligrosos al volante de países con poder de destrucción nuclear, dos zumbados a quienes gusta la fanfarronería de vacilar y amenazar al otro y, como hemos visto tantas veces de chavales, por no ser el primero en recular delante de su clac, son capaces de llegar a las manos, en este caso, a apretar botones rojos que no deberían existir, con consecuencias fatales para toda la vida en el planeta, ya sea inteligente (eso estaría por ver) o no. Distraigamos la realidad con Despacito.


Y va el personal y entra al trapo...  es todo tan frustrante.

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