Unas ruinas de destrucción estéril y ominosa, reflejo del
odio irracional que, paradójicamente, reivindica su carácter desgraciadamente
humano (los animales no odian); son regadas generosamente por la luz del atardecer
que durante un rato les despoja de su natural halo de dolor. Aún hay esperanza.
Ante ellas, sobre ellas, a ellas desafía el lujo de la
ternura y el amor incondicional en un retrato de dolorosa belleza: Es la hora
del baño y papá, el mismo papá que orgulloso se enfrenta los poderosos tanques
a pedradas, papá enjabona con cariño a sus hijas, mirando al infierno a los
ojos, retándole con una sonrisa paternal, acariciando amorosamente a su familia
mientras murmura, “no todo está perdido”.
Mañana lloverán racimos incandescentes de muerte, mañana
volveremos a empuñar las armas, mañana el enemigo no necesitará hacer
prisioneros, mañana, en suma, el dios de la guerra reclamará su cuota de
protagonismo cruel y despiadado pero hoy.. hoy no. Hoy gritamos al mundo que
aún hay esperanza, que no todo está perdido…
1 comentario:
Bella la fotografía y bello el texto que la acompaña. Bello y real.
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