Un partido político, podrido de corrupción, se presenta a
unas elecciones… ¡y las gana! Pero se niega a someterse a la investidura.
El otro gran partido, el que, no sólo no gana las elecciones
sino que consigue los peores resultados de su historia, intenta formar
gobierno.
El enroque de unos y otros hace que la aritmética
parlamentaria no cuadre y se convocan las elecciones por segunda vez.
Como han seguido surgiendo casos de corrupción, cada vez más
graves, el partido corrupto vuelve a ganar mejorando sus resultados electorales en esta segunda
convocatoria.
El otro gran partido, su rival histórico, que ha obtenido
todavía menos escaños que antes; se niega a facilitar que los corruptos sigan
ocupando el poder y, coherentemente, ni vota a su favor ni se abstiene, vota lo
anunciado: NO.
El partido que ha quedado cuarto en las elecciones, al igual
que en la convocatoria anterior; se ofrece para apoyar con sus escaños al que
intenta formar gobierno, igual que en la convocatoria anterior. En ambos casos con el mismo éxito.
El partido que quedó tercero de deja querer por el que quedó
segundo aunque es vetado con estrépito por el que quedó cuarto. Vuelven a no salir las cuentas salvo
por la consumación de alianzas imposibles.
El partido ganador, consciente de no contar con apoyos
suficientes y buscando un chantaje, ha retorcido el calendario electoral para
hacer coincidir unas hipotéticas terceras elecciones con el día de Navidad. La
jugada se le vuelve en contra y ha de rebobinar.
Ante la más que probable convocatoria de unas terceras
elecciones, los poderes fácticos del segundo partido más fuerte se posicionan
en contra de su dirección, promoviendo que se facilite la formación de gobierno
por el partido corrupto.
El partido corrupto, viendo la jugada, invierte algo de
dinero negro en comprar palomitas para sentarse en el sofá a contemplar cómo
los demás se sacan los ojos sin salpicarles a ellos.
El líder del segundo partido, para desbloquear su situación
interna, propone apelar a la democracia interna y que sean los militantes
quienes decidan.
Los “barones” del segundo partido (paradójicamente liderados
por una “baronesa”) ven peligrar su estatus y dan un golpe de estado a
“estatutos armados”. Dejan el
partido vacío de poder, conscientes de, en caso de elecciones, haber regalado
la mayoría de su electorado a otras formaciones.
Y esto todavía no ha terminado. Los guionistas de las más
reputadas series nos observan con fascinación tomando apuntes de cómo se
realizan eficazmente unos espeluznantes giros de guión.
Y nosotros viendo por enésima vez cómo los cocodrilos
devoran implacables a los ñus del Serengueti, que siempre es lo mismo, con lo
divertidos que están los informativos.
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