-Plaza que parlamenta está medio conquistada- Susurró el
capitán Garcinúñez a su joven subalterno.
Teodoro Garcinúñez era, a sus 40 años recién cumplidos, el capitán del
Grupo Especial de Operaciones con mejores expediente y hoja de servicios, respectivamente, en toda su historia. Es cierto que tampoco había tenido
oportunidad de enfrentarse a operaciones de especial complejidad pero, todo lo
que había caído bajo su mando, lo había resuelto con discreción, profesionalidad,
determinación y eficiencia y, si nada se torcía, se le auguraba un gran futuro
dentro del organigrama de la Policía Nacional.
Ese 20 de noviembre se había revelado como el día de su
oportunidad; si lo gestionaba como se esperaba de él, se le abrirían las
puertas de la cúpula del cuerpo de par en par, si, por el contrario, fracasaba,
sería otro buen funcionario engullido por las circunstancias y la mala suerte
de estar en el lugar inadecuado en el momento menos favorable. La “Operación
Tromboflebitis”, reunía todas las características para el éxito deslumbrante o
el fracaso absoluto, sin medias tintas.
En el camión situado en la explanada que da acceso a la
Basílica del Valle de los Caídos no faltaba un detalle: Central digitalizada de
comunicaciones encriptadas, una pared compuesta por 15 pantallas de plasma
donde se observaban, en tiempo real, las imágenes de todas las cámaras
desplegadas y varios equipos de última generación que analizaban los datos
enviados por decenas de sensores instalados para la ocasión. Si la Información
es el Poder, en la Central de Operaciones desplegada en ese camión se reunían
unas importantes cuotas de poder.
Con un gesto de su mano izquierda toda la Central de
Operaciones enmudeció mientras su mano derecha pulsaba el botón que abría las
comunicaciones:
-Buenos días ¿con quién hablo, por favor?- Sonó suave y
educada una voz masculina por el altavoz del puesto de mando.
-Capitán Garcinúñez, del Grupo de Operaciones Especiales-
Respondió firme desde su sillón anatómico.
-Hombre, por su apellido es un cristiano viejo. Me gusta-
Cero de dos, pensó el capitán con sorna, ni cristiano, ni
viejo; pero se limitó a sonreír para sus adentros antes de hablar:
-Dígame quién es usted para que ambos sepamos con quién
hablamos-
-Blas de Miranda, caballero legionario y portavoz de la
Miriada Patriota.-
-Disculpe, señor de Miranda, pero es la primera vez que oigo
hablar de la Miriada Patriota…-
-Es posible, porque, hasta hoy, su existencia ha sido
celosamente guardada pero, en esta fecha tan señalada, hemos salido a la luz y
se hablará de nosotros durante siglos.-
El capitán miró a Jorge, su analista de confianza y éste,
inmediatamente, transfirió a su pantalla toda la información del grupo
semiclandestino autodenominado Miriada Patriota: Aunque presumía de tener implantación nacional, en toda España no serían más de 300 o 400,
cantidad interesante pero limitada, y su actividad se había reducido a una
serie de actos de carácter nostálgico del franquismo y jugar en Navidad a la
Lotería para recaudar fondos, hasta hoy, que se habían encerrado en la Basílica
del Valle de los Caídos, una cifra indeterminada de personas y estaban a la espera de ver por dónde se descolgaban sus peticiones de "buenos
españoles". Resumiendo: Un grupo de grillados con ínfulas fascistoides que,
juntos, no reunían un cerebro sano.
-Podemos ayudarles, señor de Miranda, díganos cuáles son sus
peticiones y veremos hasta dónde podemos llegar.- Envolvió conciliador el
capitán a su interlocutor, dejándole caer que, con seguridad, no podrían
atender a todas sus demandas, que era cuestión de hablar.
-Es sencillo, no son muchas cosas- Contestó la voz al otro
lado del teléfono y se hizo un breve silencio salpicado de los sonidos
metálicos que haces al ponerte una gafas. –Veamos: Lo primero es derogar ese
engendro contranatura que es la Constitución y volver a los 12 Principios
Fundamentales del Movimiento y las 7 Leyes Fundamentales que componen el marco
doctrinal, orgánico, programático y jurídico que necesita la nación española-
-… la nación española. Siga-
-Ilegalización de los partidos políticos y encarcelamiento
preventivo, hasta su juicio, de todos sus líderes. Formación de un Gobierno de
Salvación Nacional. Unidad de información en todos los medios de comunicación y
reinstauración de la Fé Católica como modelo espiritual de moralidad del
Estado-
-Le voy a ser sincero, señor de Miranda, Esto que usted me
pide es complicado de atender-
-Es muy fácil, si no se atienden nuestras justas exigencias,
este templo, con las 2.500 almas que estamos en su interior, el conjunto
escultórico y la cruz que lo corona, volaremos hechos añicos por los aires para
oprobio de los patanes que nos gobiernan y vergüenza para los españoles de
corazón que son millones.-
-Un momento, un momento. Hablemos, que es muy grave eso que
usted dice. Esas personas tendrán familia, amigos, gente que les quiere…-
-Si les quieren sabrán que, como buenos españoles, la patria
está por encima de cualquier otra cosa; lo entenderán y presumirán con orgullo
de haber conocido y tratado a sus
mártires-
Mientras escuchaba, el capitán enviaba un correo encriptado
al ministerio relatando lo complejo de la situación y ojeaba un informe
operativo que incidía en la imposibilidad de penetrar por la fuerza en la
basílica cerrada, que estaba excavada en la roca y no había otra entrada, ni
siquiera un mal conducto de ventilación que facilitara un acceso.
-Yo le pediría, señor de Miranda, que salieran de ahí
tranquilamente y, a cambio, le garantizo gestionar una entrevista con las máximas
autoridades del Estado para abordar sus reivindicaciones.-
-No nos vamos a entender por ese camino, capitán Garcinúñez,
pónganlo en manos del ejército y está resuelto en cuestión de horas-
-El ejército ha jurado defender España y su Constitución, le
estaríamos pidiendo romper un juramento que, como usted sabe, es sagrado-
-No me va usted a pillar por ahí. Hay que volver a los
soldados de leva, esa aberración de profesionales sólo los convierte en
mercenarios que obedecen al dinero…-
El capitán Garcinúñez abrió el correo encriptado que acababa
de recibir del CNI, reenvío de otro en inglés, procedente de la CIA. Hechas las pertinentes comprobaciones,
interrumpió sin más palabras la comunicación y dio orden de desmontar todo el
operativo. En poco más de 40 minutos, la explanada y los accesos al Valle de
los Caídos quedaron desiertos, sin un mal pájaro piando en una rama.
Al cabo de dos horas, más o menos, se entreabrieron
tímidamente las puertas de la basílica, se asomaron tres cabezas curiosas que,
al no ver a nadie, salieron bajo el arco principal. No había un alma en varios
kilómetros a la redonda. Blas de Miranda sacó un teléfono del bolsillo de su
camisa azul y, con desgana, marcó un número de teléfono.
Cuando la fila de autocares llegó a frente a la basílica,
un grupo de muertos vivientes se dirigió arrastrando los pies y mirando
al suelo a su transporte de regreso.
La humillación sufrida solo había certificado sus sospechas, el
franquismo estaba muerto y enterrado con su líder. Ahora, seguían mandando los
mismos pero ataviados con unos disfraces mucho más vistosos.
En la antesala del despacho del ministro el, todavía,
capitán Garcinúñez esperaba nuevo destino. La “Operación Tromboflebitis” había
sido un éxito.
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