Ya es tener mala suerte. Te pasas el último mes lavando y
almidonando banderas, pendones y estandartes; te duelen las manos de sacarle
brillo a la armadura; has dejado la espada más afilada que el láser que corta
los átomos y le has puesto la cenefa rojigualda a todos tus complementos de
moda y va y resulta que, no sólo Halloween no es una tradición americana, sino
que te enteras que se celebraba en nuestra amada piel de toro desde tiempo
inmemorial. Así no hay quien reivindique.
Porque es una celebración tradicional celta, arraigada en la
mitad norte de la península, llamada Samhain, que señalaba el fin del buen
tiempo y las cosechas para adentrarnos en una época de frío y oscuridad en la
que los espíritus aprovechaban para mezclarse entre los vivos y hacer de las
suyas. La Iglesia, cómo no, se apropió de esta fiesta como de tantas otras e
instauró el Día de Todos los Santos que, hasta ese momento, se celebraba en
mayo. No fue hasta 1845, con la
gran hambruna que asoló Irlanda, que sus habitantes emigraron en masa a EE.UU.
llevando con ellos Halloween (contracción del término “víspera de Todos los
Santos”), San Patricio y Mr. Sandman.
Quién iba a suponer que la Iglesia se apropiara de cosas que
no son suyas, como dinero, propiedades, voluntades, tesoros y, ahora también,
celebraciones. Pero no es de
ahora, repasemos las fechas más señaladas de la cleptómana tradición cristiana:
Navidad (el nacimiento de Cristo. Ahí empezó todo, dicen).
Originariamente se celebraba en primavera pero tenía mucho seguimiento el
Solsticio de Invierno, como celebración del triunfo de la luz sobre la
oscuridad, y para compensarlo se cambió a diciembre.
Semana Santa (la pasión y muerte de Cristo donde se
establecen varios dogmas). La primera luna llena después del equinoccio de
primavera era el momento señalado para que empezaran a brotar las cosechas y,
por tanto, digno de una gran celebración. Ahora hemos cambiado las cosechas por
atascos, procesiones, torrijas (de los 3 tipos, sólidas, líquidas y gaseosas) y
operación retorno.
San Juan (Uno de los apóstoles más importantes, el más joven
y amigo de Jesús). Lo intentaron pero apenas lo han conseguido. La celebración
del solsticio de verano era difícilmente usurpable, ya que se celebra el día
más largo del año y se encienden hogueras por su efecto “purificador” y para
dar fuerza a sol que empieza a decaer.
De modo que, amigos bien pensantes, cristianos viejos y
españoles de pura cepa, despues de este esfuerzo “tó pa ná”, podéis volver a
vuestra enfermiza fijación contra todo lo que pueda suponer un progreso para
España y los españoles: Desde el “¡Vivan las caenas!”, los gobiernos
progresistas del XIX, la II República, la casi transición, o el emerger de
cualquier formación política que amenace el statu quo. No vaya a ser que
cualquier día acertemos y se os desmorone el chiringuito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario