Mucho se ha hablado del “Big One”, ese terremoto de
dimensiones bíblicas que termine desgajando California de la zona oeste de
EE.UU. y nadie, o muy pocos, lo han visto venir en el corazón mismo de Europa. Algo así ha sido el “Brexit” (ingeniosa
contracción de los términos Britain y Exit cuyo autor deambula por los
callejones de Londres lamentando amargamente no haberlo registrado), un seísmo
descomunal que ha terminado por levantar una enorme cadena montañosa donde
antaño estuvo el Canal de la Mancha.
Para todos ha supuesto un trauma que, reconocido o no,
terminará por traernos consecuencias amargas.
Ahora que, aún sin comprenderlos del todo, habíamos convenido que había
que tolerar las rarezas de los ingleses porque, al fin y al cabo casi son seres
humanos; van y se descuelgan con que nos huele el aliento o los pies o las dos
cosas y que se quedan en su isla tan ricamente comiendo las infinitas
combinaciones de hierbajos, carne de ínfima calidad y pescado podrido que
podemos encontrar en todos los mercados británicos; disfrutando de ese clima
bendito que ha hecho pedir su reingreso en el infierno a los pocos que
consiguieron volver; disfrutando de un servicio sanitario puntero en el mundo
civilizado que descargará y mucho la sanidad pública valenciana; jugando al
fútbol como si el césped fuera un campo de minas o exportando al mundo ... lo
que sea que exporten los ingleses.
El caso es que a la economía mundial se le han movido los
dientes dentro de las encías y la sólida (por falta de liquidez) situación
financiera española, en su permanente partida del Juego de la Oca, ha caído en
la casilla de la Calavera y vuelve otra vez al punto de partida.
Seamos sinceros en las reacciones: Rajoy se lamenta con la
“boca chica” pero por dentro se descojona.
Ahora que se temía que le iban a descubrir el trampantojo de la
recuperación de atrezzo, van, se pegan un batacazo las cifras macroeconómicas
occidentales a cuenta de las inglesas y será el gobierno entrante el que tenga
que lidiar con ese morlaco enfurecido mientras él, dándole pausadas y profundas
chupadas al Cohiba, esperará el momento oportuno para salir, cual cuñado
jubilado, con un “No tenéis ni puta idea, con lo bien que yo lo dejé todo...”,
dar cuatro conferencias a precio de oro en universidades de chchinabo y
acariciar su gato de angora, como le han dicho que hacen los villanos, mientras
estornuda compulsivamente por la alergia.
Por dejar de un lado, momentáneamente, mi maldad consustancial
y tratar de aportar algo con este reflexionado escrito, sugiero que visitemos
al oculista, nos hagamos mirar esa miopía galopante que nos tiene recluidos
mentalmente en unos escasos diez metros a la redonda, levantemos la vista hacia
el horizonte y veamos (y actuemos) contra esa ola creciente de
populismo/ultranacionamismo/protofascismo que surge por doquier; no vaya a ser
que, cuando nos queramos dar cuenta, tengamos los sillones occidentales
ocupados por fürercitos de medio pelo dispuestos a invadir y exterminar lo que
sea necesario para dominar el mundo.
Eso en España no puede ocurrir, dirán los desavisados. Vale,
sólo un dato: en 1931 ganó el Frente Popular, en 1936 fueron los “ensayos con
público” y en 1939 se lió la que se lió.
1 comentario:
Los años de disfrutar tu lectura me llevan al compartir automatico, sin frases, sin comentarios, sin decirte , que bueno eres ¡¡¡
Y por ende compartirte sin una recomendación, hoy entono el mea culpa entre reflexiones ya muy reflexionadas.
Siempre agradecida por tus sarcasmos que entre risas las dan con mano plana y de canto.
Gracias y un besote enorme
Frana
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