Supersaurio Púrpura y acólitos en la sauricueva |
Hay quien tiene la mente
cuadriculada pero no en el sentido cartesiano del término, que facilita el
planteamiento deductivo y racional de los problemas, sino en el de vivir
encorsetado entre muros, celdas y etiquetas restrictivas. A esta discutible subespecie
del homo sapiens sapiens le asusta todo lo que no quepa en sus cajones y, con
su instinto primario en modo “a prueba de fallos”, reacciona violentamente
contra todo lo que desconoce y le asusta; vestigio del reptil que una vez
fuimos.
El tristemente célebre Cardenal
Cañizares se ha pegado una buena carrera para ponerse delante de este grupo,
decir que lo lidera y, jadeando para saldar su alarmante deuda de oxígeno, ha vuelto
a regurgitar los excrementos que tenía en su ocluido intestino y lo ha puesto
todo perdido. Otra vez.
Sus médicos están preocupados y
con razón, lo que una vez fueron episodios aislados, se repiten con excesiva
frecuencia y, lo que es peor, al paciente le gusta el sabor que después le
queda en la boca y se niega a medicarse por miedo a perderlo.
El caso es que todo el que sea
distinto, no necesariamente peor ni mejor, sólo diferente, es objeto de sus
diatribas; ya sea por ser mujer (condición genética), por ser gay (condición
sexual), por ser inteligente (condición intelectual), por ser de izquierdas
(condición ideológica) o por ser musulmán (condición religiosa), entre otras; esto
nos da una idea de las lamentables condiciones, éstas sí, en que se desenvuelve
el nuevo superhéroe de los cavernícolas de este país: Supersaurio Púrpura y la
horda de subhumanos que le sigue ciegamente.
Promovamos una urgente revisión
presupuestaria, que dote de los recursos necesarios un programa de I+D+i,
destinado a lograr la salud mental resolviendo la, tan dañina para la humanidad,
oclusión intestinal. Las generaciones
venideras oirán hablar de este mal con la misma estupefacción que nosotros cuando
conocimos que muchísima gente moría del Cólico Miserere (apendicitis) sin poder
hacer nada por evitarlo.
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