Andan los criaderos de batracios para consumo humano con la
oreja tiesa, preparados para servir las toneladas que se prevén, después de
leer los periódicos del día, pero están muy equivocados. Ellos ofrecen esa
delicia delicatessen que suponen las ancas de rana y lo que ahora se consume a
dos carrillos son los sapos. Para ser más preciso, los sapos crudos, gordos,
ufanos, viscosos y repugnantes.
El que más debería ingerir es el que menos los prueba,
Rajoy. Lleva casi cinco años resistiéndose como la criatura que se revuelve en
la trona, dando cabezazos a derecha y derecha para no abrir la boca a la
cucharada de papilla y, aunque alguno le ha caído dentro, pocos son para los
que merece. Algo tendrá que ver el disponer de un ejército que le desvía los
malos tragos y se los come por él pero todavía le espera algún escuerzo de
calibre extragrande. Veremos.
En este momento, los restaurantes donde se degustan los
bichos más frescos y jugosos son la Audiencia Nacional y Ferraz, 70, aunque la
alegre muchachada de Podemos, con cierto retraso, está irrumpiendo con fuerza
en el panorama gastronómico español y, como en todo lo que tocan, garantizan
cantidad y calidad.
Francisco Correa se sentó a la mesa con hambre voraz,
servilleta al cuello y lleva ya tres días siendo la versión pija del Gigante
Gargantúa y trasegando sapos como caballos percherones con una particularidad,
no le han servido ninguno que no estuviese anunciado y, sin duda por
recomendación del chef, reservando los más feos para el siguiente comensal, un
tal Luis Bárcenas, que hombre previsor, está haciendo acopio de antiácidos en
formato barreño y de una raqueta de tenis para devolver a la cocina todo lo que
no le convenga.
En otro salón del reputado restaurante de la Audiencia
Nacional, están sirviendo un menú degustación de “sapos negros”, un plato sólo
para paladares exigentes del nivel de Rodrigo Rato, Miguel Blesa y demás élite
gourmet.
Lejos de clásicos como la Audiencia, Ferraz, 70 se ha
convertido en el local de moda y sus cocinas no dan abasto. Liderados ahora por
Javier Fernández, ha sabido reconvertir un gusto clásico por fabada, cachopos y
rico pescado de roca por una espicha a base de sapos de toda la geografía
untados con distintas salsas, hasta tal punto, que está loco por abstenerse un
poco y poder hacer la digestión.
El afán innovador de Podemos les ha llevado a empezar por la
ingestión de “sapos en redes” entre bromas y veras, para seguir con algo más en
serio y debatirse entre los sapos apretados como puños y los de V, aunque los
primeros, más puristas, recuerdan a los segundos que los de V no eran sapos
sino lagartos. En cualquier caso, no van a terminar con un solo gramo de hambre.
Como decía mi abuela, “días de mucho, vísperas de ná”, en
Ciudadanos están locos por pillar un batracio como sea y cada vez que ven un
micrófono se tiran con los ojos cerrados y la boca abierta pensando que se
trata de la rana Gustavo pero nada, ahí siguen, en ayunas.
Y los humildes ciudadanos, lejos de cualquier moda, estábamos
locos por que hiciera un poco de fresquito para meternos un vulgar pero sabroso
cocido entre pecho y espalda. Así nos va …
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