A una legua escasa de
la casa consistorial del lugar conocido como Xetafe o Xatafi, que de las dos
maneras se oye, cerca del camino real que baja para Sevilla y en el lugar que
llaman de Los Molinos, encontraron Don Quijote y su fiel Sancho una joven
pareja que, mano a mano, labraba la
tierra con sus hijos envueltos en un atillo a su espalda. Don Quijote entendió
que no era manera conveniente, ni para la salud de los padres, ni para la
crianza de las criaturas, ni para el buen obrar de la labranza; que cada cosa
ha de tener su sitio y no es bueno enredar lo que de natural está suelto.
Inquirió Don Alonso
cómo se llamaban los interfectos y por qué cargaban con su prole, a lo que respondieron
que no les quedaba más remedio. Que un encantamiento pesaba sobre la comarca
lustros ha, que sólo permitía instruir a la descendencia pagando fielato a la
malandrina Cifuentes so pena de haber de tenerlos siempre encima. Que
respondían por Lucas y Teresa o Teresa y Lucas, que tanto monta, monta tanto y
en los cuatro fugaces años desde su casamiento, no habían hecho más que
trabajar y trabajar para sostener su magra hacienda y no podían pagar ni un
ochavo de fuera de sus cuentas, menos aún la porción del oprobio impostado de
los libros. El caballero de la triste figura conjurose con su escudero para
poner fin al mal que les afligía y pidió a la pareja que les acompañara en su
singular gesta.
Llegáronse los cuatro al
caserío que domina el llano y, desde su palestra empedrada, llamaron a generala. Vecinos, visitantes y curiosos llenaron la
plaza y Sancho mandó callar para ayudar al parlamento de su señor que así dijo:
“Amigas y amigos deste lugar que llaman Los Molinos, cuentan los heraldos que,
si queréis dar cumplida instrucción a vuestra prole, la malandrina Cifuentes
exige un pago dello y yo digo ponerle arreglo, que un caballero andante sin entuertos
que desfacer, es un pez fuera del agua. Os conmino a construir una escuela
empleando la más poderosa arma que los siglos han dado, la propia imaginación y
obligalla a abandonar sus malas artes, oír la voz de los vecinos y romper de
una vez el encantamiento. Para conseguillo no hay manera más pujante, vigorosa
y perdurable que moverse todos a una:
PARA QUE SE MUEVA CIFUENTES, SE TIENE QUE MOVER LA GENTE.
#NoSomosMolinosSomosGigantes
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