Dicen que cuando te adentras en un agujero negro, una vez
superado el “horizonte de sucesos”, ya nada puede escapar y el tiempo sufre una
aceleración uniforme que no se percibiría desde el interior pero, si dejara
escapar la luz, desde el exterior se vería como una espiral de aceleración
exponencial con tendencia a adquirir una velocidad infinita. Este brochazo de
“cuñadismo pedante”, valga la redundancia, viene a cuento
de la deriva que, desde fuera, se percibe de la situación de Podemos.
El tiempo transcurre tan rápido en el seno de la formación
morada que, lo que ayer por la mañana era Nueva Política, hoy a mediodía
padecía los tics de la vieja política, sin descartar que esta noche se aproxime
peligrosamente al concepto de “Casta”, tan denostado anteayer. Los simbólicos círculos informales
superpuestos, asociados a su forma de entender la toma de decisiones, fueron
así mismo deformados por el aumento de la gravedad, tomando primero la forma
ovalada para, poco a poco, tender a una línea recta y difusa que se pierde en
el horizonte de los organigramas.
La Condición Humana, con sus ambiciones, agresividad, complicidades y traiciones ha llegado a Podemos y lo
ha hecho para quedarse.
Esto, por sí mismo, no es bueno ni malo; simplemente “es”.
El problema, otra vez por efecto de la gravedad, surge cuando llevas ya varios
años escupiendo para arriba y descubres traumáticamente que todo lo que sube,
baja.
De momento, encontramos 4 bandos bien diferenciados: Los
Pablistas que, por lo que cuentan, no tienen ningún problema para hablar de
ideas pero asociadas a nombres y apellidos; los Errejonistas, según se oye, partidarios
de un debate metafísico, sobre todo de los “qué somos y a dónde vamos” antes que el
“quiénes somos”; los Anticapitalistas, gente pragmática que aplica el concepto marxista
debidamente tuneado de “acción, reflexión, acción, acción, acción, …” y, por
último, el grupo más numeroso, el autodenominado “No me lo puedo creer”, que no
deja de frotarse los ojos con estupor observando con espanto lo que hacen los
otros tres.
Unos, otros, otros y otros, preparan para febrero un, a modo
de, cónclave asambleario que han dado en llamar Vistalegre II, que, por cierto,
tiene nombre de promoción de chalets adosados en cualquier pueblo del litoral
murciano. Ya sabemos que la
denominación viene de la reedición del primer “congreso” celebrado en el
recinto madrileño y carabanchelero de Vistalegre pero, o mucho cambia el
decorado en los dos meses que restan, va a costar trabajo llamar Vistalegre sin
esbozar una sonrisilla socarrona a la cantidad de ojos morados que recogerán
sus acreditaciones.
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