domingo, 3 de julio de 2016

Asociación de malhechores


Han pasado las elecciones y,  con unos resultados que sólo han convencido a unos, hemos empezado a echarnos la culpa entre todos los demás y ellos, los auténticos malos, están sentados en un sofá del Club ¿Patriota?, puro cubano en la diestra y girando rítmicamente la copa balón de cognac francés con la siniestra, partiéndose la caja a nuestra costa mientras planean la siguiente tropelía que van a perpetrar.

Porque, claro, a nuestra cabeza acuden atropellados los innumerables “casos aislados” que han sembrado de podredumbre el mapa de España desde que los ancestros de nuestros chorizos coetáneos encontraron cosas que robar durante el Franquismo. De aquellos polvos… esta afición pepera a irse de putas con cualquier excusa (no olvides que pagamos nosotros).  Pero han tocado (tocan) todos los palos: La obra pública es lo más notorio dado que mueve cifras con muchos ceros pero no solo es eso, el sistemático desguace de la Sanidad Pública y posterior venta fragmentada al mejor postor, les ha supuesto unas cantidades nada desdeñables con las que alicatar naves industriales con billetes de 500; cómo no, la Educación Pública también ha sido pasto de los buitres de traje entallado, pelo engominado con guedejas en la nuca y, de obligado cumplimiento, pulsera rojigualda y/o cuello de polo enhiesto con enseña nacional lucida con soberbia. 

Iba a decir que los gerifaltes peperos habían hecho muchas concesiones a la Iglesia Católica pero no sería cierto; ha sido la ultrapoderosa Iglesia Católica la que ha hecho muchas concesiones a los gerifaltes peperos.  Al final da igual, son diferentes caras de la misma realidad que, entre lo que reciben del Estado (es decir, de todos, católicos o no) , lo que roban (inmatriculaciones sonrojantes, por ejemplo), los impuestos que no pagan (dudo hasta que paguen el IVA) y la campaña del IRPF (Por Tontos), suman unos 11.000 millones al año (un vergonzoso 1% del PIB), a lo que hay que añadir una indeterminada y copiosa morterada de dinero negro percibida mediante entradas para visitar monumentos, donaciones y caridad (que va siempre a los mismos).  Mientras los que vivimos en este mundo hemos visto mermar servicios, salarios, derechos y pensiones, los espabilados cuyo reino no es de este mundo, han visto crecer obscenamente sus orondas barrigas.  De los abusos a menores ocultados no ha trascendido más que la punta del iceberg y no han parado ni pararán porque se sienten impunes.

La gran patronal, cual diablillo malencarado y patibulario sentado a horcajadas en el hombro del Gobierno, dicta qué hacer con los derechos laborales y por dónde se los van a pasar. Abren y cierran a capricho la espita del empleo y rara es la semana que no se arrancan con algún ataque de verborrea destinado a acojonar a los que osen hacerles cara; ya sea desde las empresas (casi todas sustentadas por los maltratados autónomos), los sindicatos (laminados en una campaña inmisericorde), la oposición (que no conoce su escandalosa capacidad de maniobra) o la prensa libre (más amenazada de extinción que el rinoceronte blanco).

Las entidades financieras deberían besar por donde pisamos, total, sólo nos deben la vida.  No me estoy refiriendo al célebre (y nunca bien explicado) rescate, sino a dónde fue a para ese 30% del PIB que fue acumulando el Estado en los años de vacas flacas y superávit y que, misteriosamente, desapareció, se volatilizó, se hizo humo y, sospechamos, sufrió una conveniente condensación en algún paraíso fiscal donde lo juntaron con lo estafado a ciudadanos confiados.  Ahí también nos han robado la vida.

En resumen, cuando en la próxima juerga en el Club ¿Patriota? se reúnan el concejal de urbanismo, el consejero de sanidad, el obispo, algún gran empresario y el presidente del Banco Hecho; espero confío y deseo que les sirvan tal garrafón que tengan que estar el resto de su vida alimentándose de ibuprofeno, agarren tal Cándida que tengan que rascarse la entrepierna con un rastrillo durante tres meses y, cando salgan, les hagan soplar el alcoholímetro y les quiten el carnet para tres generaciones.  Luego ya, si eso, que los jueces los vayan entrullando de uno en uno y, una vez cumplida su condena, no salgan hasta que no devuelvan el último céntimo con intereses.


Qué le voy a hacer, siempre me gustó la ciencia-ficción…

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