Han pasado las elecciones y, con unos resultados que sólo han convencido a unos, hemos
empezado a echarnos la culpa entre todos los demás y ellos, los auténticos
malos, están sentados en un sofá del Club ¿Patriota?, puro cubano en la diestra y girando
rítmicamente la copa balón de cognac francés con la siniestra, partiéndose la
caja a nuestra costa mientras planean la siguiente tropelía que van a
perpetrar.
Porque, claro, a nuestra cabeza acuden atropellados los
innumerables “casos aislados” que han sembrado de podredumbre el mapa de España
desde que los ancestros de nuestros chorizos coetáneos encontraron cosas que
robar durante el Franquismo. De aquellos polvos… esta afición pepera a irse de
putas con cualquier excusa (no olvides que pagamos nosotros). Pero han tocado (tocan) todos los
palos: La obra pública es lo más notorio dado que mueve cifras con muchos ceros
pero no solo es eso, el sistemático desguace de la Sanidad Pública y posterior
venta fragmentada al mejor postor, les ha supuesto unas cantidades nada
desdeñables con las que alicatar naves industriales con billetes de 500; cómo
no, la Educación Pública también ha sido pasto de los buitres de traje
entallado, pelo engominado con guedejas en la nuca y, de obligado cumplimiento,
pulsera rojigualda y/o cuello de polo enhiesto con enseña nacional lucida con
soberbia.
Iba a decir que los gerifaltes peperos habían hecho muchas
concesiones a la Iglesia Católica pero no sería cierto; ha sido la
ultrapoderosa Iglesia Católica la que ha hecho muchas concesiones a los
gerifaltes peperos. Al final da
igual, son diferentes caras de la misma realidad que, entre lo que reciben del
Estado (es decir, de todos, católicos o no) , lo que roban (inmatriculaciones
sonrojantes, por ejemplo), los impuestos que no pagan (dudo hasta que paguen el
IVA) y la campaña del IRPF (Por Tontos), suman unos 11.000 millones al año (un
vergonzoso 1% del PIB), a lo que hay que añadir una indeterminada y copiosa
morterada de dinero negro percibida mediante entradas para visitar monumentos, donaciones
y caridad (que va siempre a los mismos).
Mientras los que vivimos en este mundo hemos visto mermar servicios,
salarios, derechos y pensiones, los espabilados cuyo reino no es de este mundo,
han visto crecer obscenamente sus orondas barrigas. De los abusos a menores ocultados no ha trascendido más que
la punta del iceberg y no han parado ni pararán porque se sienten impunes.
La gran patronal, cual diablillo malencarado y patibulario sentado a
horcajadas en el hombro del Gobierno, dicta qué hacer con los derechos
laborales y por dónde se los van a pasar. Abren y cierran a capricho la espita
del empleo y rara es la semana que no se arrancan con algún ataque de verborrea
destinado a acojonar a los que osen hacerles cara; ya sea desde las empresas (casi
todas sustentadas por los maltratados autónomos), los sindicatos (laminados en
una campaña inmisericorde), la oposición (que no conoce su escandalosa
capacidad de maniobra) o la prensa libre (más amenazada de extinción que el
rinoceronte blanco).
Las entidades financieras deberían besar por donde pisamos,
total, sólo nos deben la vida. No
me estoy refiriendo al célebre (y nunca bien explicado) rescate, sino a dónde
fue a para ese 30% del PIB que fue acumulando el Estado en los años de vacas
flacas y superávit y que, misteriosamente, desapareció, se volatilizó, se hizo
humo y, sospechamos, sufrió una conveniente condensación en algún paraíso
fiscal donde lo juntaron con lo estafado a ciudadanos confiados. Ahí también nos han robado la vida.
En resumen, cuando en la próxima juerga en el Club
¿Patriota? se reúnan el concejal de urbanismo, el consejero de sanidad, el
obispo, algún gran empresario y el presidente del Banco Hecho; espero confío y
deseo que les sirvan tal garrafón que tengan que estar el resto de su vida
alimentándose de ibuprofeno, agarren tal Cándida que tengan que rascarse la
entrepierna con un rastrillo durante tres meses y, cando salgan, les hagan
soplar el alcoholímetro y les quiten el carnet para tres generaciones. Luego ya, si eso, que los jueces los
vayan entrullando de uno en uno y, una vez cumplida su condena, no salgan hasta
que no devuelvan el último céntimo con intereses.
Qué le voy a hacer, siempre me gustó la ciencia-ficción…
No hay comentarios:
Publicar un comentario