domingo, 24 de julio de 2016

Que no se diga...


Con el intenso bombardeo de medios y redes, ya no recuerdo con exactitud si lo he visto, oído, leído, intuido o barruntado, pero lo cierto es que en mi memoria resuenan unas palabras, creo que por boca de la Vicepresidenta en funciones, en funciones de Vicepresidenta, de contenido significativo: “Rajoy no se someterá a una investidura fallida”, es decir, si sabe que no va a ganar, no se presenta.  Bajo esa premisa, a fecha de hoy, en vez de fletar un avión, para llevar a nuestros deportistas a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, los mandaríamos por e-mail.

Tampoco es una actitud que deba extrañarnos demasiado, sólo sigue la tendencia mostrada por ese gurú de la estrategia política que responde al nombre de Carlos Fabra: Sólo jugaba a la lotería cuando tenía un 100% de probabilidades de premio ¿Que cómo lo hacía? Algunos malpensados afirman que comprando los décimos ya premiados pero eso, ahora, no viene al caso.  Lo que nos importa es que crecen las opciones de una 3ª vuelta en los comicios, ya no nos falta práctica y, lo que es infinitamente más grave, que se vaya agotando el banquillo y terminen llamándome para formar parte de una mesa electoral; eso sería imperdonable, que lo sepáis.

Ves las imágenes de Rajoy sonriendo por el hemiciclo y no puedes evitar acordarte de ese chico de Zamora, que acababa de llegar del pueblo, y se pasaba los primeros días del curso repartiendo el bocadillo, los cromos y las canicas con la única intención de hacer amigos.  Sucedía que los espabilados de la clase le sacaban hasta los tuétanos y cuando se le terminaba el “presupuesto de acercamientos”, le despedían con alguna patada en la espinilla y su desdén más hiriente.  Con regalos o sin ellos, los acontecimientos seguían su evolución natural y, a mitad de curso, ya era íntimo de los que coincidían con él en afinidades y, por supuesto, detestaba y era detestado por los contrarios.  Parece mentira que Mariano, con su experiencia, no sea consciente de esta realidad y se muestre con ese punto de desesperación que no le augura mucho éxito (y yo preocupado, mira tú).

A día de hoy, ningún partido sabe ni por aproximación qué resultados le depararían unas terceras elecciones, en este caso se sitúan a la altura de las empresas demoscópicas y, como es lógico, tienen un miedo cerval a lo desconocido; de ahí que, al contrario que en marzo, ninguno apueste a cara descubierta por volver a las urnas. Hay quien piensa que mejoraría sus resultados, hay quien cree que la hostia sería de pasar una legislatura en la UVI y hay quien sólo echa cuentas de la subvención por grupo parlamentario (3ª en 12 meses) como fórmula para sanear sus magras finanzas.  En lo que estamos todos de acuerdo es en no correr el riesgo de que me llamen para componer una mesa electoral.  Ahora bien si, como a Fabra, me aseguran unos resultados concretos, pido voluntariamente mi participación.  Que no se diga...




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