1.- Morfología: La playa es el punto litoral en el que el
mar y la tierra se conectan e interactúan con suavidad. Se compone,
fundamentalmente, de dos partes bien diferenciadas; el agua (lo que moja) y la
arena (lo que ensucia y a veces quema).
El agua es de natural caprichoso, va y viene a voluntad (el fenómeno
conocido como olas) y tiene tendencia a variar sus límites con la insana
intención de empaparte la toalla (el fenómeno conocido como mareas), sabe
salada y alberga muchos sólidos flotantes a esquivar que convierten el momento
del baño en una experiencia apasionante.
La arena es ese suelo irregular que está bajo la alfombra de toallas,
chanclas, neveras, sombrillas y guiris en estado de semicombustión. En las
horas centrales del día alcanza temperaturas magmáticas y tiende a adherirse
con saña a los pliegues escrotales, espacio periclitoreideo o hueco
internalgar.
2.- Habitantes imprescindibles: La playa aparenta hospitalidad pero es un territorio hostil y
sólo los mejor adaptados sobreviven sin mayores contratiempos:
Los abuelos: Especimenes multitarea que, en su afán por ser
útiles, representan un lastre insostenible para la creación de empleo. Su
actividad playera se desarrolla con las primeras luces del día, que aprovechan
para elegir los mejores lugares de la playa y, tabla de mareas en mano, elegir
el lugar ideal para plantar el campamento, compuesto de sombrillas (entre una y
cinco) y toallas y tumbonas en proporción con las sombrillas. Tienen una
relación de amor-odio con los sufridos trabajadores que limpian la arena de
botellones nocturnos y otras lindezas depositadas por el mar.
Los caminantes blancos: Proliferan los 1 y 15 de cada mes,
deambulan por el borde del agua distraídamente y no pueden ocultar su reciente
llegada a la costa, en cuanto se despojan de la camiseta todo el mundo a su
alrededor se calzará las gafas de sol o someterá sus retinas a un riesgo tan
cierto como innecesario. En pocos días, según su tono natural de piel, mutarán
en carabinero ruborizado, doradito pollo asado o negro tizón.
El (la) guiri: Individuos con poco amor a la vida que
exponen su piel lechosa a los rigores solares sin más protección que las
miradas aterradas de sus vecinos de toalla. Visten camisetas alusivas al lugar,
pantalones multibolsillos y chanclas con calcetines oscuros. Muy vergonzosos y discretos por naturaleza,
pierden todo pudor tras la duodécima cerveza y/o sangría.
3.- Chiringuitos: Mejor exponente del fracaso estrepitoso de
la política penitenciaria española. Asesinos en serie en los fogones,
perpetrando infectos simulacros de paella; traficantes de sustancias no aptas
para la salud tras la barra y amigos de lo ajeno en el servicio de terraza,
componen estas bandas organizadas que, si tuvieran reflejo en el PIB,
representarían un par de dígitos sin despeinarse. También los hay honrados, se
les distingue fácilmente porque la gente desconfía de sus precios normales y no
se acerca.
4.- El señor del acordeón: Igual que te digo una cosa te digo
la otra; si el concepto de reinserción de la política penitenciaria es un
fracaso, el de integración de los discapacitados auditivos es un éxito. Les
procuran un acordeón, un plano de la ciudad y les mandan a practicar. Pasan la
mañana torturando sin piedad a los inocentes turistas con una selección (apenas
reconocible) de los mayores éxitos de la música de los años 60. Aquí nos asalta
una duda (el del acordeón también nos asalta, ojo) ¿Me hago el loco y no le doy un céntimo,
para que se calle, por mucho que insista o de doy unas monedas, él me coge la
matrícula y vuelve cada día a por su subvención? Por cierto, son los mismos
que, en turno de tarde/noche, se trabajan las terrazas de cafeterías y
restaurantes.
5.- Fauna: La latitud donde te encuentres determina con qué
animalitos te vas a encontrar pero, no importa, la ecuación tiene unas
constantes.
Perros: Me encantan los perros pero detesto profundamente a
sus dueños. Acuden en las horas de máxima afluencia y sueltan al animal, con
los riesgos que conlleva: Si es un caniche, de morir aplastado; si es un
mastín, de devorar al abuelo que, inevitablemente, le echará la bronca como si
le entendiera. El animalito, acalorado perdido se mete al agua a refrescarse,
juguetea con las olas, rescata a alguna señora oronda a la que una ola traidora
ha hecho la croqueta y observa con curiosidad mientras un amable policía
municipal multa a su dueño. Ya que lo han multado por existir, suelta un regalo
con apariencia, textura y olor a mierda y se va de la playa con la satisfacción
del deber cumplido.
Medusas: Animal tan deficitario de inteligencia como sobrado
de mala hostia. Flota por la superficie como si fuera un inofensivo residuo
casi transparente y, sin mediar provocación, lanza un latigazo con un tentáculo
urticante de varios metros, que deja escocido para tres meses al pobre inocente
al que le toque en suerte. Así, porque ella lo vale.
Pez Cabracho: Frecuente en las playas del norte, tiene la
fea costumbre de enterrarse en la arena y echarse a dormir. Cuando baje la
marea, cualquier paseante desavisado descubrirá con infinito dolor sus afiladas
espinas dorsales, repletas de veneno, que te dejarán la pierna como una bombona
de butano en cuanto a tamaño, color e inflamabilidad.
Mirón de playa: Espécimen distinguible a kilómetros, se
dedica a babear copiosamente mientras dirige su mirada rijosa a cualquier
mujer, de cualquier edad o condición, que practica el topless o nudismo. Va
armado de un smartphone con el que, con aparente disimulo, hace fotografías a
sus víctimas y que suele, como su dueño, terminar estampado contra el suelo.
6.- Meteorología:
Hagamos un poco el cuñado, que nunca viene mal: El Hombre del Tiempo
(que casi siempre es mujer, por cierto) no tiene ni puta idea. Si pronostica lluvia, hará calor; si
pronostica fresco, hará calor y si pronostica calor, hará mucho calor. Este
dogma es aplicable también a las playas del norte y su leyenda negra. El factor con el que nadie cuenta, y que más
jode, es el viento. No peques de
optimismo al plantar elementos playeros susceptibles de salir volando, si el
viento es capaz de desplazar a buena velocidad un velero de cuatro palos, no
descartes tener que ir a buscar la sombrilla a Ciudad Real.
7.- Niños: Decía un
ilustre filósofo que había que tener cariño a los niños, al fin y al cabo, casi
son seres humanos. Pues eso, casi. En la playa hay que tener presentes varias
verdades incontrovertibles: Si puede hacer el cafre, hará el cafre y, si van en
manada, echarás de menos una invasión de hormigas rojas. Se perderá, tan seguro como que amanece cada
día; las tobilleras dotadas de GPS son algo caras pero útiles, aunque la
criatura desaparezca de tu vista lo tendrás siempre perfectamente localizado,
déjale que se asuste un rato, verás que suave regresa. Mucho ojo si te gusta
correr por la playa, estos cabrones la gozan haciendo agujeros que luego
disimulan con eficacia y cuando tu tobillo cruja en una de estas trampas,
sabrás que tus vacaciones han terminado. Alguna madre sonríe por lo bajini al
leer esas líneas “mi hija no hace esas cosas”, desengáñese, señora, las niñas
tienen, como mínimo, la misma capacidad de hacer daño que los niños, si acaso,
son más taimadas y lo disimulan mejor.
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