Hay verdades que, por su propia naturaleza, son tan
evidentes que nadie en su sano juicio osará nunca a discutirlas. Una es que Rajoy es un tipo muy gracioso,
otra es que tiene la gracia donde las avispas.
Cuando aún rebotan los mensajes de la campaña electoral por
los recovecos internos de nuestro cráneo, vuelven cíclicamente las imágenes de
Rajoy, en mangas de camisa, apoyado en un atril, no como señal de confianza
sino por pura desidia, gritándole al mundo que España era un triciclo gripado
cuando él llegó al poder y ahora es el Halcón Milenario surcando el
hiperespacio. No le falta razón: En su
primera afirmación constatamos que, en 2011, la rueda en la que pedaleábamos
para avanzar era la construcción y se vino abajo tras la crisis de las
Subprimes (cierto) y su segunda afirmación, sencillamente, es una escena de
ciencia-ficción (también cierto).
La maldita realidad se ha empeñado en demostrarnos que
España, esa “locomotora económica cuyos logros asombran al mundo” (quiero el
teléfono del camello de Montoro), va a ser sancionada por la Unión Europea por
el incumplimiento contumaz del sacrosanto déficit y nos invita a preguntarnos
para qué se cambió el 135 y por qué se cambió de esa manera ¿para ajusticiar a
Zapatero? Pero no sólo eso, Bruselas
exigirá, no pedirá ni sugerirá, exigirá a nuestra economía un ajuste (recortes)
de 10.000 millones que sumar a los ya perpetrados a costa de nuestras
castigadas espaldas. A eso le añadimos un desempleo atroz y que los pocos
puestos de trabajo, precario y por horas, que aparecen son tan sumamente
penosos que han conseguido el dudoso honor de tener más cotizantes nominales en
la Seguridad Social y una recaudación netamente inferior a la de 2011, con lo
que el Sistema Público de Pensiones se está viniendo estrepitosamente abajo
para regocijo de las entidades financieras que, lejos de avergonzarse por
perder grandes cantidades del dinero depositado en los Planes de Pensiones (las
nuevas preferentes), vocean envalentonados que son la única esperanza para
nuestra jubilación. El problema es que,
como este tipo de noticias no se publican en el MARCA, el Presidente del
Gobierno no se ha enterado.
Efectivamente, Rajoy es un gran humorista o tiene una jeta
de dimensiones y dureza propias del Monte Rushmore o ambas cosas. Cuando le oigo sacar pecho me recuerda una
imagen evocada por el gran Miguel Gila: La madre emocionada que, viendo la jura
de bandera de su hijo, masculla entre suspiros: ¡Qué bien desfila mi hijo,
todos llevan el paso cambiado menos él!
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