Libérrima interpretación de un humorista gráfico donde podemos observar a Rajoy a punto de conceder sus deseos a Pedro Sánchez y Susana Díaz, ante la atenta mirada de Albert Rivera |
No hace falta tener una memoria prodigiosa para acordarse de
Aznar refiriéndose a ETA y su entorno como “Movimiento de Liberación Vasco” o “hablar
catalán en la intimidad” como desagravio a los gritos en la calle Génova de “Pujol,
enano, habla castellano”. Es lo que el
Partido Popular entiende como no tener líneas rojas (estooo… valga la
redundancia) a la hora de negociar acuerdos de Gobierno. ¿Por qué? Porque lo
importante es ocupar La Moncloa durante cuatro años, abrir los informativos con
el titular: “Fulanito de tal, Presidente del Gobierno” y, como consecuencia,
tener mucho ganado para vencer con mayoría absoluta cuatro años después.
Eso es lo que busca Rajoy en su recién iniciada ronda de
negociaciones con todas las fuerzas con representación parlamentaria. Los líderes políticos, en contra de lo que
algunos piensan, no tienen un pelo de tontos y acuden con un mínimo de cuatro
tomos, lujosamente encuadernados, de peticiones irrenunciables para apoyar su
candidatura a la presidencia. Mariano,
de natural menos rígido que Josemari, está dispuesto a cambiar criterios de
financiación autonómica, política penitenciaria, leyes nuevas o viejas, la Constitución
de 78 o el Catecismo del Padre Astete con tal de volver a encabezar el Consejo
de Ministros; lo demás sólo es cuestión de taparse la nariz con más o menos
dedos.
Ahí radica la diferencia fundamental con las negociaciones
emprendidas por Pedro Sánchez, tras el 20D, para buscar los votos necesarios
para ser investido: Él acudía con las manos atadas, nula capacidad de maniobra,
más vetos que el consejo de Seguridad de la ONU y el corazón dividido entre lo
que el cuerpo le pedía hacer y lo que se vio obligado a negociar por la sagrada
intercesión de Susana Díaz, todo eso sumado a la influencia nefasta de la
esclerosis negociadora de Podemos y el “ni contigo ni sin ti de Ciudadanos” que
nos condujeron al 26J . Probablemente
estén aún a tiempo pero el “sostenella y no enmendalla” de la lideresa andaluza,
que teme perder el apoyo de Ciudadanos y, en consecuencia, su solución
habitacional en el Palacio de San Telmo le condiciona y mucho.
Si por una vez, las fuerzas llamadas de progreso, se
dispusieran a unas negociaciones reales, consecuentes, con criterios lógicos,
viables y, sobre todo, discretas; los esfuerzos de Mariano por abrir el
rastrillo de los deseos quedarían en una extemporánea carta los Reyes Magos sin
más alcance que la infinita imaginación de los humoristas gráficos.
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