domingo, 7 de mayo de 2017

La Revolución que viene


El Apocalipsis será causado por el capitalismo, no por las máquinas” Stephen Hawking

Vivimos, no sin cierta ansiedad, a las puertas de la que será la revolución con más posibilidades de cambiar el mundo que conocemos: La Revolución Robótica. La Revolución Industrial, en el S XIX, y la Tecnológica, a caballo entre el S XX y el XXI, no hicieron más que abonar el terreno para propiciar la era en la que las máquinas nos liberen del concepto actual de “trabajo”.

Curiosamente, el infinito potencial productivo que en poco tiempo ofrecerán los robots, no es sinónimo, per se, de una entrada automática en la “Era del Ocio”, como debería, sino que; como fruto envenenado del Capitalismo Salvaje, que ha colonizado cada rincón del planeta desde la caída del bloque soviético; nos acerca un pasito más al abismo que representa el regreso de la esclavitud.

Las grandes corporaciones, auténticas dominadoras a escala global, son plenamente conscientes del cambio de paradigma y, bien por comodidad, bien por miopía o por ausencia de valores éticos que se salgan de las cuentas de resultados, no obran en consecuencia. Partimos de un concepto en el que, quien dominaba los medios de producción mediante mano de obra y bienes de equipo, obtenía los resultados perseguidos; poco a poco, a la vez por causa y consecuencia de la Globalización, fue el capital en grandes cifras, a menudo intangibles, quien cogió las riendas del destino de la Humanidad pero ahora, en el momento en que se ha revelado una nueva fuerza para culminar los avances del ser humano, se niega a entregar el poder sin sangre de por medio. Esa nueva fuerza es el Talento y es la causa  de que, las herederas del trono mundial, las grandes empresas tecnológicas, remuevan cielo y tierra para localizar y fichar en los lugares más recónditos del mundo los cerebros que garanticen su liderazgo.

Veamos un ejemplo fácilmente reconocible: El ciclo pendular de las estructuras sociales nos ha llevado, desde la noche de los tiempos, a alternar épocas de aparente plácida convivencia con momentos de sanguinarios enfrentamientos a todas las escalas. El amenazante fin de la II Guerra Mundial, con la división del mundo en dos bloques, sin embargo, puso sobre el tablero un concepto desconocido hasta esa fecha: La destrucción mutua garantizada.  Las grandes guerras, como las hemos conocido, tenían fecha de caducidad y, si se producía, la III Guerra Mundial sería muy distinta.  Así ha sido o así está siendo.

Hay quien defiende que, tras varias escaramuzas previas a modo de prueba, la III Guerra Mundial de nueva factura comenzó el 11S con el ataque al World Trade Center y el Pentágono (y otros que no hayan trascendido). Esa nueva manera de golpear al enemigo en su propia casa, de modo indiscriminado, con tácticas terroristas, aplicado a nivel planetario, es una fórmula dañina en el resultado pero su carácter difuso impide el uso de las temidas “Armas Tácticas”.  Para entendernos, ese sería el modelo Capitalista en sus últimos y letales estertores.

Hay quien opina que los, cada vez más frecuentes y profundos, ataques cibernéticos suponen el comienzo intangible de una III Guerra Mundial de consecuencias imprevisibles. Absolutamente toda la gestión de las “Armas Tácticas” está sometida a costosos programas informáticos, aunque la última decisión continúe (aparentemente) en manos humanas. En el momento en que uno de esos ataques logre penetrar al núcleo del botón nuclear, dependiendo de las intenciones del atacante, puede producirse el Apocalipsis o la rendición total.  Para entendernos, esas serían las armas del Talento, que, aunque suene bien, puede estar impregnado de toda la maldad de que el ser humano pueda ser capaz.

En medio de ese fuego cruzado nos encontramos los humildes mortales, profundamente preocupados por sucesivas maniobras de distracción de diferentes formatos y niveles que, a la vez, nos disuaden de movilizarnos, ponen a prueba nuestra capacidad de resistencia y evalúan nuestro Talento para ser útiles a la gestión del Big Data (el nuevo capital) y pasar a engrosar las filas de los privilegiados.

Mientras tanto, en esta traumática transición, en vez de liberar al ser humano de los trabajos penosos y estimular su capacidad para pensar y crear; los viejos/nuevos amos, las utilizan para un abyecto chantaje: o trabajas el doble por la mitad de dinero, o serás sustituido por una máquina que lo hará por la centésima parte de coste y tú te quedarás sin nada.


Algo sí que tenemos seguro: Si los futuros líderes mundiales lo serán por su talento, ninguno será español. Todos los que reúnen capacidades están en la costa sirviendo cerveza a ingleses borrachos.

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