sábado, 18 de noviembre de 2017

Tendrás que acostumbrarte, amigo


El agua llegaba, envolvía mis pies para regalo con su espuma blanquecina y volvía a marcharse. Así una vez y otra y otra… Los inocentes pececillos fueron cogiendo confianza y, al poco, ya jugueteaban entre mis dedos a ver quien era capaz de hacerme cosquillas, incluso, alguno más osado que los demás, emprendió pionero una operación de limpieza de pieles muertas.
Eran unos seres mínimos, de tonos irisados, que bailaban en perfecta armonía una coreografía con pequeños saltos aparentemente discordantes. Las uñas de los pies son duras por definición pero, al cabo de un rato, la humedad las había reblandecido y ponían a su disposición lo que, en términos gastronómicos, se llama elemento crujiente y cada micro bocadito requería de un esfuerzo añadido, que terminaba en retroceso, como las armas de fuego, pero con una pizca de sabrosa queratina asomando por sus escamosos labios.
Me hubiera gustado hacer un leve movimiento de tobillo que los espantara cuando traspasaron la piel y, profundizando, llegaron al músculo, pero fue imposible. Ya me lo habían avisado el resto de cadáveres de la playa Omaha: Tendrás que acostumbrarte, amigo.

domingo, 12 de noviembre de 2017

Imprescindibles


La sintonía del programa venía ilustrada por de una sucesión de imágenes grandilocuentes jalonadas de premios, reconocimientos y sonrisas. El moderador, un ente de energía pura, saludó a la audiencia y les dio la bienvenida a una edición más de su programa favorito: “Imprescindibles”.

Cuando se abrió el turno de palabras, el fuego levantó la mano con insistencia como el niño empollón que se sabe todas las respuestas del libro. El moderador trazó un leve movimiento de cabeza que abarcó toda la mesa y, viendo que no había más peticiones, apuntó con el bolígrafo-batuta a la llama, que bailaba inquieta sobre su sillón ignífugo.

Llevo miles de millones de años sobre la tierra y nadie ha demostrado ser mejor que yo” arrancó su discurso flamígero con voz firme y decidida. Continuó “caliento lo que está frío, cocino lo que está crudo, mato lo que está vivo y doy calidez vital a lo que murió. A ver quién puede decir lo mismo”.

La electricidad, que le dirigía una mirada entre atenta y socarrona, se vio en la obligación de lanzar una centella de atención, casi en defensa propia, y el moderador, que esperaba esa reacción, atendió su demanda al instante.

Esa sí que es buena. A ver, abuelo, que parece que te falla la memoria y que, si no estuvieras tan ocupado en  presumir de méritos que no tienes, recordarías que el primer fuego sobre la tierra surgió como consecuencia de un rayo ¡UN RAYO! y los rayos son electricidad en estado puro; todo lo demás son devaneos de un actor secundario con ínfulas de estrellita”.

Limpiándose como podía los cristales de las gafas para poder ver algo, el moderador dio paso al agua antes que terminara de poner todo perdido de salpicones inquietos.

¿Nadie se acuerda ya que en mi seno se creó la vida, allí se desarrolló y diversificó en el origen de todas las especies? ¿Nadie tiene en cuenta que, si yo quiero, apago el fuego o conduzco la electricidad, o no? ¿Se os ha olvidado que tuve que cubrir completamente la tierra para que un paraje inhóspito se convirtiera en el paraíso que fue después? En serio, es triste que solo reparéis en mi existencia cuando falto…

Estos tres son un quiero y no puedo” Dijo la Tierra recostándose en el respaldo de su sillón “Parece mentira que la una, la otra y el de más allá no sepan a quién le deben todo lo que son, por qué están aquí y la tarea que les he encomendado a cada uno.  Estoy un poco harta de protagonismos vacíos y postureos de salón y me parecéis un poquito osados tirando a suicidas ¿Sabéis de lo que soy capaz y seguís tocándome las narices? Vais a conseguir que me cabree y entonces…

Sin mediar un mínimo gesto, la cámara enfocó al individuo que estaba en el otro extremo de la mesa, él solo susurró.

Soy el cocinero que domina el fuego, el bombero que lo extingue, el electricista que usa la energía en nuestro beneficio, el ingeniero que convierte el agua y la tierra en aliados y sirvientes dóciles, el científico que explora vuestras potencialidades y el informático que prevé vuestras reacciones, sin mí no sois nadie,  porque…”.


Ante las cámaras, décimas de segundo después, el hombre había desaparecido fulminado, calcinados sus restos, disueltos y enterrados. El moderador, con sonrisa meliflua, dio paso a publicidad.