lunes, 30 de octubre de 2017

D. N. I. (Definición Nítidamente Indefinida)


Soy un tipo con suerte: todos los días, en cualquier circunstancia, en toda situación, dudo. Dudo hasta cuando estoy seguro de algo y es de lo único de lo que estoy seguro, de mi compromiso con la duda.

Hace unos años, felizmente superados, afrontaba la vida rezumando seguridad, todo lo sabía y ejercía ese magisterio con generosidad, con la certeza del beneficio que mi sabiduría aportaría al devenir de la humanidad. Ya no.

Tampoco es una reacción enfermiza, no creas; sé que amanece cada día del mismo modo que soy consciente de que anochecerá; que, así como nacimos, moriremos y que respirar a cada poco es necesario.

Me importa que te importe, que me tengas en cuenta tal y como yo hago contigo, que tu influencia me mejore como ser humano y, confío, la mía contribuya algo a la hora de construir un mundo mejor.

Todo lo demás invita a pensar; quiénes son los buenos y quiénes los malos, suponiendo que el bien y el mal existan o, quizá, solo sean el reflejo llevado al extremo de lo que nos han enseñado en la infancia.

Creo que soy buen tío y me gusta estar rodeado de gente que parece mejor que yo; vivir en sociedad implica relacionarse con todo el mundo pero, pudiendo equivocarme, aparto de mi lado a quien lejos de sumar, resta.

Podré acertar o podré equivocarme, podré gustar o disgustar, intentaré transmitir buen rollo aunque, como todo el mundo, tenga mis días malos;  pero procuraré seguir una premisa: No hacer daño.

Cuando me toque dejar el sitio a otro, deseo ser recordado por lo que hice, lo que creé y la huella que hubiera dejado en los demás pero, siempre, invitando a la sonrisa. Para sufrir ya nos zarandean de sobra por ahí fuera.



sábado, 21 de octubre de 2017

No nos hagamos líos:


Que el PP vulnere sistemáticamente la ley no autoriza a hacerlo a otros, por muy autolegitimados por sí mismos que se erijan.
Que el PP sea un partido corrupto, especializado en cortinas de humo de distraigan las narices ajenas del tufo que desprenden, no significa que en Cataluña no exista una trama criminal, alrededor del célebre 3% para quienes la famosa "independencia" supone salvarse de un futuro judicial muy negro. Por eso la promueven.
Que seamos demócratas irreductibles no nos debe distraer de las garantías democráticas que debe tener cualquier votación y que se inclumplieron sistemáticamente durante la jornada del 1 de octubre, hecho que anula cualquier validez que se quiera dar a unos resultados falseados.
Que creamos y defendamos (desde hace años) la necesidad de la realización de un auténtico referéndum en Cataluña no lo legaliza. Lo legaliza que apoyemos (votemos) a quien propone un cambio legislativo que adopte ese y otros cambios en la Constitución.
Destesto que existan las cárceles por lo que conllevan, pero mis convicciones personales no santifican los delitos que otros puedan cometer y que están tipificados como tales y, en consecuencia, acarreen unas penas de prisión u otro tipo de castigos.
Que otros vociferen o susurren o canten o escriban sus ideas y opiniones no anula las mías. Somos lo suficientmente mayorcitos como para escuchar a unos y otros, analizar sus argumentos y sacar nuestras propias conclusiones que, a veces, coincidirán con las de otras personas y a veces no. No voy a comprar una opinión porque la diga fulanito ni voy a rechazar otra porque provenga de menganito.
Prefiero pensar yo y decir lo que pienso. Si te gusta, me vale; si no te gusta, también me vale. Lo único que te pido es que hayas llegado a tus propias conclusiones por ti mismo y que no te pierdas el respeto a ti mismo repitiendo consignas en las que no crees.
Todo lo demás es hacerle el caldo gordo a alguien, de los unos o de los otros, da igual. Nunca te tendrán en cuenta.

jueves, 12 de octubre de 2017

Un armario es un armario


“Un armario es un armario”, sentenció Felip con el gesto solemne como quien, sin darse importancia, ha soltado una de esas perlas filosóficas que perduran en el tiempo. Su frase igual valía para darle toda la relevancia que un armario pueda tener, en tiempos en que escasean los espacios donde colocar ordenadamente las cosas o, por el contrario, despojarle de todo valor por encima del que puedan atribuirse a unas cuantas tablas afortunadamente colocadas.

Quienes le conocen ya están acostumbrados a los arrebatos metafísicos de su amigo y, todo lo más, se limitan a arquear una ceja como acuse de recibo del mensaje. El caso es que, en cualquiera de sus interpretaciones, un armario era, sin duda, un armario y eso simplificaba mucho la vida. Podría usarse para guardar ropa, trastos, papeles, herramientas u otras cosas que, sueltas por ahí, mostraran tendencia al deterioro, el desorden o el extravío. También se usaban para separar ambientes en espacios muy grandes, a modo de muros móviles que podían colocarse ad-hoc o, incluso, una expresión útil para referirse a un bombero de espaldas. En todas las opciones “un armario era un armario” pero, a lo que aludía Felip, era a ese escondite figurado donde se parapetan quienes creen que tienen algo que ocultar al mundo, una realidad que piensan ominosa y que provocaría que el vulgo les señalase con el dedo. Es decir, por formular completo su razonamiento: “un armario es un armario y quien está dentro no está fuera”.

Todo este caudal de sabiduría desbordada venía al hilo del asunto de moda en todos los cenáculos, ágoras, cónclaves, conciliábulos y demás reuniones esdrújulas celebradas y por celebrar: Cataluña y su república con seis velocidades, freno y marcha atrás; y la postura adoptada por el jefe de Felip, un catalán, catalán, descendiente por línea directa de Guifré el Pilós, rodeado por tierra mar y aire de entusiastas patriotas del soberanismo, afiliado a la extinta CDC desde sus orígenes y conocedor por la vía directa del asuntillo del Tres Per Cent.

Biel, nombre por el que respondía el interfecto, tenía un secreto inconfesable: Le atraía todo lo español como la sangría infecta de chiringuito a un guiri borracho. Lógicamente evitó confesárselo a nadie aunque, los más cercanos, ya le habían sorprendido en más de una actitud sospechosa; tarareando inconscientemente a Manolo Escobar, tomando un rebujito en la Diada, cantando para sí los goles de la selección española o, lo más grave, moviéndose en el corro de la sardana con pasos de pasodoble.

Biel,  cuya traducción al castellano es Gabriel; tenía, buscándole tres pies al gato, el nombre más apropiado: Era Bi (prefijo que significa dos) y él, es decir, había dos él: el público, catalán de pura cepa y el oculto, más español que la catedral de Burgos. Entre ellos vivían en perfecta armonía y, aunque incurrían en pequeñas contradicciones, por lo general se complementaban como las piezas de un puzzle.  Su ambición secreta era la de trasladar al conjunto de la sociedad su experiencia interna y sacar todo el jugo posible a esa necesidad mutua inconfesada entre Cataluña y España. Fue avanzando metro a metro hacia el núcleo de los círculos de poder y ocupando discretamente puestos de creciente relevancia, hasta conseguir entrar el en Govenrn, Conselleria de Territori i Sostenibilitat, ahí es nada, justo lo que él, Biel, buscaba.

Armó su estrategia y fue estrechando contactos hasta tejer una red secreta de fieles que abarcaba a los ganaderos desde el Pirineo hacia el sur y los agricultores y regantes desde el oeste hasta la costa. Con todos ellos probó en persona su fórmula y comprobó su eficacia, a los pocos meses tenía a todos rendidos a sus pies. Era el momento de preparar su salida del “armario” y seducir a todos los catalanes con la revolucionaria idea de la convivencia y colaboración mutua. Cada ramader y cada pagès del país tenía en su poder una garrafa de 5 L de un líquido misterioso que, a la orden oportuna, debería verter en el caudal de agua más cercano, de modo que toda la población consumiera una cantidad, aunque fuera mínima de aquella sustancia, que despertaría en su cerebro el ansia de convivir y desterraría cualquier atisbo de conflictividad identitaria. Si sus pruebas de laboratorio eran acertadas, en el plazo de 30 días tendría de su parte a todos los catalanes que bebieran agua (se estimaba que cerca del 100%) y se terminarían los problemas… y utilizando su red secreta dio la orden.

La escasez de agua potable, provocada por una sequía que ya duraba demasiado y agravada por la evaporación excesiva de un calor sofocante, obligó a tomar decisiones drásticas: Había que poner en marcha el panel de desaladoras instaladas por toda la costa, llenar de agua desalada todo el conjunto de depósitos cercanos y no tan cercanos a la costa y usar el escasa agua corriente y embalsada para el regadío de una producción agrícola que agonizaba. Él mismo, forzado por la situación, las propuestas de sus técnicos y altos cargos y ordenado por el President, firmó la orden de ejecución del Protocolo de Sequía Extrema…

Treinta día más tarde, todos los vegetales que existían en Cataluña necesitaban integrarse en una sana convivencia con los que había en el resto de España, toda la cabaña ganadera balaba, mugía, gruñía o piaba siguiendo los acordes de la Marcha de Granaderos y los deliciosos frutos de la huerta leridana habían adquirido unos sospechosos tonos rojigualdas.

El 1 de octubre amaneció como estaba previsto en la Hoja de Ruta del Procés, y con Biel repitiéndose a sí mismo que, dentro del armario, no se estaba tan mal; se asomó a la ventana y vio una Meridiana sembrada de arriba a abajo de esteladas pero, eso, ya es otra historia.





domingo, 8 de octubre de 2017

10 flashes dominicales debidamente etiquetados


Una semana después de 1 de octubre, empiezan a sacar el cava de la nevera, hace falta sitio para guardar litros de tila. #Nervios

El “procés” ha tenido un efecto demoledor en nuestra visión de las cosas: Todo el mundo habla de Cataluña y nadie de corrupción. A ver si todo esto ha sido…
… no, no creo, es demasiado retorcido incluso para ellos.  #Vértigo

Como se sigan yendo empresas de Cataluña, España se va a llenar de xarnegos. #Sarcasmo

Nuestra particular Guerra de las Banderas solo puede tener un ganador: Los Chinos. #Negociantes

La tecnología se ha vuelto tan dominante en nuestras vidas que, si miras a alguien a los ojos, retrocede desconcertado. #Antisistema

El Ministerio de Hacienda se plantea recuperar el Impuesto sobre el Lujo y aplicárselo a la lluvia. #Desertización

Haber nacido en la década de los 60 tiene su coña: Ni fuimos los que hicimos la transición (éramos muy jóvenes) ni somos quienes pilotaremos los cambios que se esperan (somos muy viejos) pero los unos y los otros nos tienen como apoyo. Echar una mano es un acto revolucionario. #Reivindicación

He invertido un buen pellizco de mi sueldo en palomitas de maíz y me han regalado una entrada para el cine. #Abuso

Discutir acaloradamente (o llegar a las manos) por rivalidad futbolística es como pelearte por qué es mejor, el Nesquik o el Colacao. Ambos buscan ganar dinero sin importar el daño que hagan a nuestra salud (mental o física). #Calzador


Tres años después de su salida de Ferrari, Fernando Alonso ha conseguido durante este tiempo, exactamente, los mismos títulos que Sebastian Vettel.  #Números

sábado, 7 de octubre de 2017

Es la economía, estúpido


La independencia de Cataluña era una buena noticia para unos y una mala noticia para otros pero que, tras un proceso discutido y discutible y un simulacro de votación que dejó mucho que desear, la hoja de ruta independentista tenga freno y marcha atrás por culpa, única y exclusivamente, de los movimientos del entramado financiero, no es una buena noticia para nadie.

Podemos hablar de la racionalidad como el bien más escaso en ambos bandos, de la visceralidad como el triste y solitario argumento de los vendedores de banderas, del oportunismo como elemento más buscado a la hora de esconder el futuro penal de unos y de otros por su afición de meter la mano en la caja, de la inocencia de quienes han “comprado” con ilusión la (falsa) idea de controlar su propio futuro, de la rentabilidad de una posición estratégica para hacer valer sus propuestas minoritarias con rango de ley o de un equivocado sentido de la autoridad para usar una fuerza desmedida para disimular su falta de criterio democrático. Podemos hablar de todo eso pero la auténtica verdad nos la chivó un tal Bill Clinton hace 25 años: “es la economía, estúpido”.

Podemos constatar todas nuestras sospechas: vivimos una distopía donde, bajo la apariencia lustrosa de una democracia formal, es el dinero el auténtico amo y señor de nuestros destinos, vidas y haciendas.  A quienes se nos encendieron todas las luces de alarma con la celebrada caída del Muro de Berlín, nos sirve de poco tener razón pero, al menos, tenemos la certeza de que nuestra capacidad de análisis crítico no está atrofiada del todo.

Que, quien controla las llaves de la caja de caudales, haya decidido que no le gustan las aventuras pretendidamente identitarias solo significa una cosa: que considera amortizados a unos fieles servidores que se pasaron un poquito de la raya fijando la cuantía de sus comisiones y, por tanto, como han atentado gravemente contra la gallina de los huevos de oro, ya pueden ir eligiendo un penal de 5 estrellas donde cumplir sus testimoniales condenas. 

El resto del llamado “Proces” quedará dentro de pocos años en una anécdota con dos trayectorias, como la famosa cornada de Paquirri: Apenas supondrá una mínima reseña en los libros de historia que desaparecerá con el tiempo y habrá hecho ricos a los fabricantes y vendedores de “esteladas” mediante contenedores de billetes de curso legal europeo que ya viajan ufanos hacia destinos orientales.


Los imaginativos creadores de “memes” se equivocaron de personaje, sacralizaron a Piolín cuando el protagonista era el Tío Gilito…

miércoles, 4 de octubre de 2017

Yo también me quiero independizar


No es la primera vez que lo digo ni creo ser el primero que lo dice, pero no ser original no significa no tener razón:

Yo también me quiero independizar.

Me quiero independizar de un grupo de impresentables, ya veremos con el tiempo si también delincuentes, que han avalado con su acción u omisión desde el Gobierno una estafa de dimensiones cósmicas, a la sombra de la mal llamada crisis, que ha hecho desaparecer 300.000 millones de euros por el sumidero de la banca, entre rescates tácitos y explícitos, que no vamos a volver a ver. La gracia de volatilizar un 30% del PIB nos da un síntoma de la fortaleza de este país, que todavía no se ha hundido, y de la docilidad ovina de sus habitantes que, desconozco por qué oscuro sortilegio, siguen votando a esta gentuza y de la sumisión de la Justicia que ha sumado a su tradicional venda en los ojos, unos tapones para los oídos y una mordaza para la boca, no se sabe si por impericia (malo) o connivencia (peor).

La desaparición de ese dineral se ha llevado por delante como un huracán de fuerza 5, a todas las pequeñas y medianas empresas que trabajaban con la administración en cualquiera de sus escalas. Como un pez que se muerde la cola, el frenazo en seco de los créditos paralizó la financiación de la construcción, con millones de empleados con poca o nula formación que fueron a la calle y que se unieron a los despedidos por el cierre de empresas, dibujando un desolador panorama que se acercó a los 5 millones de desempleados en los años más duros.

El resto de países de nuestro entorno, con una banca menos cleptómana que la nuestra, también sufrió el revolcón de la crisis financiera pero, según tocaron fondo, se recuperaron con fuerza. España no, aquí la CEOE dictó al oído de Rajoy una reforma laboral (involución laboral) que liquidó innumerables derechos, consolidó la precariedad como modus operandi habitual de chantaje al trabajador que, o traga con la miseria que le ofrecen, o se queda parado de por vida, y tuvo la desfachatez de presumir de crear puestos de trabajo cuando, lo único que hizo, fue convertir cada empleo de calidad en 3 o 4 precarios por la mitad del salario.

Pagar sueldos de miseria tiene dos consecuencias palmarias: Tener trabajo no significa dejar de pasar hambre y, además, las cotizaciones a la seguridad social son ridículas, con lo que el sistema público de pensiones, muy deficitario por su estructura piramidal, queda al borde del colapso. El Gobierno, como es su costumbre, lejos de arbitrar medidas que corrijan el déficit gravando el sistema financiero con un minúsculo porcentaje por cada operación bancaria o bursátil, cierra el círculo de la infamia promocionando unos ruinosos planes privados de pensiones, que suponen otra inyección de dinero para quien causó el agujero por el que se despeñó nuestra economía: La Banca.

Ya de paso, como las cuentas del Estado están bajo mínimos, el sistema público de salud es sometido a una cura de adelgazamiento brutal, del tipo “las vacas flacas se declaran en huelga de hambre”, cómo no, favoreciendo la apuesta por las compañías privadas de servicios sanitarios, muy prestas a poner la mano para cobrar al usuario y a la administración y más rápidas aún para derivar a la pública cualquier patología que no se resuelva con una radiografía y un tratamiento médico al uso.

La enseñanza pública ha sido otra víctima de el expolio sufrido, con despidos multitudinarios de profesorado, que han propiciado ratios propias de los años 70, desinversión flagrante y, como contraposición, un aumento descarado del dinero de todos para la enseñanza privada y concertada con una importante parte del pastel en manos de una Iglesia Católica insaciable cuando se trata de devorar recursos públicos.

Buena parte de ese rico dinerito que voló, lo hizo hacia bolsillos de los propios gestores que debían velar por su buen uso, propiciando el mayor ejemplo de transversalidad que podamos conocer: Pillaron pasta de la obra pública, obra privada, empresarios, sanidad pública, sanidad privada, enseñanza pública, enseñanza privada, medios de comunicación, compañías energéticas, y, sobre todo, la Banca.

Pues de todas estas tropelías son de las que me quiero independizar. Presumir y sacar pecho de haber nacido en no sé qué país, región, provincia, ciudad, barrio, calle, número o piso tiene poco que ver con la racionalidad y mucho con las vísceras, da lo mismo si nos referimos al ansia de latrocinio perpetrado desde Madrid, Cataluña, Andalucía, Asturias, Baleares, Murcia o cualquier otro rincón donde habiten los aficionados a la rapiña.

No quiero independizarme de la buena gente, me da igual donde viva o que idioma hable; no quiero independizarme de quien se gana la vida honradamente porque las banderas no dan de comer. Quiero ser independiente de todos los chorizos que en este país pululan por cada rincón susceptible de llevarse algo entre las uñas, y no quiero hacerlo yéndome yo, lo que pretendo es echarles. Así, sin contemplaciones.