domingo, 30 de julio de 2017

Hip, hip ¿Hurra?


Hip, …, hip, … hip, …

Si no fuera por este hipo ingobernable, tendría una digestión feliz. Más o menos como dicen que son los últimos días de embarazo: La tripa hinchada, sin un milímetro más de capacidad aprovechable, movimientos torpes a cámara lenta, imposibilidad de adoptar 9 de cada 10 posturas que permite el cuerpo humano y abotargamiento general… pero nadando en un mar de endorfinas que otorgan a la vida una sensación de placidez sin comparación. Vamos, que si ahora explotase una bomba nuclear, me daría gustito por la sensación de calidez que percibiría…

Hip, …, hip, … hip, …

Mi amigo Pedro, varado en el otro extremo del sofá, trata de encontrar hueco para un refrescante café con hielo pero no lo encuentra, con lo cabezota que es no descarto que termine esnifándoselo, porque si dice que se va a tomar algo, lo hace aun a riesgo de su vida y, si no, que le pregunten al camarero del garito de ayer, que se apostó la cuenta a que Pedro no se clavaba 20 gin tonics, de esos con ensalada y todo que sirven ahora y perdió estrepitosamente, 22 se metió para el cuerpo. Lo único que se le entendía al Pedro vegetaetílico que volvió tambaleándose conmigo al hotel fue: “No había comido tanto verde en mi vida…”

Hip, …, hip, …, hip, …

Estos cocineros tan buenos deberían estar prohibidos, cogen un puñado de alpiste para los pájaros, estopa de esa de los fontaneros y un despojo de carne que despreciaría un buitre hambriento y, ¡Tachán! Te sirven una delicia que terminas lamiendo el culo del plato por fuera. Y eso en los entrantes, el primer plato, el plato fuerte y, redoble de tambores, unos postres de morir de hiperglucemia gozosa. Así pasa, que mi mujer está mosqueada porque dice que con la humedad del mar encoge la ropa. Qué gracia tiene la jodía, que encoge la ropa. Lo único que encoge es la tarjeta de crédito, que cualquier día se me va a fundir en la mano como un tranchete.  Qué mala vida le estoy dando…

Hip, …, hip, …, hip, …

Dicen que el hipo se quita con un susto. Para nada; si no he palidecido de pavor al ver la cuenta, no lo haré en mi vida, pero, ¡qué coño! ya tengo once meses para andar mirando los precios, ahora voy a pulir hasta el último céntimo de los ahorros. Pensándolo bien, dicen que el hipo es una descompensación de ritmo entre los músculos que expanden y contraen la caja torácica para respirar y los movimientos del diafragma que los acompañan y complementan y que produce esa contracción incontrolada tan molesta y si se contrae es que algo de hueco me queda ¿no?. También dicen que el hipo se quita bebiéndose un vaso se agua sin respirar. No sé, un vaso de agua no me cabe pero probaré a beberme sin respirar un chupito de orujo de hierbas, a lo mejor…

Hip, …, hip, …, hip, …

Buenooo, ahora vienen los de Bilbao a buscarnos; parece ser que entre todas las bravuconadas de anoche, les desafiamos al mus con chulería, soberbia y el recochineo descarado con que se hacen esas cosas, recogieron el guante y llegan con ganas de cobrarse nuestras cabezas como trofeo. Les digo que me es imposible, que con este hipo cabrón no voy a poder hacer una seña en condiciones o, lo que es peor, va a parecer que estoy haciendo señas todo el rato y, ya sabes, en el mus puedes mentir todo lo que quieras con palabras pero hacer señas falsas está muy penado. Se han quedado pensándolo y asienten con la cabeza, saben que tengo razón.  Cuando estamos quedando para otro día, ya con más humildad, noto con alarma que se me ha pasado el hipo y, maldición, ellos también se han dado cuenta…



viernes, 28 de julio de 2017

No aguanta más...


Ministerio de Asuntos del más Allá 
Secretaría General de Seres Benignos
Sr. Jefe de Negociado de Hadas Madrinas

Muy estimado jefe:


El motivo de esta carta no es otro que el de comunicarle mi intención irrevocable de dimitir de absolutamente todos los cargos que ostento y renunciar a los bienes que, en usufructo, me fueron confiados en función de mi rango para un mejor desempeño de mis tareas.  Esta renuncia está motivada por las causas que a continuación enumero:


1.- Constante disminución de mi actividad debida a las, prácticamente ninguna, solicitudes de mis servicios por parte de los niños y niñas de todo el mundo.  Tengo la terrible impresión de que mi papel ha sido usurpado por un invento malévolo digno de una mente perversa que ellos llaman televisión y mis dudas casi desaparecieron cuando vi a una hermosa niñita que lloraba en un parque, me acerqué a consolarla y, como manda el reglamento, le ofrecí tres deseos, ella abrió mucho sus ojos y dijo: -Ya lo sé, un huevo Kinder-  Y ella tuvo que consolarme a mi.

2.- Una increíble merma, para mi gusto, en la calidad de las peticiones:  Ese espíritu romántico que presidía cada demanda de mi ayuda se ha convertido en un canto al pragmatismo más ortodoxo.   Ej.:  Después de varios siglos consiguiendo con éxito la asistencia al baile de adolescentes pobres con madrastra odiosa, ahora me piden una camiseta firmada por el cantante de moda, que suele ser un melenas malencarado, sin ninguna educación y rodeado de matones.

3.- Unos medios obsoletos para la práctica de mis funciones;  Sus cualidades estéticas no han dejado de ser espléndidas, distinguidas y hasta espectaculares pero me han causado más problemas de los que han resuelto, para las llamadas desde el campo ha resultado atractivo acudir con mi atuendo tradicional (salvo aquel desagradable incidente de "El Escorial" donde me confundieron con la Virgen), pero ya me gustaría a mi ver a la diseñadora de vestuario desenvolverse a las ocho de la mañana, en un vagón de metro abarrotado ataviada con el vestido blanco de gasa, el tocado de trenzas en espiral lleno de perlas, el gorro de cucurucho y pañuelo largo en la punta además de la célebre varita mágica brillante con el final en forma de estrella.  El lío de la cola del vestido en los tornos de la entrada no tendría importancia si, después, consiguiera resultar creíble pero es que ya me he tenido que esfumar dos veces de los guardias de seguridad.

4.- Los vertiginosos cambios políticos que se están produciendo en el mundo están terminando rápidamente con el, otrora, cuantioso número de Príncipes Azules.  La proliferación de repúblicas de nuevo cuño me obliga a tener que buscar mis candidatos en lugares ignotos del planeta con el riesgo de no dar siempre con el hombre ideal.  Famoso fue el caso de una campesina que mordió una manzana procedente de los restos de serie de la Bruja Mala y quedó profundamente dormida durante cincuenta días y cincuenta noches, los padres, gente sagaz, sospecharon algo extraño y me pusieron a trabajar.  Busqué infructuosamente por todas partes y al fin encontré un viejo príncipe pigmeo, ya desdentado y calvo;  Cual no sería la impresión de la muchacha al despertar tras el beso reglamentario que corrió a comerse el resto de manzanas.

5.- Ausencia de la más elemental cobertura legal, lo que crea problemas de indefensión ante denuncias, demandas, querellas o cualquier otra causa que pueda instruirse judicialmente contra mí. Recuerde los altercados con Greenpeace o las denuncias del SEPRONA a causa de la conversión de ranas verdes en príncipes encantados.  La indemnización al Lobo de Caperucita tuvo que salir de mi bolsillo, la agresión de la madrastra de Cenicienta quedó impune y para qué hablar de la demanda por plagio de la fábrica de muñecas Famosa con su Nanci Hada;  Siempre estoy sola ante el peligro.

Por las razones reseñadas y alguna otra de índole personal como pueda ser el cansancio acumulado durante mil trescientos cinco años de trabajo diario, sin unas míseras vacaciones, así como el hecho de que durante todo ese tiempo sólo he trabajado con niños o adolescentes y debe reconocer que eso quema un poco. Al mencionado cansancio habría que añadir una cierta dosis de hastío, aburrimiento, fastidio, disgusto, tedio, repugnancia, desgana, aborrecimiento, fobia, animadversión, tirria, manía, malquerencia, hostilidad, abominación, rencor, inquina, saña, aversión, encono, ojeriza y, en suma, odio a todo ser humano con una edad inferior a cuarenta años.

Espero que sepa comprender las razones que me han abocado a tomar esta decisión que, reitero, tiene carácter irrevocable, en su momento les mandaré mi nueva dirección para, en el último favor que le pido, gestionen la pensión que me corresponda y la remitan a mi domicilio.  He conocido a un chico majísimo, un tal Herodes y vamos a vivir juntos.

Atentamente,
El Hada Buena.





miércoles, 26 de julio de 2017

Del odio al amor hay un paso


Los que tenemos la obligación/afición de salir a trotar por ahí sin mediar provocación externa, aprovechamos unas horas muy razonables de las mañanas veraniegas para salir a corretear, sin poner en peligro nuestra integridad física ni mental con esos calores asfixiantes que apretan y mucho un poco más tarde. El rato entre las ocho y las ocho y media me parece particularmente agradable porque no necesitas darte un madrugón a la hora que se está más a gusto en la cama, y, cuando regresas, ya ha subido algo la temperatura, con lo que aceleras con gusto pero, sobre todo, no hay moscas. Deben estar todavía durmiendo o desayunando o calentando músculos o leyendo el periódico…, yo qué sé, el caso es que no dan por culo con esa pesadez contumaz de que solo son capaces las malditas moscas.

Hoy ha sido de esos días en que te levantas con aparente normalidad a la hora de siempre, haces lo mismo de siempre y cuando vas a salir, como siempre, miras el reloj y has debido tener un viaje astral o algo así, porque es casi media hora más tarde de lo habitual y no sabes cómo ha sido. Preso de estupefacción, me he calzado las zapatillas y he empezado el trote mañanero con algo más de calor de lo normal.  La primera mitad del recorrido ha sido tan agradable como siempre, por una zona umbría entre pinos, con leves cuestas para arriba o para abajo que amenizan mi deambular por el campo. Rompí a sudar, como de costumbre, hacia los quince minutos de carrera y ahí empezó todo a torcerse porque, al poco rato de la aparición del sudor, apareció ella, la “mosca cariñosa”.

Decir que se empezó a emplear a fondo en mi rostro y los diferentes orificios que lo adornan, sería un pálido eufemismo. Decir que mi pelo sudoroso supuso para ella un apasionante parque temático, sería no hacerle justicia. Decir que los pliegues mojados de mi cuello fueron los toboganes por los que se lanzaba hasta aterrizar en el elástico de mi camiseta no reflejaría verazmente la realidad. El dichoso insecto díptero se lo estaba pasando como en su vida mientras yo trataba de mantener el ritmo de la respiración, acompasado con las piernas, a la vez que manoteaba furiosamente en su busca, sin resultado. Incluso, en más de una ocasión, creí haber escuchado alguna tímida carcajada. La muy cabrona se estaba partiendo el culo a mi costa.

La vez que se coló por dentro de las gafas de sol me obligó a parar, quitarme las gafas, jurar en arameo un par de maldiciones dizque bíblicas y recuperar el paso mecido por el zumbido que, ahora, buscaba con curiosidad felina mi oído interno. Estaba ya encendidito perdido, al principio creí que me dejaría en paz cuando saliera de su zona, no fue así; luego que se cansaría de tanto revoloteo a toda velocidad, mala suerte, el bicho estaba en una envidiable forma física; después confié en cruzarme con otra persona, animal o cosa que llamara su atención, ni de coña, se estaba trabajando un monográfico o un estudio pormenorizado o una tesis sobre mi anatomía. No me dejaba tranquilo ni a sol ni a sombra, hasta tal punto, que yo tenía ya ensoñaciones sobre que se venía conmigo hasta casa, yo cogía el bote del insecticida y no la rociaba con él, no; la sacudía con el mismo bote hasta dejarla reducida a partículas subatómicas.

Embebido estaba en esos pensamientos asesinos cuando, enfilando la avenida que conducía a mi hogar, lo vi. Al principio no reparé mucho en su presencia pero, a medida que me iba aproximando a él, mi mirada lo enfocó con creciente precisión y fui consciente de que nuestra atención era recíproca. Era un vencejo adulto que estaba, bajo el alar de una marquesina, apoyado en su nido, del que asomaban y desaparecían tres pequeñas cabecitas que emitían un chillido estridente. A medida que me iba acercando se fijó en mí y, al llegar casi a su altura, emprendió el vuelo, remontó en el aire, realizó un giro vertiginoso seguido de un picado fulgurante y, prácticamente rozando mi desavisada nariz, hizo desaparecer de este mundo la mosca que llevaba torturándome toda la mañana. Mi primera reacción fue de alivio pero, mira tú por donde, después comencé a echarla de menos. Qué le voy a hacer, soy un sentimental y ya la había cogido cariño…




viernes, 14 de julio de 2017

Rebajas en la sección de Electrónica


“Hay que hacer algo con ese abuelo de blanco, lleva durmiendo desde que abrimos esta mañana y no tiene pinta de querer despertarse”, afirmaba  por el teléfono con voz nasal, muy de teleoperadora, la dependienta de la sección de electrónica. Cuando ella entró de turno ya estaba ahí, en una discreta butaca, al lado de los ordenadores portátiles, con unos cascos por los que no salía sonido alguno, enchufados a los oídos. “OK, allá voy”, terminó de escuchar y colgó el auricular.

Se acercó muy profesional y lo zarandeó suavemente, como evitando hacerle daño. El anciano abrió tímidamente los ojos y parpadeó repetidamente, buscando acostumbrarse a la luz, la clásica luz indirecta de los grandes almacenes. Miró desconcertado a la muchacha primero y a su alrededor después; no sabía dónde estaba, ni cómo se llamaba, ni qué día era y se le notaba en la cara de estupefacción. Instintivamente, trataba de abrir mucho los ojos, que habían ido empequeñeciéndose con los años, para que le entrara más información y poder ubicarse correctamente. Ojalá hubiera sido tan fácil, intentó hablar y ni siquiera eso podía.

La vendedora no pudo ocultar su preocupación, no sabía qué hacer y volvió a llamar pidiendo ayuda y, haciendo honor a su fama merecida, el equipo de socorro no tardó en aparecer más allá de dos minutos.

Para preservar su intimidad, desplegaron un biombo portátil que les permitía trabajar a salvo de las miradas indiscretas de los curiosos que se iban reuniendo alrededor. Al cabo de media hora, recogieron sus bártulos y dejaron al hombre sentado en el mismo sillón pero en actitud más despierta; algo lento de reacciones quizá, pero plenamente consciente de la realidad, la suya y la ajena.

El responsable del equipo de socorro mandó a sus compañeros a la base y se quedó en el mostrador, con la dependienta, rellenando el parte de trabajo. Ella, aún asustada, preguntó qué había sucedido. “Nada”, respondió él, “que este es un modelo que se nos había quedado perdido en un rincón del almacén durante varios años, sin sacarlo de su embalaje original, y ha ido quedándose obsoleto con la memoria vacía y la batería en stand by. Cuando llegó aparentaba ser un hombre joven pero su interfaz ha envejecido con él. Tiene intactas todas sus cualidades de fábrica pero no tiene las prestaciones de los modelos actuales, por eso está muy rebajado de precio. Si yo tuviese sitio en casa me lo llevaba, es ideal para cuidar a los niños o mandarle a hacer recados y está tirado de precio; imagino que lo vendrás enseguida, porque por ese dinero es un regalo”



domingo, 9 de julio de 2017

De la obligación y la devoción


Estos son mis momentos favoritos, te veo tumbada ahí, completamente desnuda y entregada.  Trato de apartar la mirada de ti pero es imposible, tu imagen está presa en mis ojos y un torbellino recorre mi espalda;  cuando rozo tu piel tengo que hacer un gran esfuerzo para no abalanzarme apasionadamente sobre tu cuerpo porque lo nuestro es la sutileza, la tuya y la mía, jamás me hubieras consentido la grosería como muestra de pasión y ese tampoco es mi estilo.

Comienzo por tus pies, acaricio sus dedos uno a uno, con detenimiento, haciendo una parada ceremoniosa en cada pliegue;  a continuación dejo descansar el pequeño pie entre mis grandes manazas y lo masajeo con firmeza inundándolo con mi calor, esas plantas tan frías deben ser terribles en la cama, puestas sobre el estómago en una noche de invierno.

Los dedos, ansiosos por avanzar sobre tus piernas se han aferrado ya a los tobillos pero yo los obligo a retroceder y frotar las leves durezas de los talones.  Lo que os hacen sufrir los zapatos a las mujeres.

Mientras pensaba en la tortura del calzado mis manos han aprovechado el descuido trepando con suavidad hacia las pantorrillas con un roce suave, casi imperceptible, que transcurre del empeine a la rodilla y del talón al interior de tus muslos.  Por cierto, que graciosa resulta la sensación de percibir el tenue pinchazo del vello que asoma por algunos poros.

Una vez instalado sobre tus rodillas, resulta ya imposible contener el galope de mis dedos buscando el vértice de los muslos y, en un ejercicio de masoquismo, castigo a mis ojos a hacer el recorrido contrario buscando cada matiz que me hable de ti y veo las uñas de los pies pintadas de rojo intenso, te gusta ir descalza.  En la blanquecina piel de las espinillas se aprecian las huellas de una infancia alegre y en el marfil de tus corvas unas pequeñas venillas moradas proclaman tu reciente maternidad.  Y sigo estudiando cada peca, cada señal, como si quisiera aprenderte de memoria.

Las manos no tienen sentimientos y, mientras me emociono observándote, mis dedos juegan al escondite en tu pubis.  Que suave y sedoso es este vello y, a ambos lados de tu hendidura, una pelusilla rubia que, con la luz, forma un halo de magia.  El olor del jabón amortigua el natural, almizclado, excitante y turbador.  Siento tentaciones de ir a por los trastos de afeitar pero no lo voy a hacer, no soy un pervertido.

Con la pena del soldado que abandona su casa rumbo a la batalla, mis manos siguen vientre arriba, palpando a cada instante, a cada paso y cuando, con parsimonia descubren la perfección de tu ombligo, comprenden que ya han pasado el punto sin retorno y no habrá lugar para el arrepentimiento, la morbidez de tu cuerpo obliga a un trabajo concienzudo.

Y de la cintura paso a tus manos y mis dedos, al encontrarse con los tuyos aprenden lo que es el desconcierto de tenerte, a la vez, tan cerca y tan lejos.  Esas uñas triangulares pintadas, como en los pies, de rojo, son diez señales de peligro y, el hecho de haber llevado anillos en todos los dedos y pulseras y reloj en las muñecas, da a tus manos el delicado aspecto de porcelana policromada.  Los brazos son dos toboganes a los que me lanzo para buscar tus hombros y éstos, el trampolín para acceder a tus pechos, firmes aún pero también un poco descolgados hacia los lados por el peso.  Otro síntoma de maternidad.  Instintivamente acerco los labios al pezón que corona la areola sonrosada y creo notar el sabor amargo de la leche materna.  Será mi imaginación porque ese pecho ya dejó de alimentar un bebé.

Por fin entro en mi zona predilecta, el cuello, la parte más elegante y sensual de una mujer;  cualquier sentido que emplees será acertado aunque mis preferidos sean el tacto y el olfato, sentir la nariz persiguiendo a los dedos de la nuca a la garganta zigzagueando entre el hombro y la oreja es un placer reservado a unos pocos elegidos y yo soy uno de ellos.

La cara ya es otra cosa porque sólo se la puede mirar, un beso o unas caricias, si no obtienen respuesta se vuelven contra ti mismo, son una ceremonia de frustración y, en tus ojos azul descolorido puedo leer que nunca me darás contestación.

Tras darte un corte en la garganta de parte a parte y otro desde el pecho hasta el pubis has perdido todo tu encanto.

Este es el drama de ser médico forense.


Terapia


Durante toda la semana le habían estado molestando las cervicales o los músculos del cuello o lo que fuera, pero había movimientos que tenía proscritos en defensa propia, salvo que quisiera tener un alicate retorciéndole el cogote para el resto del día. Hacía esfuerzos por permanecer erguido y vencer la tendencia natural de su cuello de proyectarse hacia delante, como los buitres y, cada vez que estiraba el pescuezo para arriba, una serie de crujidos le recordaban el número de vértebras que corrían el riesgo de descoyuntarse dejándole tirado en el suelo, definitivamente insensible a estímulos, igual que una jarapa raída y arrugada.

Hollar el fósil de moqueta floreada que aún quedaba a la entrada del local, le recordaba lo que hace un tiempo fue y tenía un efecto balsámico en su maltratada estructura ósea: a medida que se adentraba en el pasillo, el dolor disminuía hasta diluirse en un recuerdo prescindible, del mismo modo que las paredes enteladas en los tiempos de la Guerra Fría, atesoraban aromas de tabacos de todas las épocas y modas, efluvios que el cerebro ya se había acostumbrado a ignorar. El trayecto de entrada tenía un algo de rito iniciático que se sabía superado cuando, los cuatro metros de bajada, desembocaban en el salón, mucho más amplio de lo que auguraba su angosto acceso, mucho más pequeño de lo que le gustaría a su dueña, una señora de edad indefinida que contaba, sin mediar provocación, que en sus años mozos había sido grupie de Sinatra.

Siempre sonaba la música, ya fuera sangrante o enlatada aunque, como mandan los cánones, un cuarteto de jazz en esa tarima de cuatro por cuatro metros, embrujaba para siempre todas las almas que por allí habían pasado, ya fueran en cuerpos presentes o ausentes. Instalaba un resorte en el cerebro que invitaba a llevar el ritmo silencioso con un leve movimiento del pie, en cuanto le llegaban cinco o seis notas aparentemente desordenadas. Él, como su carácter, siempre a la contra, no era de llevar el ritmo desgastando zapato y su naturaleza le desviaba el diapasón a la cabeza, que adquiría una cadencia ondulante sincronizada con las escobillas que acariciaban los parches de la escuálida batería. Al rato, todo él se cimbreaba elegante como un hombre orquesta imaginario y las miserias de su castigado esqueleto quedaban archivadas en la carpeta de ofensas olvidadas. Efecto terapéutico del jazz, lo llamaba él.

El sabor amargo y tibio, trasmitido por una pajita babeada, que dejaba en el paladar el último trago de una copa, era rápidamente reparado por la frescura del vaso siguiente, cuyo proceso se repetía seis o siete veces en una noche, entreverado por comentarios pretendidamente ingeniosos al camarero, sobre el peligro de administrar alcohol generosamente en la barra, combinado con la prudencia obligada sobre ruedas. Estos comentarios se sucedían cada copa, cada noche, cada semana y cada mes desde hace años. Desde aquel día.

Porque sí, hace unos años, demasiados quizá, fue algo parecido a un hombre orquesta, pero ya no cogía las baquetas con estilo de Nueva Orleans, ni soplaba el saxo buscando la clase de Charlie Parker, ni rasgaba la guitarra como Django Reinhardt, ni acariciaba el piano emulando al inimitable Thelonius Monk; sus manos retorcidas como sarmientos solo alcanzaban a pulsar el enorme botón que activaba el teléfono o ejecutar los simples movimientos del joystick de la silla de ruedas de última generación, mientras repetía en su mente el comentario ingenioso sobre el peligro de administrar alcohol generosamente en la barra, combinado con la prudencia obligada sobre ruedas, que alguien ignoró hace años y él no volvería a olvidar.





sábado, 8 de julio de 2017

Excrecencias


Cuando fui al médico reconozco que lo hice un poco acojonado; me estaban creciendo “cosas”: uñas, pelo, dientes, opiniones, … y lo hacían de modo desordenado y abundante. El doctor, tras un concienzudo reconocimiento de mis extensiones corporales y mentales, me preguntó por antecedentes familiares y prescribió una analítica completa de sangre, orina, saliva e ideas. “Pero, qué es lo que tengo, doctor”, pregunté un el hilillo de voz que permitía mi compungida garganta. “Excrecencias”, dijo él con seguridad y me calmé bastante. Porque excrecencias es una palabra que no suena mal, no tiene esa pátina solemne que augura algún tipo de sufrimiento y que acompaña a los tradicionales términos médicos, ya sabes, esos que, invariablemente, terminan en “itis”, “algia” o los peores “oma”. Excrecencia era una palabra que no dolía, que se podía tolerar.

Para terminar de tranquilizarme, en cuanto llegué a casa busqué la dichosa palabrita en el diccionario: Excrecencia: Del latín excrecentia. Femenino. Protuberancia, generalmente carnosa, que se produce en animales y plantas, alterando su textura y superficie natural.  No sé yo, pensé. Pasé los dedos por la piel del antebrazo para detectar posibles alteraciones de la superficie y me pellizqué en la tripa con un poco de fuerza para comprobar la textura pero nada, salvo un poco de dolor momentáneo, no detecté nada que pudiera augurar ningún cambio reseñable y mucho menos una protuberancia, lo que quiera que sea una protuberancia. De vuelta al diccionario, resultó ser una prominencia más o menos redonda y, tras una nueva consulta, descubrí que se trataba de una “elevación de algo sobre lo que está a su alrededor o cerca de ello”. En resumen, para no aburriros: lo que el médico me había dicho técnicamente, es que yo sobresalía por encima de los que había a mi alrededor; o sea, que me crecían esas cosas porque sobresalgo de los demás o que sobresalgo de los demás porque me crecen esas cosas, que eso todavía no lo he aclarado.

Desde entonces vivo feliz, consciente de mi superioridad. Pertenezco a esa selecta parte de la humanidad que destaca sobre el resto, simple plebe que me rodea. Tolero sus naturales limitaciones condescendientemente y trato de impartir mi espontáneo magisterio con discreción para no asustarles, que el miedo les convierte en seres huidizos, cuando no peligrosos y así no hay forma alguna de transmitirles sabiduría.


Alguien, algún día, en algún sitio, será consciente de mi esfuerzo y lo reconocerá como merezco.

El Analista Sarcástico de Medios propone para hoy...


Estados Unidos y Rusia acuerdan un alto el fuego parcial en Siria
Lo que demuestra dos cosas: Que la guerra en Siria es una cuestión interna de los sirios de la que se aprovechó Isis para conquistar territorio y que, vista la alternativa, Rusia seguirá contando con un puerto franco en el Mediterráneo oriental y aquí no ha pasado nada.

El Gobierno, sobre el diálogo con Cataluña: “Para bailar el tango hacen falta dos”
Pues para bailar la sardana…

Altsasu se vuelca con los acusados de terrorismo: “La Justicia se tambalea”
¿La Justicia se tambalea? Coño, como todos los implicados en la pelea de borrachos de Altsasu…

Los salarios han perdido un 3 %, unos 700 euros, desde el año 2008
Esta estadística tan falsa como interesada, para desmentir la necesidad imperiosa de una subida de salarios, tiene su parte de verdad: El titular se refiere a cifras anuales, pero el descenso de 700 euros, en la mayoría de los casos, es mensual.

Ciberdelincuentes burlan la seguridad de centrales nucleares de EE.UU.
Si este grave caso se hubiera dado en España, los titulares hablarían sobre Venezuela; como ha ocurrido en EE.UU., hablan de Corea del Norte…

La UE pide “vigilar de cerca” la compra del Popular por el Banco de Santander
Cuando una institución tan “pasada de todo” como la Unión Europea exige máxima vigilancia, quizá sea porque no ven la operación demasiado limpia. Exactamente como los accionistas e inversores del Popular. Panda de paranoicos…

Una gran tormenta obliga a cancelar 16 vuelos y a desviar otros 24 en Barajas
Bienvenido al Aeropuerto Internacional Jacques Cousteau-Adolfo Suárez- Madrid Barajas

En Francia solo se venderán coches eléctricos a partir de 2040
Algún dirigente de las eléctricas españolas, se ha puesto perdidos los pantalones solo con leer el titular.

A punto de desgajarse de la Antártida un iceberg 10 veces más grande que Madrid
Trump, relajado, constata que no le faltará hielo para su whisky de media tarde

En Murcia: Multas de 750 euros por jugar a las palas u orinar en el mar
Lo del afán recaudatorio está claro, lo que no termino yo de ver es cómo van a constatar que alguien está orinando en el mar (salvo que lo haga desde el trampolín).






domingo, 2 de julio de 2017

El Analista Sarcástico de Medios propone para hoy...




Madrid se convierte en la capital mundial de la reivindicación LGTBI
De vez en cuando es bueno saber que puedes presumir de algo y creo que debemos sentirnos muy orgullosos del Orgullo…

El PSOE vuelve a caer tras meses de recuperación
Las cocinas de El País echando humo a toda máquina, no vaya a ser que, al rojo peligroso este de Sánchez, le dé por adoptar políticas de izquierdas, se le acabe el chiringuito al PP y el Consejo de Administración del Grupo Prisa quede un tanto más escorado a la derecha de lo que debiera (para recibir el trato que recibe de bancos y administración)

Puigdemont: “Les damos miedo y más miedo les daremos”
Sinceramente, no sé yo si esta afirmación ayudará mucho a seducir a quienes no tienen claro lo del independentismo. Ahora bien, lo del seny está ya perdido sin remisión.

Rajoy augura que se crearán medio millón de trabajos este año
Que si los midiéramos en jornadas laborales legales, completas y con un salario digno, todos juntos no sumarían más allá de 137.

Soria se planteó en 2012 denunciar a Montoro por ayudar a Abengoa
Y lo que nos hubiéramos divertido, qué. Ahora Soria denuncia a Montoro, ahora Montoro denuncia a Soria, ambos se unen para llevarse por delante a Cañete, que se revuelve y cornea a Morenés, …  Nos habrían jodido igual pero nos habríamos echado unas risas.

Las pensiones se quedan sin salvavidas
Partiendo de la base que las pensiones son, por sí mismas, un salvavidas; no parece una noticia de lo más alentador. ¿Y por qué no aportan los bancos un mínimo porcentaje de cada operación financiera que realizan? Porque demasiado favor nos han hecho, aceptando los 300.000 millones de dinero público que les hemos inyectado, como para pedirles ahora se contribuyan. Eso sería abusar.

La Iglesia, preocupada por la “desamortización encubierta” de los bienes que se apropió
Pues si por mí fuera no sería ni desamortización ni encubierta, sería expropiación, con luz, taquígrafos, jueces y cárcel.

La fiscalía imputa a Marine Le Pen por apropiación indebida
¿Preguntáis por qué en España no hay ningún partido de corte ultraderechista como el Frente Nacional? No solo ya existe, con el nombre de PP, sino que el propio Frente Nacional se esfuerza en imitarle.

La OMS eleva a 1.500 el número de muertos por cólera en Yemen
¿La diferencia entre los muertos por ébola y por cólera y las alarmas internacionales? Que en Europa y Norteamérica el contagio de la primera es letal y el de la segunda es imposible.

Keysi Sayago, Miss Venezuela, también contra Maduro
Amigo Maduro, si Miss Venezuela está en tu contra ya puedes ir haciendo las maletas y preparando una salida digna del poder, esa presión infernal no puede soportarla nadie.