domingo, 11 de junio de 2017

España, país de hipócritas, demagogos y tiranos


A menudo, y de un modo más público que íntimo, nos preguntamos cómo puede vencer la derecha en España si somos un país con unas cifras de paro escandalosas, una precariedad laboral que se acerca peligrosamente a la esclavitud, unos servicios públicos en franco retroceso que están siendo sustituidos por los mismos o peores, de carácter privado, sin que nos echemos a la calle a protestar, un sistema público de pensiones en bancarrota técnica, que tiene una solución tan sencilla como eficaz, que no quieren aplicar por no molestar a la Banca, de una parte, no haciéndola contribuir y, de otra, siendo la beneficiaria de la contratación masiva de planes de pensiones.  La única solución posible, aunque dolorosa, es que España es un país con una población (con sus lógicas excepciones) tan hipócrita como acomodaticia.

La derecha rancia, cavernícola y reaccionaria hace tiempo que dejó de asombrarse de que le “compren” su discurso del miedo, del odio y la intransigencia para con los demás y unas tragaderas, modo autopista, con seis carriles pos sentido para las tropelías propias. Nadie se hace preguntas, cierra los ojos, abre la boca y repite como un papagayo los discursos demagógicos que escucha, porque son fáciles, ramplones y apelan a las vísceras, no a un cerebro adormecido esperando la muerte por sedentarismo complaciente.

Nadie se preguntó, a partir de los primeros años de este siglo, el por qué de aquella campaña feroz, descarnada, cruel y sumamente interesada contra los sindicatos. Nadie se atrevió a cuestionar los argumentos falaces y demagógicos empleados entonces (avalados por unos golfos que suponían una vergonzosa y ridícula minoría), al contrario, no era extraño encontrar conversaciones de barra de bar que proponía fusilarlos al amanecer y poner a trabajar a esa banda de privilegiados que son los liberados sindicales, que exigían la devolución de las subvenciones percibidas más intereses y una multa porque sí y otras lindezas fruto de nuestra productiva imaginación. Nadie exigió, sin embargo, nada parecido a la patronal que tiene 10 veces más de liberados y percibe 34 veces más de subvenciones. Misterios de la idiosincrasia española.

Cuando, a finales de la década pasada, la crisis financiera que sirvió como excusa para liquidar el Estado del Bienestar, se llevó por delante 3 millones de empleos y nos pusieron mirando para Cuenca con una reforma laboral infamante, la gente preguntaba con rabia dónde estaban los sindicatos y, estos, semicomatosos, trataron de movilizar a la clase trabajadora pero sin fuerza, sin prestigio y sin seguidores, difícilmente pudieron mover nada para regocijo del tándem Gobierno-Patronal. La misma táctica que con los sindicatos, siguieron con los mal pagados trabajadores públicos entonces y, ahora, con los estibadores por la simple razón de percibir unos buenos salarios que nadie les regala, los generan con su trabajo.

Ahora bien, el colectivo más peligroso, de todos los colectivos peligrosos que nos rodean, es el de los mayores. Son personas con una razonable calidad de vida, buena salud y, crecidos por los exagerados mimos de unos y de otros para cautivar su preciado voto, una marcada tendencia a la tiranía maleducada, falaz, faltona y desinhibida que dan miedo por su descomunal potencial para hacer daño. Esos abuelitos entrañables para con sus nietos dentro de casa, se convierten en feroces alimañas, rencorosas y crueles cuando, en público, se juntan más de cuatro.  Exigen que no se les moleste cuando están jugando a las cartas pero ellos pueden entrar, con descaro y a voces, en todos los despachos que quieran. Porque los mismos que les dieron las armas, acojonados, no saben cómo pararles.

No transcurre más de un minuto, en cualquier conversación medianamente seria, en que no te estampen en la cara los argumentos más rancios de la televisión de la ultraderecha, que devoran con fruición, creen a pies juntillas y luego… votan señalando a otros como culpables de todos los males del mundo.

No me agrada un pelo la conclusión a que he llegado pero, lamentablemente, tras las dos décadas de tregua que tuvimos tras la dictadura, España ha vuelto a ser el país de derechas que siempre fue. Por mucho que nos empeñemos en creer lo contrario.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Soy profesor de Secundaria desde hace 20 años, a lo largo de estos años he visto como se recortaban nuestros derechos, medios... como se ha ido bajando el listón hasta casi a ras del suelo en secundaria. Si cuando existía todavía BUP más o menos el porcentaje era de un 10% de alumnos brillantes, 70% de alumnos normales y un 20% de alumnos con bajo nivel, tendríamos un 3% de alumnos brillantes un 20% de alumnos normales y el resto que son carne de cañón. Este año en 4º de la ESO estamos haciendo una criba para ver a quien "aprobamos", si fuésemos estrictos aprobarían solo 2 alumnos por clase en junio.
Mi teoría es que cada reforma educativa está destinada a hacer una legión de cavernícolas que ni sientan ni padezcan, con nula formación para acometer trabajos cada vez más precarios: camareros, teleoperadores... trabajos que se han denigrado como hablaba con un amigo de mi padre, camarero de toda la vida, que respiraba aliviado porque se había jubilado. Me señalaba que las condiciones de trabajo se habían deteriorado como nunca había visto, gracias a la indemnización que le tenían que haber pagado por despido, el podía decir no a echar horas y horas, a asumir el papel de cocinero, limpiador... pero los chavales que entran no les queda otra y encima por la mitad de sueldo.
Mis dos hijos están haciendo carreras técnicas, desde pequeños les obligado a estudiar idiomas, hablan inglés y alemán perfectamente, siempre supe que si querían tener una vida digna tendría que irse a trabajar al extranjero.