martes, 15 de agosto de 2017

Del Bobierno, el Prat y Eulen


Iba a empezar ese artículo señalando lo asombroso de este gobierno de Rajoy, cómo ha sido capaz de superar con holgura mi amplia capacidad para la sorpresa y, atendiendo a la gestión de los conflictos en general y a la huelga de vigilantes del aeropuerto del Prat en particular, constatar su patente incapacidad y torpe ejercicio de sus teóricas responsabilidades; para rematar el texto, en un alarde de ingenio, calificando como Bobierno al gabinete del Registrador con ínfulas que rige nuestros destinos pero, ¿tendría razón o yo también habría sucumbido a su engaño?

Veamos, para acusar al ¿Bobierno? de dejación de funciones, habría que conocer previamente cuales son estas. Si, como determina la Constitución, su objetivo es velar por el bienestar de los españoles, sin distinción de ningún tipo, tendríamos certeza para asegurar que incumplen sobradamente su cometido, que son unos incapaces de manual y que su atribulada gestión no hace sino minar el escaso bienestar que nos pueda quedar (en el pasado tampoco alcanzamos cotas tan altas pero la sensación subjetiva era positiva) y va tirando por un desagüe sin retorno todos los derechos conseguidos en décadas de lucha, tanto en el ámbito laboral como ciudadano.

Ahora bien, ¿qué sucedería si su objetivo fuera poner el tobogán a favor de la clase más favorecida, de, mediante subterfugios (poco o nada disimulados), poner los fondos públicos y nuestro patrimonio al servicio del mejor postor, de garantizarse un blindaje económico personal a través de gabelas (mamandurrias, lo llamó la ínclita Aguirre) de las que dispondrían sin límites en otras latitudes menos exigentes (y ya es decir) en materia de impuestos? Sucedería que tardaríamos un par de horas en ser capaces de volver a parpadear porque, lejos de lo que pensamos, no son nada tontos, son especialmente listos; su gestión sigue a rajatabla el guion establecido por la gran patronal, el entramado financiero y los lobbys internacionales, en definitiva, los diseñadores de estrategias de vaciado salvaje de las arcas públicas. Serían fieles lacayos de sus amos y, nosotros, unos simples figurantes sin frase que, como aquellos desgraciados porteadores de las películas antiguas de Tarzán, estamos destinados a despeñarnos con nuestro fardo sobre la cabeza, a poco que la cámara nos enfoque.

Entonces, el regalo de un órgano tan rentable como AENA, a manos privadas ansiosas de hacer caja (de seguir haciendo caja), no fue un torpeza, fue una jugada. La  concesión de la seguridad de los aeropuertos (asunto sensible donde los haya hoy día) a la empresa que haya hecho la oferta más ruinosa (para sus trabajadores) y más ventajosa (para los propietarios) no es una casualidad, obedece a una causalidad. Ahora hablamos de Eulen pero hay ejemplos calcados en cientos de edificios públicos y, desde aquí, mi apoyo más entregado y solidario con sus trabajadores. Es más, sé que es una molestia para los viajeros que, además, están sujetos a horarios rígidos pero, si por mí fuera, me iría ahora mismo al Prat a hacer unas cuantas horas de cola y contribuir a visibilizar las precarias condiciones laborales que sufren los trabajadores de Eulen. Por cierto, lo de mandar a la Guardia Civil como comando esquirol sí puede considerarse una torpeza de dimensiones cósmicas. Se han cabreado hasta ellos.


Lo habrán hecho, seguramente, para mantener esa imagen de Bobierno que tanto les conviene y de la que tanto jugo han sacado. No tienen engañados y nos dejamos...

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