De niño tuve un vecino, dos años mayor que yo, que me enseñó
a jugar al ajedrez. Las primeras
partidas fueron un vapuleo apabullante que me hicieron estar más atento y
pensar bien los movimientos antes de ejecutarlos. Poco a poco, el juego se fue igualando hasta que, por fin,
conseguí vencerle. En la siguiente
partida, cuando hube conseguido una clara posición de ventaja, mi oponente dijo
que se le olvidó decirme que la Federación había cambiado las reglas: Cogió también las fichas de jugar a las
Damas, las colocó en línea y, como quien juega a las chapas, fue barriendo mis
figuras del tablero hasta que no quedó ninguna y se autoproclamó vencedor. De poco sirvieron mis protestas ya que era
más grande y fuerte que yo y, además de la injusta derrota, coseché sendas
collejas que dejaron mi cogote casi tan magullado como mi orgullo. La fuerza había vencido a la razón.
Desde las elecciones de 2011, la mayoría absoluta lograda
por el Partido Popular, se ha sustanciado en un desguace descarado y lucrativo
de los servicios públicos que han puesto a la venta, convenientemente
despiezados, los fragmentos más jugosos de la Sanidad, la Educación, la
Justicia o el modelo energético, tirando a la basura sin recato todo lo que
haya podido estorbarles, como es el caso sangrante de la Ley de
Dependencia. Todas y cada una de esas
medidas se han visto refrendadas en el trámite parlamentario por una mayoría
absoluta que validó los atropellos legislativos perpetrados, un viernes sí y
otro también, en el Consejo de Ministros.
Los niveles municipal y autonómico de la administración se han
convertido en el “brazo armado” de estas decisiones, laminando los derechos
ciudadanos bajo el paraguas protector de unas leyes antisociales cuyo único
objetivo es la descapitalización del Estado y el trasvase de sus recursos a
manos privadas.
Las Elecciones Europeas de la primavera pasada, señalaron el
punto de inflexión en la tendencia del voto y, como consecuencia, los próximos
comicios supondrán un varapalo que, posiblemente, descabalgará al Partido
Popular de buena parte de las ciudades y comunidades donde gobierna.
¿Posiblemente?
Quizá. Los sociólogos de
cabecera, que asisten al Rajoy a golpe de encuesta, han dado la voz de alarma
y, al parecer, ya están sacando del cajón el estuche con las “fichas de jugar a
las damas” con el que pretenden cambiar el sistema de las elecciones
municipales tras comprobar que perderán las principales plazas que gobiernan a
manos de la izquierda.
Al margen de las objeciones éticas que supone un cambio
legislativo de este calado a ocho meses de las elecciones (recordemos que, para
el Partido Popular, la ética es un concepto sobrevalorado), el nulo consenso
que obtendrían y las masivas movilizaciones ciudadanas que provocaría, resulta
que la Constitución establece que el sistema electoral español es Proporcional
y la propuesta-agresión que defiende la muchachada de la gaviota, deriva hacia
un sistema Mayoritario, ergo, o cambian la Constitución, cuestión que no parece
posible, o la elección directa de alcaldes sería INCONSTITUCIONAL. Ahora bien, ¿reaccionaría el máximo tribunal
con la celeridad necesaria? Debiera...
1 comentario:
Los golpes de estado, o de Ayuntamiento, no son siempre "manu militari" queda claro como dijo Mao, que la razón está siempre en la punta de un fusil...
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