Hay seis millones de personas que tenían puestas todas sus
esperanzas en esa recuperación milagrosa y fulgurante que, con gran estruendo
de fanfarrias y timbales, nos vendió el Gobierno con el ministro Montoro como
maestro de ceremonias. Lo cierto
es que, contrastando las coloristas luces de neón que amplificaron todos los
informativos, con la cruda realidad que se respira en las calles, las empresas
y, sobre todo, las familias abandonadas a su suerte, comprobamos que, lejos de
mejorar, España sigue de capa caída.
Las cifras macroeconómicas, hasta el segundo trimestre,
apuntaban una leve mejoría alimentadas con las cifras del comercio exterior y,
durante el verano, reforzadas con el suplemento vitamínico de un turismo al
alza que ha tirado débilmente del Empleo en ese efecto estacional que se repite
año tras año. Ahora, ya otoño,
comprobaremos que Europa lleva unos meses entrenando para darnos una bofetada a
mano abierta en toda la cara, de esas que te dejan entumecida la mejilla
durante varias semanas.
Las locomotoras europeas, casos de Alemania y Francia,
funcionan al ralentí; Italia ha metido la marcha atrás y todo apunta a que las
sanciones a Rusia, como castigo a su actuación en Ucrania, se volverán en
contra en forma de un drástico recorte de suministro en combustibles fósiles y
un frenazo a la importación de productos europeos de todo tipo. Rusia se ha volcado hacia China y las
sanciones de la U.E. van a ser tan eficaces como castigar sin postre al hijo de
un vecino molesto. En ese
escenario, plantear una recuperación basada en las exportaciones, con el
consumo interno comatoso, sin crédito a PYMES y familias y a un centímetro de
la temida deflacción, parece más un canto desafinado al sol que algo
mínimamente tangible.
En cuanto al Empleo, la estrategia del Gobierno (suponiendo
que tuviera alguna) hace agua por los cuatro costados. Alrededor de medio millón de jóvenes
magníficamente preparados, se han visto obligados a emigrar; la investigación
está criando telarañas llegando, incluso, a pagar de su bolsillo materiales
imprescindibles sin que la administración aporte un céntimo para recuperar
proyectos valiosos que en un periodo breve se verán obligados a cerrar. No importa, tenemos el dudoso honor de
haber reducido el personal sanitario, docente e investigador en 50.000
efectivos pero, como contrapartida, tenemos 100.000 camareros más. Los parados de larga duración ven como
terminan sus prestaciones y, sin dinero ni expectativas, se incorporan al epígrafe
“Carne de Desahucio” desesperados por dar, literalmente, de comer a sus
familias. El efecto estacional
termina y, como consecuencia, volveremos a estar como hace un año: Mal con
tendencia a empeorar.
Podemos extraer algunas conclusiones de esta situación
sostenida durante los últimos seis años: No hemos aprendido nada. La necesidad imperiosa de un nuevo Modelo Productivo solo se
ha traducido en una sonrojante Reforma Laboral que, al dictado de la CEOE, ha aprovechado
la coyuntura para laminar sin contemplaciones los derechos laborales con la única
consecuencia de una brutal precarización de los escasos puestos de trabajo que
se ofertan y que se traducen en un doloroso corolario: Tener trabajo no servirá
para salir de la pobreza.
¿Qué hace el Gobierno?
Mentir y obedecer. Mentir a
los ciudadanos destinando cientos de miles de millones a rescatar una banca
delictiva y desalmada, desguazar los servicios públicos y venderlos debidamente
troceados al mejor postor, casualmente amiguetes, pregonando una
insostenibilidad falsa ya que, sistemáticamente, sale más caro el collar que el
perro y abandonando a quienes debían ser su prioridad principal: Sus administrados. Obedecer, humillando la cerviz, a los
poderes financieros que ordenan cada decisión adoptada, propiciando una
descapitalización del Estado cuyos valores más atractivos se encuentran ya en
manos privadas.
A lo lejos ya resuena el soniquete machacón de las campañas
electorales que, provistas de potentes focos, pretenden deslumbrar a los
ingenuos que debemos introducir nuestra papeleta en las urnas. Ya sabemos lo que hay que hacer pero,
sobre todo, sabemos lo que NO hay que hacer: Quedarse en casa.
¡Que rule…!
No hay comentarios:
Publicar un comentario