sábado, 17 de diciembre de 2016

Vorágine


Dicen que cuando te adentras en un agujero negro, una vez superado el “horizonte de sucesos”, ya nada puede escapar y el tiempo sufre una aceleración uniforme que no se percibiría desde el interior pero, si dejara escapar la luz, desde el exterior se vería como una espiral de aceleración exponencial con tendencia a adquirir una velocidad infinita. Este brochazo de “cuñadismo pedante”, valga la redundancia,  viene a cuento de la deriva que, desde fuera, se percibe de la situación de Podemos.

El tiempo transcurre tan rápido en el seno de la formación morada que, lo que ayer por la mañana era Nueva Política, hoy a mediodía padecía los tics de la vieja política, sin descartar que esta noche se aproxime peligrosamente al concepto de “Casta”, tan denostado anteayer.  Los simbólicos círculos informales superpuestos, asociados a su forma de entender la toma de decisiones, fueron así mismo deformados por el aumento de la gravedad, tomando primero la forma ovalada para, poco a poco, tender a una línea recta y difusa que se pierde en el horizonte de los organigramas.  La Condición Humana, con sus ambiciones, agresividad, complicidades  y traiciones ha llegado a Podemos y lo ha hecho para quedarse.

Esto, por sí mismo, no es bueno ni malo; simplemente “es”. El problema, otra vez por efecto de la gravedad, surge cuando llevas ya varios años escupiendo para arriba y descubres traumáticamente que todo lo que sube, baja.

De momento, encontramos 4 bandos bien diferenciados: Los Pablistas que, por lo que cuentan, no tienen ningún problema para hablar de ideas pero asociadas a nombres y apellidos; los Errejonistas, según se oye, partidarios de un debate metafísico, sobre todo de los “qué somos y a dónde vamos” antes que el “quiénes somos”; los Anticapitalistas, gente pragmática que aplica el concepto marxista debidamente tuneado de “acción, reflexión, acción, acción, acción, …” y, por último, el grupo más numeroso, el autodenominado “No me lo puedo creer”, que no deja de frotarse los ojos con estupor observando con espanto lo que hacen los otros tres.

Unos, otros, otros y otros, preparan para febrero un, a modo de, cónclave asambleario que han dado en llamar Vistalegre II, que, por cierto, tiene nombre de promoción de chalets adosados en cualquier pueblo del litoral murciano.  Ya sabemos que la denominación viene de la reedición del primer “congreso” celebrado en el recinto madrileño y carabanchelero de Vistalegre pero, o mucho cambia el decorado en los dos meses que restan, va a costar trabajo llamar Vistalegre sin esbozar una sonrisilla socarrona a la cantidad de ojos morados que recogerán sus acreditaciones.



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