Cuando el instinto de una criaturita de algo
más de un año la nota preparada, inicia la maniobra para incorporarse y empezar
a caminar. Al principio le cuesta varios intentos hasta que consigue ponerse en
pie, luego debe mantenerse sin apoyarse en nada para empezar a dar un temeroso
primer paso; cuando lo ha conseguido da un segundo, un tercero y así coge una
inercia que finaliza con un aterrizaje suave y feliz. Poco a poco va cogiendo
confianza y, tras algún pequeño susto sin importancia, se arranca con pequeñas
carreras entre risas y feliz jolgorio infantil. Ya ha conseguido, es un ser un
poco más autónomo aunque sigue dependiendo de muchos y variados factores
externos para poder desarrollar su vida y seguir creciendo.
Ahora llega el momento de descubrir que, casi nunca, la línea recta es el
camino más corto entre dos puntos; existen conceptos tangibles, conocidos
comúnmente como muebles, que hacen la vida mucho más complicada en materia de
desplazamientos. Este descubrimiento va acompañado de otro indisociable: no es
buena idea arremeter contra ellos, seguirán en su sitio o, en el mejor de los
casos, se moverán unos centímetros, te harás daño y te verás obligado a dar un
rodeo para llegar a tu destino, igual que antes del topetazo.
Este ejemplo cotidiano puede servirnos para
analizar estos primeros meses de Pedro Sánchez en la Presidencia del Gobierno.
La moción de censura que lo aupó fue una osadia, no desprovista de cálculo,
pero su mayor componente fue el atrevimiento. Como consecuencia, una vez
lograda, hubo que pasar a toda velocidad de la teoría a la práctica, de saber
qué se quiere hacer, a descubrir qué se puede hacer y, ese cambio, viene
motivado por abrir los ojos a algo fundamental, con quién.
En su caso, ya logrado el objetivo de
mantenerse en pie y dar sus primeros pasitos, los “muebles” que aparecieron en
su camino ni están quietos ni son mullidos; son obstinadamente móviles para
obstaculizar el paso y están repletos de aristas filosas que producen severas
heridas al más mínimo roce. En
ocasiones le ayudan los empujones, bienintencionados algunos y sibilinos otros,
de otro bebé que camina detrás; los primeros han servido para avanzar más
deprisa y los segundos para lastimarse en choques de impacto no calculado que
han derivado en desgaste, físico, moral y de prestigio.
No obstante, analizando el medio hostil en el
que se desenvuelve, hay que reconocerle el mérito. El anterior habitante de ese
salón lo dejó lleno de trampas, agujeros y muros, y los familiares que,
habitualmente, están alrededor para jalear los logros, minimizar los fallos,
dar aliento y reconfortar tras un golpe; aún no han terminado de entrar,
sencillamente, porque los del anterior no han terminado de salir y se hacen los
remolones para tener todavía posibilidades de ir poniendo más y más obstáculos
en el camino, alguna que otra zancadilla y gritos desaforados de recriminación
cruel, exaltación del ridículo e ir minando su moral todo lo que puedan.
Poco
a poco se le nota más seguro y confiado. Eso es bueno porque acometerá
sus objetivos con más decisión, basándose en el aprendizaje adquirido a gran
velocidad, no es tan bueno porque cualquier accidente, en esas circunstancias,
acarreará lesiones más graves que las sufridas hasta ahora. Permanezcamos
atentos, la criatura se desarrolla bien y va sumando destrezas y habilidades a
las que ya le aportaba la genética. Salvando envidias y maldades de los vecinos
malencarados del rellano de arriba, para llevar en este mundo/selva cinco meses
escasos, Pedrito progresa adecuadamente; ahora habrá que poner los medios para
que no meta los dedos en un enchufe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario