sábado, 3 de noviembre de 2018

Ni vaivenes ni indecisiones, equilibrio…



Cuando el instinto de una criaturita de algo más de un año la nota preparada, inicia la maniobra para incorporarse y empezar a caminar. Al principio le cuesta varios intentos hasta que consigue ponerse en pie, luego debe mantenerse sin apoyarse en nada para empezar a dar un temeroso primer paso; cuando lo ha conseguido da un segundo, un tercero y así coge una inercia que finaliza con un aterrizaje suave y feliz. Poco a poco va cogiendo confianza y, tras algún pequeño susto sin importancia, se arranca con pequeñas carreras entre risas y feliz jolgorio infantil. Ya ha conseguido, es un ser un poco más autónomo aunque sigue dependiendo de muchos y variados factores externos para poder desarrollar su vida y seguir creciendo. Ahora llega el momento de descubrir que, casi nunca, la línea recta es el camino más corto entre dos puntos; existen conceptos tangibles, conocidos comúnmente como muebles, que hacen la vida mucho más complicada en materia de desplazamientos. Este descubrimiento va acompañado de otro indisociable: no es buena idea arremeter contra ellos, seguirán en su sitio o, en el mejor de los casos, se moverán unos centímetros, te harás daño y te verás obligado a dar un rodeo para llegar a tu destino, igual que antes del topetazo. 
Este ejemplo cotidiano puede servirnos para analizar estos primeros meses de Pedro Sánchez en la Presidencia del Gobierno. La moción de censura que lo aupó fue una osadia, no desprovista de cálculo, pero su mayor componente fue el atrevimiento. Como consecuencia, una vez lograda, hubo que pasar a toda velocidad de la teoría a la práctica, de saber qué se quiere hacer, a descubrir qué se puede hacer y, ese cambio, viene motivado por abrir los ojos a algo fundamental, con quién. 
En su caso, ya logrado el objetivo de mantenerse en pie y dar sus primeros pasitos, los “muebles” que aparecieron en su camino ni están quietos ni son mullidos; son obstinadamente móviles para obstaculizar el paso y están repletos de aristas filosas que producen severas heridas al más mínimo roce.  En ocasiones le ayudan los empujones, bienintencionados algunos y sibilinos otros, de otro bebé que camina detrás; los primeros han servido para avanzar más deprisa y los segundos para lastimarse en choques de impacto no calculado que han derivado en desgaste, físico, moral y de prestigio.
No obstante, analizando el medio hostil en el que se desenvuelve, hay que reconocerle el mérito. El anterior habitante de ese salón lo dejó lleno de trampas, agujeros y muros, y los familiares que, habitualmente, están alrededor para jalear los logros, minimizar los fallos, dar aliento y reconfortar tras un golpe; aún no han terminado de entrar, sencillamente, porque los del anterior no han terminado de salir y se hacen los remolones para tener todavía posibilidades de ir poniendo más y más obstáculos en el camino, alguna que otra zancadilla y gritos desaforados de recriminación cruel, exaltación del ridículo e ir minando su moral todo lo que puedan.
Poco  a poco se le nota más seguro y confiado. Eso es bueno porque acometerá sus objetivos con más decisión, basándose en el aprendizaje adquirido a gran velocidad, no es tan bueno porque cualquier accidente, en esas circunstancias, acarreará lesiones más graves que las sufridas hasta ahora. Permanezcamos atentos, la criatura se desarrolla bien y va sumando destrezas y habilidades a las que ya le aportaba la genética. Salvando envidias y maldades de los vecinos malencarados del rellano de arriba, para llevar en este mundo/selva cinco meses escasos, Pedrito progresa adecuadamente; ahora habrá que poner los medios para que no meta los dedos en un enchufe.

No hay comentarios: