Me marea ese efecto óptico de la maquinita que nos ponen
para averiguar si somos aptos para renovar el carné de conducir. Me refiero a
esa en la que tienes que ir girando, a derecha e izquierda, una manivela para
mantener un punto dentro de una hipotética carretera y que, cada vez que te
sales, te sobresalta con un pitido estridente.
Eso, pizca más o menos, es lo que entiende Rajoy por negociar.
Porque el dichoso punto está fijo, no se mueve un milímetro,
lo que se mueve es todo lo demás. Ni
Rajoy, ni el Partido Popular, se han tenido que desplazar a ninguna parte, el
Scatergories es suyo y, si no te gusta, se convocan nuevas elecciones y ya
está. Total, van mejorando su fórmula de intoxicación colectiva y en cada
convocatoria sacan más diputados que en la anterior.
Veamos: El PP es tan de centro, tan de centro, que no hay
riesgo de que en España surja un partido de ultraderecha, ya la tienen
integrada. Algún cuñado con ganas de polémica dirá: “No tienes ni puta idea ¿y
VOX, qué?” Amigos, VOX es un fake de conveniencia, es igual que los chulitos de
playa que se colocan una camisa blanca para parecer más morenos; lo mismo.
Decía que, si el PP es de extremo centro, Ciudadanos (el gráfico de la
maquinita se desplaza hacia la derecha y parece que queda hueco por la
izquierda) se posiciona en otro tipo de centro que se distingue del centro del
PP porque está en el mismo sitio, defiende las mismas cosas pero es naranja en
vez de azul (¿a que parece un lío? A los votantes también se lo parece). Ahora, recordemos el punto PP no se mueve,
el gráfico se mueve un poco a la izquierda y queda un huequecillo a la derecha
para que el PSOE se haga ilusiones, crea que tiene espacio por ambos lados y se
lance a derrotar al Punto matriz. La maquinita empieza a sacudir bocinazos a
todo volumen (los medios de comunicación afines al PP, casi todos; algún
expresidente con signos de senectud y ciertos barones y baronesas regionales
con “otros” intereses) de modo que, el examinando, con el corazón saliéndosele
por la boca, vuelve a tratar de conducir el sendero ya fijado alrededor del
famoso punto mientras recupera las pulsaciones. El gráfico muta en morado y se desplaza muy a la derecha, queda
toda la aparente izquierda libre y el candidato de Podemos, pasando del punto
blanco, trata de ir todo recto, por la izquierda, a campo través. Imposible, su
trayectoria es ficticia, el sonido ensordecedor, el resto de candidatos se
asoman a ver qué hace y él, resignado, disimula mientras vuelve a llevar el
circuito hacia el punto porque, al fin y al cabo, lo que necesita es el carné
de conducir.
En su despacho, dándole lametones clandestinos a su puro
cubano, el líder anda henchido de autosatisfacción. Jamás hizo mejor inversión
que la de dedicar algo de dinero negro a comprar la fábrica de maquinitas del
psicotécnico.
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