Conectamos en directo con el Congreso de los Diputados,
donde se espera que, de un momento a otro, despierte la perezosa Marmota
Philljoy, valga la redundancia, y sepamos lo largo que va a ser el
invierno. Se manejan dos opciones:
De aquí a diciembre o cuatro años más de frío y tinieblas. La primera es la deseada por la mayoría
de la gente y, la segunda, muy celebrada por los vendedores de prendas de
abrigo, estaciones invernales y aficionados al esquí y sus variantes, en
general, y a la espera de juicio, en particular.
Numerosos colectivos animalistas convocan una concentración,
que pretende ser multitudinaria, contra la celebración del Pedro Sánchez de la
Vega. Como ya se sabe, se trata de una sangrienta tradición ancestral en
España, donde una turba compuesta por mercenarios de medios de comunicación,
cuñados y gente interesada, ignorante o ambas cosas; sueltan un político que
esté dando muestras de cierta coherencia, lo rodean, acosan y, finalmente, dan
muerte mediante heridas indiscriminadas producidas por unas lanzas maledicentes
fabricadas para la ocasión.
Se termina agosto, el mes vacacional por excelencia, y hay
una noticia que ha desaparecido misteriosamente de los informativos en
cualquiera de sus soportes; un hecho que mi natural curiosidad me lleva a
preguntar ¿Qué fue de los
refugiados? Probablemente no me he
enterado, debo atribuirlo a mi despiste congénito, y se haya resuelto el
problema que causó ese éxodo masivo: Las distintas guerras en Siria, Irak,
Libia, … ; los episodios de enajenación, con resultado de asesinatos por miles,
de ese colectivo autodenominado Estado Islámico o, la causa de todos los
problemas, los intereses geoestratégicos y económicos que hay detrás de los
conflictos religiosos, como lleva ocurriendo mil doscientos años. Pues eso, que me alegra infinitamente
que se haya arreglado todo y esa gente inocente haya podido regresar a sus
casas porque, si no hubiera sido así, y hubieran silenciado su drama,
sencillamente porque no “vende”, sería para pararse a pensar si merecemos la
pena como personas y como sociedad.
Finalizados los Juegos Olímpicos, hemos constatado que
existen muchísimas disciplinas deportivas muy interesantes que, si no hemos oído
hablar, mucho menos practicar. Sí, es verdad que nuestros representantes han
dado la talla como país y, salvando algunas honrosas excepciones, los
resultados coinciden en mediocridad con nuestra aportación al mundo del saber,
a la investigación y la ciencia. Volvemos
a la normalidad y, olvidándonos otros cuatro años del deporte, regresamos a
nuestra devoción al fútbol. ¡Buen
provecho!
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