Aunque todos lo sabemos, pocos lo manifiestan: El año
comienza verdaderamente a la vuelta de las vacaciones. Lo de diciembre-enero no
es más que un convencionalismo promovido por El Corte Inglés, el lobby juguetero
y los perfumistas. Ahora es cuando rompemos con lo anterior y afrontamos una
reincorporación que, siendo en todo igual, es completamente distinta. Veamos
algunas realidades que hacen algo traumático el regreso a la vida rutinaria y
convencional:
Despedida y cierre:
Carece de importancia en este apartado la modalidad de
alojamiento que hayas empleado. Da igual que estuvieras en hotel, apartamento,
camping, la casa del pueblo o debajo de un puente, a la hora de recoger te
asombrará una curiosa paradoja; cuando viniste, traías un montón de cosas que
has ido gastando durante este mes, semana o días ¿por qué, si vuelves con menos
equipaje, antes cabía todo en el coche y ahora no? Porque no es verdad. Has
sido víctima del síndrome “por si acaso” y, por si acaso, compraste ropa de
abrigo en la playa porque, en un olvido, te dejaste los Plumas en casa (que los
hayas usado o no es secundario); por si acaso, te hiciste con ese superbotiquín
de primeros auxilios que estaba de oferta y que aporta la novedad de un
desfibrilador a pilas y una camilla plegable; por si acaso, aprovechaste que te
ahorrabas 3 € en el saco de 25 kg de pienso para el perro y compraste 3 y, por
si acaso, vuelves con un lote completo de toallas, pareos, gorras y bañadores
molones que encontraste en el mercadillo de los miércoles. A eso le añades la hamaca
que se le antojó a la abuela para dormitar más cómoda a cualquier hora del día
y poder ponerse a limpiar con estruendo por la noche y los flotadores que, en
un acto de rebeldía, las niñas se niegan a deshinchar. Conclusión: Si en vez de llevarte en agosto
tu coqueto utilitario donde, si lo colocas bien, cabe todo, hubieras empleado
un trailer con un remolque de 18 m, también te faltaría sitio.
El viaje:
Reconforta sobremanera comprobar que, como cada año, no ha
faltado a la cita ni uno solo de los tres millones de amigos que habéis quedado
en la carretera de regreso, el mismo día y a la misma hora. Desengáñate, da lo
mismo salir a las 5 de la mañana, a las 11 o a las 3 de la tarde; el resto del
mundo habrá pensado lo mismo y volveréis a coincidir todos. No obstante, hay
factores que contribuyen a hacer más agradable ese viaje que pone la guinda al
jugoso pastel de las vacaciones. A saber: Tu pareja enfurruñada mascullando por
lo bajini que, si hubieras salido a las “x” como llevaba diciéndote tres días
(o hubieras ido por la carretera “x” como llevaba diciéndote tres días) ya
habríais llegado, las niñas pegándose en el amplio tercio del asiento trasero
que les corresponde o parando cada media hora para que la abuela orine y el
perro beba (o al revés). En resumen, una experiencia deliciosa que recomiendo
encarecidamente disfrutar a cualquiera.
Hogar dulce hogar:
Lo dicen todos los manuales, a tu regreso de vacaciones NO
encontrarás sitio para aparcar cerca de tu casa de modo que
a)
Tendrás que dejar el coche en doble fila mientras lo descargas
y subes a casa y, cuando vuelvas habrá querido salir el vecino más borde de
todo el bario y/o te habrán multado con 90€, que los sueldos del ayuntamiento
no se pagan solos.
b)
Encontrarás sitio a esa distancia comúnmente conocida como “a
tomar por culo” y preferirás ser costalero en Semana Santa que acarrear tú solo
el contenido del trailer hasta tu casa ya que tu pareja se ha ofrecido para “ir
colocando las cosas según las subes” y, además, debes convencer (ojo, sin gritar)
a la abuela que, de verdad, no hace falta que ayude llevando la maleta más
pesada.
La ropa ha encogido:
Estar un mes siguiendo una severa dieta a base de:
aperitivos variados, una cerveza, fritura rebozada, una cerveza, un lechón
asadito, una cerveza, postres creativos, una cerveza, helados de tres bolas,
una cerveza y las copitas de por la noche, tiene un efecto letal en el sistema
métrico decimal; de golpe y porrazo y sin mediar provocación, lo que era un
metro, ha pasado a medir 75 cm (en la ropa) o 125 cm (en la cintura) y, tras
semanas tensando el elástico del bañador, los pantalones no abrochan y, si te
sientas con la camisa abotonada, puedes coser a botonazos a tu interlocutor.
Hay que ponerse a dieta, que esos kilos rápido te cogen cariño y la Navidad
(con sus deliciosos desórdenes alimenticios) está a la vuelta de tres hojas del
calendario.
Postureo laboral:
La proliferación de la fotografía digital en los teléfonos
móviles ha tenido un satisfactorio reflejo en el “efecto de destrucción mutua” y
nadie amenaza con enseñar las fotos de las vacaciones, no sea que te tengas que
comer las de los demás. En cualquier caso es tiempo de postureo. Véase: A nadie
le ha hecho mal tiempo ni visitado los estivales insectos chupasangre, todos,
sin excepción, han descubierto un restaurante casero donde se come de lujo por
siete euros aunque no recuerdan el nombre, ha hecho calorcito de día pero se ha
dormido muy bien, ninguno ha tenido vecinos británicos de turismo etílico
cantando a voz en grito durante all the night y encontraron una carreterita secundaria en al regreso
que convirtió la operación retorno en una experiencia apasionante.
Sea como fuere, feliz aterrizaje y ¡Ánimo! Sólo quedan 11
meses.
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