Por fin pasó el asteroide cuya trayectoria lo acercaba al
encuentro de nuestro planeta aunque, afortunadamente para la mayoría y
lamentablemente para algunos, no llegó siquiera a amenazar la integridad de la
Tierra.
Si, has leído bien, he dicho lamentablemente para algunos
porque era ya la única manera de encontrar algo que desvíe la atención del
cúmulo de podredumbre que nos acecha y, a su vez, nos distrae de la terrible
situación que padece el común de los ciudadanos.
Porque, no se nos olvide, tenemos seis millones de personas
sin trabajo, más de la mitad de los menores de 30 años carece de un horizonte
vital que permita plantearse cómo será el resto de su vida; los bancos siguen
poniendo de patitas en la calle a miles de familias que han perdido su modo de
subsistencia, esos mismos bancos cuyo rescate ha hipotecado la economía de todo
un país por décadas; la Sanidad Pública, gratuita y universal, ha perdido la
gratuidad, ya no atiende a todos y, en poco tiempo, perderá la condición de
Pública y, quién sabe, hasta el concepto de Sanidad; la Educación sufre una
regresión que nos conduce a los tiempos del Nacional-Catolicismo donde,
pulsiones liberticidas al margen, sólo podrán estudiar quienes acrediten medios
económicos suficientes. Las leyes
se ponen a disposición de la casta dominante y la maquinaria represora del
Estado funciona a pleno rendimiento.
Esto es lo verdaderamente importante. Esta situación es la que urge resolver.
Ahora parece que andamos distraídos con los Urdangarines,
Bárcenas, Correas, EREs, Pujoles y un kilométrico etcétera que, poco a poco,
aflora a la superficie lo miserables que pueden llegar a ser esos personajillos
que, tras una apariencia honorable, exitosa, pulcra, intocable e implacable oculta
una ambición enfermiza, desmedida, delictiva y digna del mayor castigo por
haberse apropiado de unos dineros públicos siempre necesarios pero, en estos
momentos, imprescindibles. Aparte
de llenar toneladas de papel prensa y usar ríos de tinta, convendría que la
justicia actuase con celeridad, contundencia y ejemplaridad, nada más y nada
menos, para que los escandalizados ciudadanos tuviéramos la seguridad de que
recibirían su justo castigo y cualquiera se lo pensase dos veces antes de meter
la mano en la caja pública.
El sentido común dicta que, cuando un colectivo es incapaz
de desempeñar con acierto la tarea que se le ha encomendado, deje paso a otro
que esté en disposición de hacerlo.
Si esa retirada no se realiza de manera voluntaria, habría mecanismos
democráticos que la forzaran y que se lleve a cabo el necesario relevo. Ingenuamente pensamos que somos
nosotros, el pueblo, quienes decidimos qué debe hacerse y quién debe hacerlo
pero ¡Ay dolor! ¿No serán las élites económico-financieras las que deciden en
función de sus propios intereses?
En ese caso, el Bobierno (los Bobiernos), estarían cumpliendo fielmente
las directrices dictadas y lo que en realidad hay que cambiar es el sistema.
Sospechas no nos faltan e indicios tampoco.
2 comentarios:
Pero si te das cuenta,nadie quiere echarlos,porque ¿quien ocuparia su lugar?¿quien tragaria toda la mierda que hay ahora mismo?Todos meten la cabez debajo del ala y piensan,salvese el que pueda!!!
Solo nosotros, el pueblo, tememos la solución. Pero necesitamos que tanto los periodistas como los personajes públicos, relaten todos los días las verdades que los partidos políticos intentan distraer.
Publicar un comentario