Soy de la opinión que, hasta que se alcance una igualdad
real, efectiva y completa, todos los días son el Día de la Mujer. ¿De qué sirve la celebración del 8 de
marzo si, a pesar de la lucha y el esfuerzo, la situación de más de la mitad de
la población mundial, lejos de avanzar, retrocede un paso cada día?
Puede sonar tremendista pero es un hecho constatado, al
margen de la, mal llamada, “Civilización Occidental” la vida de la mujer y su
evolución social en el resto del mundo adquiere tintes dramáticos. La agresiva expansión del islamismo
radical, amparado últimamente en la frustrada Primavera Árabe, está condenando
(ha condenado) a miles de millones de mujeres a situaciones de esclavitud:
Dependencia absoluta del hombre, prohibición de relacionarse con otras
personas, aislamiento en el círculo/cárcel doméstico, realización de las tareas
más penosas, imposible acceso a la educación, papel únicamente reproductivo y
de atención a las necesidades y caprichos del hombre, terribles agresiones y
castigos inhumanos presididos por la arbitrariedad, indefensión absoluta o
anulación de su personalidad son sólo unos gruesos brochazos, a título de
ejemplo, de lo que le sucede a las tres cuartas partes de la población femenina
del mundo. ¿Y nosotros, los privilegiados, qué hacemos? Mirar para otro lado.
Nuestra modo de vida tampoco está para presumir. La involución social que sufrimos y que
discurre paralela a la económica, se está cebando con la mujer y sus derechos
de forma algo más sutil pero implacable:
Durante la crisis/estafa que nos devora, el paro femenino ha aumentado
más del doble que el masculino.
¿Son peores trabajadoras?
Al contrario, la experiencia y muchos estudios rigurosos avalan la tesis
de que, en igualdad de condiciones, la mujer desempeña su trabajo con las
mismas prestaciones que el hombre, como mínimo.
Lamentablemente, por lo abundante, ya no es noticia que una
mujer sea despedida por el hecho de quedarse embarazada. Ahora bien, el patriarcado dominante
pretende liquidar las normas de anticoncepción sobrevenida e interrupción
voluntaria del embarazo buscando un regreso de la mujer a las tareas del hogar
¿con el objetivo inconfesado de reducir el paro por esa vía? Recordemos la ley franquista que
prohibía el acceso al trabajo de la mujer casada y daremos con la respuesta a
por qué prolifera el mensaje de la caverna, que presume del “pleno empleo” en
los años del desarrollismo. Como
excusa para tener una esclava en casa es burda, como todo lo que hacen.
Menor retribución por el mismo empleo, difícil acceso a los
puestos directivos o sospechas rijosas cuando una mujer asciende en el trabajo
están a la orden del día y debemos terminar con todo ello de inmediato.
Es significativo que, la mayor parte de las religiones
(regidas desde siempre por hombres), releguen a la mujer a un segundo plano en
la escala social y amparen, promuevan o alienten la lacra de los malos tratos
basándose en atavismos conscientes.
¡Cuánto daño han hecho, hacen y seguirán haciendo a la sociedad!
La igualdad real de mujer y hombre llegará tras una
educación que no asigne roles preconcebidos a una persona en función del sexo
con el que haya nacido; la derecha ultramontana lo sabe y pretende regresar a
los oscuros tiempos de la Sección Femenina. No lo permitiremos.
Mientras tanto, la mujer merece que, todas las personas,
hombres y mujeres, trabajemos día a día, minuto a minuto, en terminar con estas
absurdas diferencias que, interesadamente, nos han inculcado como un
veneno. Tenemos el antídoto,
vayamos de la mano derrumbando muros y nos irá infinitamente mejor.
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