Días de sensaciones complicadas: un insistente sabor acre en
el paladar hace que todo lo que comamos sepa igual, mal; un molesto vacío en
las tripas se traslada a nuestras acciones con movimientos cansados y hay que
esforzarse en respirar.
La primera impresión, tras la sentencia de Estrasburgo que
anula la aplicación retroactiva de la Doctrina Parot, es parecida a un deja vu,
sabes que unos asesinos andan sueltos y, con lógica o sin ella, te preparas
mentalmente por si actúan en cualquier momento. Sabes que han cometido crímenes terribles y que, sin un
mínimo gesto de arrepentimiento, pueden volver a las andadas. Sabes que están ahí.
Pero la cabeza está para utilizarla y, analizando fríamente,
comprendemos que cada una de esas personas lleva recluida entre 20 y 25 años.
¿Tú recuerdas lo que hacías, tal día como hoy, hace 20 o 25 años? Ellos sí, estar entre rejas y ahí se
han ido los mejores años de su vida mientras nosotros vivíamos de verdad.
El maestro de ceremonias de ese circo de 3 pistas que es el
Partido Popular, José Mª Aznar, muy aficionado a pontificar desde el púlpito de
sus medios afines, señaló una vez que “en la lucha antiterrorista no existen
atajos”, pues bien, la llamada Doctrina Parot era un atajo jurídico que
aplicaba un concepto proscrito en justicia y que se aprende la primera semana
de estancia en la facultad de derecho: La NO retroactividad de las leyes.
Cada reo lo es en virtud de las leyes vigentes en el momento
de su condena y no se puede hacer trampas aplicando legislación posterior que
contemple un castigo mayor.
Eso es lo que ha juzgado y dictaminado el Tribunal de Derechos Humanos
de Estrasburgo y, cualquier juicio moral que se haga atendiendo a la identidad
de los presos cuya condena estaba en cuestión, es tratar de proyectar nuestra
frustración sobre quien solo ha hecho su trabajo y, además, lo ha hecho bien.
Comprendo, con una comprensión general y abstracta, a las
víctimas y los sentimientos que se habrán despertado en su interior tras llevar
años levemente adormecidos, trato de empatizar con ellas y, en la medida de mis
posibilidades, les muestro solidaridad y buenos deseos. Ahora bien, dentro del colectivo de
víctimas hay un grupo que ha convertido su dolorosa situación en un arma
arrojadiza al servicio de unas ideas políticas concretas. Lo lamento (o no) pero no cuenten
conmigo. El cariño que les niego a
estas lo tienen, corregido y aumentado, las víctimas olvidadas de los crímenes
franquistas, esas sí que merecen una rectificación jurídica que les haga
justicia.
Cada semana surge algo que nos hace volver la vista de lo
que, a mi juicio, nunca deberíamos retirarla: El drama absoluto del desempleo y
de las personas que, literalmente, están pasando hambre. Ahora las manifestaciones del
mercachifle Montoro, ahora las invectivas malencaradas y peor intencionadas de
Soraya S.S., la vicepresidenta trilera, ahora los golpes de guion del Sainete
Bárcenas, ahora no sé qué triunfo deportivo, … El caso es que, el alarde
tipográfico y de tiempos que se ha llevado la Doctrina Parot, debería dedicarse
sin descanso a resolver lo verdaderamente importante: la Doctrina Paro. Solo
nos sobraba una letra.
2 comentarios:
Genial entrada Fermín!. Nunca debemos de perder de vista el drama real que tratan de negarnos con miles de cortinas de humo: el paro, la pobreza severa, los niños sin comer, ESO ES EL FOCO DE NUESTRA ATENCIÓN. NO LO PERDAMOS JAMÁS DE VISTA!.
Veo muchas contradicciones, y todas políticas, en tu artículo que solo conducen a tu animadversión al partido popular, y las comparto, opino que el fallo está en nuestro sistema judicial, pero no mezclo la crisis que atravesamos con otra cosa totalmente diferente como es el terrorismo
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