Jazz: Es
posible que yo no dé el perfil de amante del jazz pero, como ocurre con casi
todas las músicas, me gusta (unos estilos mucho y otros nada); lo que no soy
capaz de asimilar es el concepto free jazz. Para un neófito consiste en un grupo de personas que saben
tocar un instrumento y, casualmente, han coincidido en el tiempo y en el
espacio sobre un escenario donde, más o menos, cada uno va a lo suyo. El espectador percibe una amalgama
inconexa de sonidos, ritmos, acordes y sensaciones que entusiasma a sus
seguidores pero desorienta al común de los mortales. En asuntos más mundanos, podría equipararse con la acción
del gobierno de Rajoy, cada uno va a los suyo (lo del acierto es secundario) y
los ciudadanos percibimos un sindiós que solo gusta a los muy fieles y en los
siquiátricos. Especial mención
merecen los solos de triángulo de Fátima Bañéz, siempre fuera de tempo pero
pésimamente ejecutados.
Honestidad y fidelidad: Son términos sobados y manoseados hasta la náusea pero, a mi
juicio, no se trata de conceptos sino de subconceptos. Y, ahora, voy y me explico. Los conceptos reales y verdaderamente
valiosos son la honradez y la lealtad y, aunque su uso los ha hecho sinónimos
sobrevenidos, la honestidad y la fidelidad no son otra cosa que la honradez y
la lealtad de cintura para abajo.
De este modo encontramos a tal o cual personaje público que hace gala de
su honestidad con todo el que le quiera escuchar; transcurrido algún tiempo, un
juez determina que, el personaje de marras, se ha levantado una buena morterada
de dineros que no eran suyos pero, su pareja, está muy satisfecha de no portar
los incómodos cuernos. La honradez
y la lealtad conciernen a lo público y la honestidad y la fidelidad a lo privado.
Búmbury: “Lamento
en mis entrañas, la ausencia inesperada de tu enrevesada blancura, que me hace
tanto bien” Debe ser agotador
vivir con una persona que te dice de esta manera que se ha terminado el papel
higiénico. Sin embargo, debo
reconocer y reconozco que ha creado escuela. Las asombrosas perífrasis empleadas por el Gobierno para
expresar conceptos tan definidos como “paro, emigración, copago, recortes,
eliminación o joderos” hacen sospechar que los años de silencio de Enrique
Búmbury obedecen a una época oscura en que se ha ganado un generoso peculio
redactando los comunicados emitidos por los diferentes ministerios. Dos años le han bastado para comprobar
que es mucho menos agotador escribir y presentar un nuevo disco que un solo
comunicado más. No me extraña.
Limpieza: Es el concepto sobrevalorado por excelencia. No existe un punto objetivo que delimite
cuando algo deja de estar limpio y está sucio, cada quien tenemos nuestro
margen de tolerancia. Es más,
resulta chocante escuchar a alguien decir “aquí huele a limpio”. Falso. Si está
limpio no olerá salvo el aroma natural que desprenda el lugar u objeto en
cuestión, si huele a algo es porque está “sucio” de la sustancia que desprenda
ese olor, da igual que sea lejía, perfume o excrementos. Con el caso de Madrid sucede algo
similar: Los empelados de limpieza
están de huelga y, para ellos, legítimamente, la suciedad no es más que una
herramienta de presión. Los
ciudadanos sufren las consecuencias de la acumulación de suciedad en las calles
y los olores que desprenden pero no dejan de bajar la basura todos los días
(entendemos que, con ese gesto, pretenden solidarizarse con los trabajadores
agravando la situación). La
alcaldesa ve una ciudad limpia donde se han instalado unas esculturas móviles, de volumen creciente, que confieren un aire cultural a la ciudad que envidian
otras capitales. Lo dicho, la
limpieza es un concepto sobrevalorado por subjetivo.
2 comentarios:
Eres genial, nada mejor que ver la vida desde tu humor. Carcajadas con lo de Bumburry.
Gracias
Buenísimo. He sonreído varias veces leyendo tu artículo, que en estos tiempos que corren no es poco...
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