martes, 29 de julio de 2014

Jaume Matas como síntoma de una enfermedad grave


Todos los medios de comunicación se han hecho eco del ingreso en la prisión del Segovia del ex ministro de Aznar y ex Presidente del Gobierno Balear, Jaume Matas pero, al margen del hecho ¿noticiable? de un delincuente que entra en la cárcel ¿qué hay alrededor de este suceso?

Viéndolo como algo aislado, podríamos concluir que, pese a lo leve de la pena y las diferentes maniobras dilatorias, la Justicia actúa; con una lentitud exasperante pero actúa.

Pero basta con retroceder unos pasos y tomar perspectiva para comprobar que este caso no es más que una pequeña, significativa pero pequeña, pieza de un puzzle de latrocinio indiscriminado al que, con algunas honrosas excepciones, han sometido a nuestro país los dirigentes que lo primero que hicieron, tras “pisar moqueta”, fue pedir las llaves de la caja.

Los costes de la obra pública hinchados hasta el infinito, las adjudicaciones a precio salvaje, las privatizaciones con inversión cero y beneficios astronómicos, la falsificación de gastos y facturas a mayor gloria de la cuenta bancaria, el expolio sin freno de las cajas de ahorros o la construcción de estructuras inútiles y edificios megalómanos han dejado las arcas del Estado en un estado de anemia comatosa del que tardaremos décadas en recuperarnos.

La nómina de imputados hasta ahora (la punta del iceberg) afecta por igual a miembros de los gobiernos central, autonómicos y locales, de todos los colores aunque, justo es señalar, parece que las ideas conservadoras llevan aparejadas un mayor “cariño” por la caja común.

Sumando lo que se conoce más lo que se sospecha, la cantidad de dinero público que ha ido a parar, distraídamente, a manos poco recomendables, podría ascender a una cifra superior al 10 % de PIB nacional.  ¡Nos han robado por encima de nuestras posibilidades!

¿Qué hacer?  El Estado tiene herramientas sobradas para investigar, señalar, acusar, juzgar y condenar a todos los que han perpetrado este trasvase de dinero público a bolsillos privados.  Por lo tanto, es imprescindible conceder una prioridad absoluta, con la independencia y los recursos necesarios para que llegue a buen fin; siendo premisa fundamental que, cada condena, lleve aparejada la devolución de lo defraudado o sustraído más los intereses que correspondan.  Este es primer paso para lograr la auténtica regeneración democrática que tanto necesitamos.

Una vez reintegrado ese dineral a la caja general, comprobaríamos que todo lo que nos han contado es mentira; no era necesario ningún recorte a nuestros servicios públicos, la revitalización económica sería inmediata y el empleo estable y de calidad se recuperaría como por ensalmo.


Nadie duda que el Estado necesita unas reformas que lo hagan más cercano, humano, democrático y eficaz pero, si no cambiamos de raíz determinados usos y costumbres enquistados en la clase dirigente, solo habremos lavado la cara del edificio y los cimientos seguirán podridos y con riesgo de derrumbe.  Y esto va para TODOS, los que han gobernado, gobiernan o tienen intenciones de gobernar.



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