sábado, 19 de julio de 2014

Maldad químicamente pura


No pertenezco a ese selecto grupo de subhumanos que justifica, jalea y celebra cada día, las espantosas atrocidades que pugnan por quién ostenta la primacía de la Maldad. 

La contumacia israelí en su empeño por exterminar al pueblo palestino, tras ocupar sus tierras y arrinconarles en un reducido territorio que, salvando las diferencias históricas y geográficas, recuerda dolorosamente al Ghetto de Varsovia.  Como hace 80 años, la comunidad internacional; perdida en un marasmo de intereses bastardos, dudosas alianzas y complicidades y un orden prioridades que sitúa las vidas humanas en las últimas posiciones; contempla inmóvil como se masacra a un pueblo entero sin reparar en las condiciones de vida, edades, derechos humanos, dolor y sufrimiento de sus víctimas.

El pueblo judío no es, en abstracto, último culpable de los crímenes de lesa humanidad que están perpetrando los dirigentes sionistas aunque, sí podría atribuirle una responsabilidad cierta en su silencio cómplice.  Me consta, porque así lo han manifestado en público y en privado, que algunos miembros de la comunidad hebrea están aterrados por la espiral sanguinaria que ha adoptado el Gobierno de Israel hasta el punto de abjurar de él pero, lamentablemente, son minoría.

La actuación (más bien, pasividad) de la ONU demuestra su transformación en una asamblea puramente funcionarial que se limita a obedecer las precisas instrucciones de los lobbys que manejan gobiernos, vidas y haciendas.  Como muestra, un botón:  Bastó la “desobedencia” de Sadam Hussein a 14 resoluciones de Naciones Unidas para que Irak fuese invadido, sometido primero y abandonado a su suerte después, con el resultado que todos conocemos.  Israel lleva décadas ignorando cientos de resoluciones de la ONU sin que nadie haya movido un dedo en su contra, al contrario, se buscan excusas para tolerar unas aberraciones que deberían haber sido juzgadas y condenadas en el fallido Tribunal Penal Internacional.

Por otro lado, un grupo de enloquecidos armados, ha derribado esta semana un avión civil, con 300 personas a bordo, que volaba entre Holanda y Malasia empleando una tecnología armamentista, de eficacia letal, que nos da una idea del desastre en todas las materias que supuso la atropellada, caótica y brutal descomposición de la Unión Soviética.  En esté caso, la comunidad internacional reaccionará con contundencia pero solo de boquilla.  Si este acto de barbarie ha sido cometido por la facción ucraniana, estará tácitamente amparado por la Unión Europea y EEUU, instigadores en la sombra del clima abiertamente bélico que se respira en la antigua república soviética.  Si ha sido la facción pro rusa, gozará de la protección de un dictador de maneras mafiosas que ha revitalizado, en una economía de capitalismo salvaje, todas las estructuras de poder de la antigua URSS para su propio beneficio.  Sea quien sea el autor, perdemos todos.


Preocupa y mucho, que cuando se conmemora el primer centenario del estallido de la 1ª Guerra Mundial, existan varios escenarios que sean potenciales detonadores de la 3ª.  

No hemos aprendido nada.

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