No pertenezco a ese selecto grupo de subhumanos que
justifica, jalea y celebra cada día, las espantosas atrocidades que pugnan por
quién ostenta la primacía de la Maldad.
La contumacia israelí en su empeño por exterminar al pueblo
palestino, tras ocupar sus tierras y arrinconarles en un reducido territorio
que, salvando las diferencias históricas y geográficas, recuerda dolorosamente
al Ghetto de Varsovia. Como hace 80
años, la comunidad internacional; perdida en un marasmo de intereses bastardos,
dudosas alianzas y complicidades y un orden prioridades que sitúa las vidas
humanas en las últimas posiciones; contempla inmóvil como se masacra a un
pueblo entero sin reparar en las condiciones de vida, edades, derechos humanos,
dolor y sufrimiento de sus víctimas.
El pueblo judío no es, en abstracto, último culpable de los
crímenes de lesa humanidad que están perpetrando los dirigentes sionistas
aunque, sí podría atribuirle una responsabilidad cierta en su silencio
cómplice. Me consta, porque así lo han
manifestado en público y en privado, que algunos miembros de la comunidad
hebrea están aterrados por la espiral sanguinaria que ha adoptado el Gobierno
de Israel hasta el punto de abjurar de él pero, lamentablemente, son minoría.
La actuación (más bien, pasividad) de la ONU demuestra su
transformación en una asamblea puramente funcionarial que se limita a obedecer
las precisas instrucciones de los lobbys que manejan gobiernos, vidas y
haciendas. Como muestra, un botón: Bastó la “desobedencia” de Sadam Hussein a
14 resoluciones de Naciones Unidas para que Irak fuese invadido, sometido
primero y abandonado a su suerte después, con el resultado que todos
conocemos. Israel lleva décadas
ignorando cientos de resoluciones de la ONU sin que nadie haya movido un dedo
en su contra, al contrario, se buscan excusas para tolerar unas aberraciones
que deberían haber sido juzgadas y condenadas en el fallido Tribunal Penal
Internacional.
Por otro lado, un grupo de enloquecidos armados, ha
derribado esta semana un avión civil, con 300 personas a bordo, que volaba
entre Holanda y Malasia empleando una tecnología armamentista, de eficacia
letal, que nos da una idea del desastre en todas las materias que supuso la
atropellada, caótica y brutal descomposición de la Unión Soviética. En esté caso, la comunidad internacional
reaccionará con contundencia pero solo de boquilla. Si este acto de barbarie ha sido cometido por la facción
ucraniana, estará tácitamente amparado por la Unión Europea y EEUU, instigadores
en la sombra del clima abiertamente bélico que se respira en la antigua
república soviética. Si ha sido la
facción pro rusa, gozará de la protección de un dictador de maneras mafiosas
que ha revitalizado, en una economía de capitalismo salvaje, todas las
estructuras de poder de la antigua URSS para su propio beneficio. Sea quien sea el autor, perdemos todos.
Preocupa y mucho, que cuando se conmemora el primer
centenario del estallido de la 1ª Guerra Mundial, existan varios escenarios que
sean potenciales detonadores de la 3ª.
No hemos aprendido nada.
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