Esto ha cambiado, la montonera de casos judiciales abiertos
por casos de corrupción se ha llevado por delante viejas prácticas, enredos más
o menos sofisticados y una abultada nómina de amigos de lo ajeno, víctimas de
sus propias limitaciones intelectuales, que les dejó anclados en un mundo
analógico donde los datos no se cruzaban y, para desvelar sus manejos, había
que emprender una tarea titánica que los decimonónicos juzgados tenían
imposible acometer. Ahora no. Cada operación que se emprende deja su
huella digital y todo el entramado arcaico se va desplomando como un castillo
de naipes, estampados en oro pero naipes al fin y al cabo.
Primera conclusión:
Es posible que a estos mangantes les preocupe el aire hediondo de
corrupción que se respira pero, lo que les tiene en ascuas de verdad, es que
les descubran. Haz lo que tengas
que hacer pero que no te pillen.
Así, igual que la revolución tecnológica ha acelerado
exponencialmente el flujo de información y su tratamiento, la legión de
expoliadores públicos lleva un tiempo intentando dar con la tecla adecuada para
ocultar, distraer o borrar su latrocinio y, de este modo, regresar al
confortable terreno de la impunidad donde se mueven a sus anchas las grandes
corporaciones financiero-delictivas que no se conforman con una comisioncilla
del 5 % sobre una obra pública sino que, directamente, emprenden estrategias
para descapitalizar y hundir países enteros, siempre a beneficio de inventario.
Segunda conclusión:
En tiempos donde estudiar una carrera, esforzarse al máximo y adquirir
una formación excepcional, no garantiza tener un futuro profesional asegurado,
la salida con más probabilidades de éxito es la ingeniería financiera.
Estudiando con detenimiento todas las medidas legislativas,
propuestas y por proponer, para atajar la corrupción rampante que devora
nuestras cuentas públicas y nuestra confianza en las instituciones, descubrimos
que abordan los modos arcaicos y sus habituales practicantes de medio pelo pero
olvidan prever, consciente ¿o inconscientemente?, un futuro, no sé si
reversible, de estados títere en manos de una cleptocracia a nivel planetario
donde solo seamos un diminuto chip en un hardware monstruoso que nos sustituirá
al más mínimo indicio de “mal funcionamiento”.
Tercera conclusión:
Según nuestra condición “animal”, la función del individuo se reduce a
nacer, crecer y reproducirse para perpetuar la especie. Para salvaguardar el crecimiento y
evolución de la raza humana nos reunimos en sociedades que fueron haciéndose
cada vez más complejas y, todo apunta a que, cuando alcancemos el cenit de la
evolución, volveremos a la implacable ley que dicta que el más fuerte devorará,
literalmente, al más débil. Solo
nos queda la esperanza del principio darwiniano por excelencia: La supervivencia del mejor adaptado.
La pregunta es ¿”Ellos” o nosotros?
3 comentarios:
Amigo Fermín, la pregunta es del millón. ¿Quien pone el cascabel al gato?
Excelente el texto de hoy
Pueden ser las tres leyes de la robótica financiera. Y cuanta razón cuando planteas la supervivencia de las especies. La selección natural es evidente. Con solo tomar a España de ejemplo, desde los grandes conquistadores hasta la más cobarde y ridícula chusmocracia actual. Tus post para devanarse él coco, impresionantes.
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