Hoy es el día.
Ante la voluntad miope y negacionista de un Gobierno que se cerró en
banda a escuchar la opinión del pueblo catalán, hoy lo hará con el pronóstico
corregido y aumentado en su contra.
Es tan cierto que se arrepienten profundamente de no haber permitido el
referéndum demandado, que habría clarificado posturas y sentado unas bases
sólidas para el diálogo, como que jamás lo reconocerán en público. Es la estrategia S.Y.N.E. (sostenella y
no enmendalla) que Rajoy y sus mariachis han convertido en un dudoso arte.
Lo cierto es que hoy las
urnas serán un termómetro de la ilusión, pero también, y confusamente
mezclados, de varios sentimientos que van, desde la expresión de una identidad
catalana íntimamente imbricada en la española, hasta el miedo a lo desconocido,
pasando por una reivindicación pura del Derecho a Decidir y, no lo olvidemos,
la respuesta reactiva a unas políticas de corte neo liberal aplicadas con saña
por los últimos gobiernos y a un desagradable tufo a corrupción generalizada que
emponzoña todo lo que toca.
Todas estas variantes están
tocadas por un denominador común: El hartazgo. La sociedad catalana tocó techo hace tiempo en su repulsión
hacia el desguace del Estado del Bienestar y los voraces efectos de la máquina
picadora de derechos ciudadanos que venimos sufriendo en todo el país y que Cataluña
ha liderado sin consideración hacia sus habitantes.
Esta respuesta, en forma de
propuesta de salida del tablero de juego, sería admirable si no fuera porque
está tocada por la actitud ventajista de un Honorable President Mas, que
desluce el adjetivo protocolario de su cargo. Ahí es donde mi admiración por el proceso empieza a tornar
en discrepancia.
Cuando llevas arraigado en
tu interior el sentimiento Internacionalista, cuesta mucho defender la creación
de otra frontera más. Habrá quien
diga que las fronteras ya no son lo que eran, que la permeabilidad de las
líneas divisorias es total y que solo sería una diferencia en materia de
autogestión. Aún así, me cuesta
aceptarlo y solo hay que echar un vistazo al sureste de Europa para ver qué
sucede con las “fronteras permeables” en cuanto una situación se escapa de lo
programado.
Con todo y con eso, me
declaro ferviente independentista de las políticas de austeridad selectiva
aplicadas con denuedo por los gobiernos español y catalán, bajo la dictatorial batuta
financiera; proclamo mi intención de separarme, de una vez por todas, de su
nefasta influencia y ayudar en la medida de mis posibilidades a construir un
Estado más justo y solidario, de corte social, donde el bienestar de sus
ciudadanos prevalezca sobre los intereses económicos de una élite dirigente que
solo nos utiliza para fertilizar su cuenta de resultados. Ahí nos encontraremos siempre.
Dicho esto, solo debo añadir
que, como individuo, no me siento legitimado para dictarle a un pueblo cómo y
dónde sentirse cómodo y, por tanto, mis convicciones democráticas están siempre
presididas por el RESPETO a las decisiones que los demás adopten respecto a sí
mismos. Aunque me duela.
2 comentarios:
El problema es que en España la internacionalidad sólo se entiende como una Españolidad Universal que empieza con el ninguneo (expresión muy española) del resto de pueblos que hay dentro de sus fronteras y que no coinciden con esa mezcla de chulapo madrileño y castellano antiguo con complementos de modernidad kitch y sazonado a gusto con gracia andaluza. La pretendida mentalidad cosmopolita española no pasa más allà de Pinto, y eso influye incluso a los más abiertos de miras de este pais. Como me dijo un avulense (de Àvila no sé si lo he escrito bien) "vivir encerrado dentro de una muralla, crea caracter, para mal obviamente"
Una anàlisi molt economicista i estatista: retallades, fronteres, Mas caca.... no has tingut en compte que potser el que està en joc és la dignitat de ser catalans i de viure en català. Volem la independència per dignitat, per dignitat!
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