domingo, 10 de enero de 2016

Un tamayazo amb barretina i set vetes











Lo que las urnas no nos dieron se corrige con la negociación”.  Esperanza Aguirre está que trina, toda la vida cazando talentos y se le escapó alguien capaz de pergeñar un eufemismo que definiera fielmente y sin disgustos lo sucedido en la Asamblea de Madrid el 10 de junio de 2003.  La creatividad catalana siempre estuvo por encima de la madrileña, quizá por eso fichó por una empresa de Barcelona.

El caso es que el pasado 27 de septiembre, las elecciones “plebiscitarias” catalanas se saldaron con un 51% de los votos a formaciones que no apostaban por la independencia y un 49% a quienes, de un modo u otro, defendían seguir adelante con el “procés”.  No es necesario repetir otra vez el reparto de escaños, baste recordar que, para un total de 135, Junts pel Sí, la candidatura constituida por CDC, ERC, otras formaciones e independientes, obtuvo 62 asientos en el Parlament.  La Candidatura d’Unitat Popular (C.U.P.) consiguió 10 pero presentaba, sobre el papel, el handicap insalvable de negar su apoyo a Artur Mas y en menor medida al representante clásico de la burguesía catalana Convergencia Democrática de Catalunya.  Al menos eso parecían manifestar sus casi 340.000 votantes.  Ahora resulta que no.

Echando cuentas, la mayoría absoluta (la mitad más uno de los escaños) se sitúa en 68, es decir, JpS necesitaba 6 más para poder formar “govern”, en teoría con Artur Mas a la cabeza. La CUP fue reacia, al menos de puertas para afuera, a ponerle los diputados que le faltaban y se soltaron el pelo con declaraciones tajantes que negaban fehacientemente esa posibilidad mientras, en el orden interno, tuvieron que “empatar” a 1.515 votos para ganar tiempo entre el sector pragmático que defendía continuar el “procés” da igual de la mano de quién y quienes eran contrarios a traicionar a sus votantes apoyando a CDC con la pinza en la nariz; al fin y al cabo el plebiscito se había perdido.  Tras un folletín de innumerables asambleas y reuniones más o menos numerosas, se decidió no apoyar a Mas y, si había que ir de nuevo a las urnas, se iba y punto (aunque aún quedaba mucho margen de negociación siempre que Mas se quitara de en medio).

A otra escala, las elecciones generales del 20 de diciembre, se habían saldado en Cataluña con una clara victoria de la “marca Podemos” (En Comú) y un descalabro de la opción CUP, que no se presentaba pero presentó una proyección dispersa de su voto que no hacía presagiar nada bueno para la repetición de los comicios, con el añadido de la defensa a ultranza de un referéndum para Cataluña planteado como prioritario por Pablo Iglesias.  Entre los dirigentes de la CUP empezó a anidar un concepto: “de perduts, al riu…”, habían de encontrar una salida airosa para apoyar a JpS y que pareciera un accidente.

Tras 5 meses de estruendosas contracciones, los montes, ayer, por fin dieron a luz un… Puigdemont.  La elección de Carles Puigdemont podrá gustar más o menos, como en todo, depende de a quién le preguntes pero, entiendo, el foco hay que ponerlo en la CUP y sus acciones inmediatas y a medio plazo:  La decisión más importante, la que da la presidencia, es la de “ceder” dos escaños a los 62 de JpS, que sumarían 64.  Alguien pensará que eso no resuelve nada porque la línea de la mayoría absoluta se sitúa en los 68. Error. Sí que resuelve porque la “mare del ous” estriba en los 8 de la CUP restantes.  Volvamos al acuerdo de investidura:  En un escenario surrealista, la CUP reconoce haber agraviado a JpS y se compromete a reparar el daño mediante las dimisiones que sean necesarias en su grupo parlamentario.  Llega el “momento conjetura”: Si dimiten los 8 que quedan y no encuentran forma humana de sustituirlos porque todos ha intervenido en las ofensas o, cosas que pasan, se suceden una serie improbable de empates en el momento de decidir quién y, hasta que esta situación no se resolviese, la mayoría absoluta quedaría artificialmente situada en 64 escaños. ¡Voilà, apareció el conejo! Que los 18 meses previstos hasta las eleccions constituents pasan en un apasionante suspiro.

No me considero nacionalista en ninguna de sus variables pero sí firmemente demócrata y considero que esta fórmula pervierte, como el tamayazo, la decisión expresada en las urnas.  Nunca me cansaré de exigir respeto a lo que los catalanes quieran para sí mismos pero el respeto empieza desde dentro.  Solo deseo que se imponga la SENSATEZ por parte de todos y desde la Generalitat y desde la Moncloa no se adopten medidas que nos lleven a escenarios dolorosos e indeseados.  Nada más y nada menos.




1 comentario:

Cirili dijo...


Som molts els que pensem que és mala manera de començar un camí independent. Així no. Per això ens vam quedar a Espanya