lunes, 1 de octubre de 2018

¿Traidor o feliz?



Me vais a mirar mal. Si no mal, al menos de forma rara; el caso es que me he desengañado de eso de lo que todo el mundo habla con grandes palabras acompañadas de gestos miserables: la Lucha.

Nací de izquierdas y me he ido haciendo rojo con los años. He frecuentado, participado colaborado y militado en partidos (en realidad solo uno) y sindicatos de clase (en realidad solo uno). Tengo la costumbre de implicarme en todas las reivindicaciones y movilizaciones que considero justas y, así en general, en todos los foros, colectivos, conciliábulos, grupos y facciones siempre se hablaba de lo mismo: de la Lucha. Hay que luchar por esto, por lo otro, sin lucha no hay victoria, si no luchamos nos pasarán por encima y un largo catálogo de ejemplos del uso de la lucha como herramienta imprescindible para la consecución de logros que, de otro modo, serían impensables. Pues me he cansado.

Un factor acompaña de forma invariable cada lucha emprendida: un líder o colectivo que lidera, diseña la estrategia, los movimientos, lo que merece la pena y lo que no, qué resultados son aceptables y cuáles intolerables y, siempre, siempre, siempre ha sucedido lo mismo: esa persona o colectivo ha salido beneficiada y los que nos hemos roto los cuernos dando la jeta, hemos quedado, en el mejor de los casos, como estábamos. Suena derrotista, lo sé, pero estoy hasta el gorro.

El mundo se va a la mierda, la ultraderecha está volviendo a sacar la cabeza del lodazal donde dormita cuando la situación no le es favorable y, lejos de preocuparles el brillo amenazante de sus afilados colmillos, las clases más desfavorecidas, las que deberían estar a nuestro lado (o nosotros al suyo, quizá), son quienes les apoyan y encumbran. Los que deberíamos ayudarles estamos muy ocupados en desilusionarles, en discutir si son galgos o son podencos, si hay que levantar más muros en no sé dónde, si los medios nos engañan (¡claro! Eso es lo que determinan sus consejos de administración) y hacernos los ofendiditos con gilipolleces, mientras la caverna va directa a lo suyo, sin distraerse un milímetro de su objetivo.

En consecuencia, he decidido que me la suda todo y voy a ser feliz. Intentaré disfrutar de la vida en la medida de mis posibilidades y pondré distancia de los líderes tóxicos que lanzan sus seudópodos, como una ameba, y fagocitan la energía, ideas y entusiasmo de todos los que están alrededor en su propio beneficio. Viajaré lo que pueda, aunque sea a la ciudad de al lado, e intentaré aprender de su gente; hablaré con todo el mundo que tenga disposición a hacerlo y dejaré en paz a quien lo desee; si puedo, echaré una mano en lo que alcance y a quien alcance y, cuando yo lo necesite, pediré ayuda; por qué no.

¿Crees que soy un derrotista? No opino lo mismo pero no te lo voy a discutir ¿Me llamas traidor a la clase trabajadora? Tus propias palabras gruesas te descalifican pero tampoco entraré al trapo. Solo sé que el mundo que conocemos que va por la alcantarilla y, lamentablemente, unos y otros hemos puesto de nuestra parte para que sea así sin remedio, de modo que te deseo que seas feliz. Yo lo intentaré con todas mis fuerzas.

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