A veces, cuando veo a Cristóbal Montoro aparecer en una
rueda de prensa institucional, no puedo evitar imaginármelo vestido con sayo,
polainas, calzas de vivos colores y un gorro coronado por cascabeles, haciendo
cabriolas, guedejas al viento, mientras hace sonar una pandereta como el
epiléptico de la Tuna. De una ágil
voltereta se sienta en la butaca asignada, abre el micro con un sonoro
papirotazo y comienza su delirante alocución: “Buenos días, el Bobierno ha
aprobado esta mañana los Presupuestos Generales del Estado para 2013: Érase una vez…”
Porque eso es lo que son las cuentas diseñadas para el
próximo ejercicio, un cuento. Pero
no es un cuento infantil, impregnado de inocencia, con un mensaje moral de
fondo; es un cuento que mezcla los conceptos de ficción, descaro y embuste a
partes iguales con la forma de un bebedizo estupefaciente que, de nuevo, trata
de adormecer la mente de quienes, confiados, lo ingieran. Llueve sobre mojado.
Nos habla de unas cifras de gasto, crecimiento, deuda y, en
suma, evolución de nuestra economía que parecen elaboradas con la calculadora
trucada que le regaló Rajoy, un 28 de diciembre, tras una generosa ingesta de
Cardhu. Y nos seduce con artes de trilero: “… y el Reino, encantado por el
sortilegio del brujo malo de León, se dispone a volver a la senda de la
recuperación tras verse obligado a sacrificar seis millones de crueles espías
vagos y desdeñosos…”
Porque nadie se ha enterado que Rajoy se juega su magro
rédito político en Galicia, su tierra; porque todos desconocen la convocatoria
electoral en el País Vasco y Cataluña o porque, en su temida Europa, todos han
olvidado la torpe maniobra electoralista del mes de marzo. Él confía en un episodio de amnesia
colectiva adocenada y complaciente pero ya son muchos los niños que, desde la
acera, gritan que el Bobierno va desnudo.
Es imposible no detenerse en algunos signos de alarma
desatados desde la elocuencia de sus silencios: El descenso de las cantidades
destinadas a cubrir las necesidades de los desempleados, cuyo número crece a un
ritmo desolador. El balbuceo
delator al afrontar la revalorización de las pensiones con el peligroso
precedente de meter la mano en la hucha de reserva de las mismas. El brindis al sol de la recuperación de
la Paga de Navidad de los trabajadores públicos, que han visto mermar sus
ingresos más de un 30 %, y que volverá a desaparecer cuando se publiquen los
verdaderos presupuestos (acompañado de la puerta, recién abierta, al despido de
trabajadores mediante EREs).
Se nos sugiere, sin ninguna sutileza, un modelo productivo
basado en el estímulo de la ludopatía que, de una parte, habilita deducciones
en al IRPF a las pérdidas en los casinos (¡Ay Eurovegas!) y, de otra, grava los
premios de lotería con un 20 % (la única manera de que Carlos Fabra pague
impuestos).
Este cuento desastroso pretende finalizar, como todos, con
un “… y fueron felices y comieron… pan y mierda” Aunque, con la subida brutal
de precios, el pan se va a poner por las nubes.
Bobierno de España, no podemos sufrir por ti.
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