sábado, 29 de septiembre de 2012

PRESUPUESTOS GENERALES DEL ESTADO ¡ÉRASE UNA VEZ…!



A veces, cuando veo a Cristóbal Montoro aparecer en una rueda de prensa institucional, no puedo evitar imaginármelo vestido con sayo, polainas, calzas de vivos colores y un gorro coronado por cascabeles, haciendo cabriolas, guedejas al viento, mientras hace sonar una pandereta como el epiléptico de la Tuna.  De una ágil voltereta se sienta en la butaca asignada, abre el micro con un sonoro papirotazo y comienza su delirante alocución: “Buenos días, el Bobierno ha aprobado esta mañana los Presupuestos Generales del Estado para 2013:  Érase una vez…

Porque eso es lo que son las cuentas diseñadas para el próximo ejercicio, un cuento.  Pero no es un cuento infantil, impregnado de inocencia, con un mensaje moral de fondo; es un cuento que mezcla los conceptos de ficción, descaro y embuste a partes iguales con la forma de un bebedizo estupefaciente que, de nuevo, trata de adormecer la mente de quienes, confiados, lo ingieran.  Llueve sobre mojado.

Nos habla de unas cifras de gasto, crecimiento, deuda y, en suma, evolución de nuestra economía que parecen elaboradas con la calculadora trucada que le regaló Rajoy, un 28 de diciembre, tras una generosa ingesta de Cardhu. Y nos seduce con artes de trilero: “… y el Reino, encantado por el sortilegio del brujo malo de León, se dispone a volver a la senda de la recuperación tras verse obligado a sacrificar seis millones de crueles espías vagos y desdeñosos…

Porque nadie se ha enterado que Rajoy se juega su magro rédito político en Galicia, su tierra; porque todos desconocen la convocatoria electoral en el País Vasco y Cataluña o porque, en su temida Europa, todos han olvidado la torpe maniobra electoralista del mes de marzo.  Él confía en un episodio de amnesia colectiva adocenada y complaciente pero ya son muchos los niños que, desde la acera, gritan que el Bobierno va desnudo.

Es imposible no detenerse en algunos signos de alarma desatados desde la elocuencia de sus silencios: El descenso de las cantidades destinadas a cubrir las necesidades de los desempleados, cuyo número crece a un ritmo desolador.  El balbuceo delator al afrontar la revalorización de las pensiones con el peligroso precedente de meter la mano en la hucha de reserva de las mismas.  El brindis al sol de la recuperación de la Paga de Navidad de los trabajadores públicos, que han visto mermar sus ingresos más de un 30 %, y que volverá a desaparecer cuando se publiquen los verdaderos presupuestos (acompañado de la puerta, recién abierta, al despido de trabajadores mediante EREs).

Se nos sugiere, sin ninguna sutileza, un modelo productivo basado en el estímulo de la ludopatía que, de una parte, habilita deducciones en al IRPF a las pérdidas en los casinos (¡Ay Eurovegas!) y, de otra, grava los premios de lotería con un 20 % (la única manera de que Carlos Fabra pague impuestos).

Este cuento desastroso pretende finalizar, como todos, con un “… y fueron felices y comieron… pan y mierda” Aunque, con la subida brutal de precios, el pan se va a poner por las nubes.

Bobierno de España, no podemos sufrir por ti.


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