Una a una, paso a paso, se confirman todas nuestras
sospechas: Tenemos un Bobierno de incapaces que se entregan con denuedo a la
ingrata labor de hacer poco y mal. Son
unos vagos que, lejos de trabajar buscando y aplicando soluciones eficaces a
los problemas reales que sufrimos, entre siestas, viajecitos, francachelas y
líos se han olvidado que su principal tarea consiste en procurar la felicidad
de sus administrados. ¿Se han olvidado o lo hacen con plena conscientcia.
Su esquema de reflexión es el del “Pensamiento del Mínimo
Esfuerzo” y, ahora que se van agotando las últimas migajas de la excusa de la
“herencia recibida” empezarán a utilizar la de la “obediencia debida”, como si
lo viera. El caso es ir a lo fácil.
Tras recortar el Estado del Bienestar hasta convertirlo en
el Estado del Sobrevivir, dicen que no hay dinero en la caja y fusilan al
amanecer a las personas dependientes con armas de destrucción masiva cargadas
de abandono y olvido. Han debido
pensar: No son muchas, no meten mucho
ruido, cuestan un dineral y, probablemente, ni siquiera voten al PP. ¡Al limbo con ellas...!
Vuelven a poner el foco del despilfarro en los trabajadores
públicos y, sibilinamente, les acusan de ser el agujero por donde se escapan
los euros a chorro. Veamos:
Entre ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas y
gobierno central son decenas de miles los asesores que pululan contratados a
dedo caprichoso. El dinero público que
percibe cada uno de ellos da para abonar el salario de 3 trabajadores
productivos; no se les conoce actividad
alguna fuera de fontanería de partido, comisariado político, acomodo
familiar o compensación por servicios
prestados; su horario es inexistente y, como en algún ejemplo conocido, les
pagan con nuestro dinero para que se vayan a Cuba a realizar con torpeza
misiones inconfesables. Prescindan de
estos parásitos y encontrarán ese dinero que tanta falta hace para ayudar a las
personas dependientes y no tocar a los pensionistas.
Existen también decenas de miles de pequeñas asociaciones
que, a cambio de una pequeña subvención y un ingente trabajo voluntario,
prestan un gran servicio a la sociedad en aspectos donde la administración, por
su propio funcionamiento esclerotizado, no puede llegar: Salud, cultura, defensa del consumidor,
etc. En este último ejercicio han visto
reducir a la mínima expresión o, directamente, desaparecer la magra aportación
pública que recibían y, de manera imperceptible, nuestro tejido social está
colapsando sin que nadie mueva un dedo por evitarlo. Disfrutábamos de unas entidades ciudadanas enriquecedoras en el
ámbito relacional, humano, solidario y asistencial que se están viniendo abajo
y, paradójicamente, le ahorran mucho dinero al Estado. Verdaderamente, una sociedad cohesionada no
interesa. Cuanto más divididos, mejor
para sus intereses.
Nos dicen que, desde fuera, les ordenan reducir el
gasto. Supongamos que fuera
cierto. Eliminen asesores políticos y
obtendrán un balón de oxígeno. Reduzcan
a un nivel “humano” las retribuciones de los dirigentes de las entidades
financieras rescatadas con nuestro dinero y, los beneficios que vayan
obteniendo, dedíquense a nutrir las arcas del Estado. Legislen para que los casos de corrupción reciban siempre la condena
a devolver lo ilegalmente recibido, más el preceptivo embargo de todos sus
bienes. Eliminen las obscenas dietas
que perciben los cargos públicos por el ejercicio de sus obligaciones. Rescaten los más de 10.000 millones anuales
que, por tantos conceptos, recibe una entidad privada como la Iglesia Católica
y, con toda seguridad, sobrará dinero.
Trabajen un poco y, si puede ser y por una vez, en beneficio
de sus administrados. Si no lo hacen,
las consecuencias no serán agradables.
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