sábado, 4 de mayo de 2013

Pensamiento del Mínimo Esfuerzo. Bobierno de España




Una a una, paso a paso, se confirman todas nuestras sospechas: Tenemos un Bobierno de incapaces que se entregan con denuedo a la ingrata labor de hacer poco y mal.  Son unos vagos que, lejos de trabajar buscando y aplicando soluciones eficaces a los problemas reales que sufrimos, entre siestas, viajecitos, francachelas y líos se han olvidado que su principal tarea consiste en procurar la felicidad de sus administrados. ¿Se han olvidado o lo hacen con plena conscientcia.

Su esquema de reflexión es el del “Pensamiento del Mínimo Esfuerzo” y, ahora que se van agotando las últimas migajas de la excusa de la “herencia recibida” empezarán a utilizar la de la “obediencia debida”, como si lo viera.  El caso es ir a lo fácil.

Tras recortar el Estado del Bienestar hasta convertirlo en el Estado del Sobrevivir, dicen que no hay dinero en la caja y fusilan al amanecer a las personas dependientes con armas de destrucción masiva cargadas de abandono y olvido.  Han debido pensar:  No son muchas, no meten mucho ruido, cuestan un dineral y, probablemente, ni siquiera voten al PP.  ¡Al limbo con ellas...!

Vuelven a poner el foco del despilfarro en los trabajadores públicos y, sibilinamente, les acusan de ser el agujero por donde se escapan los euros a chorro.  Veamos:

Entre ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas y gobierno central son decenas de miles los asesores que pululan contratados a dedo caprichoso.  El dinero público que percibe cada uno de ellos da para abonar el salario de 3 trabajadores productivos;  no se les conoce actividad alguna fuera de fontanería de partido, comisariado político, acomodo familiar  o compensación por servicios prestados; su horario es inexistente y, como en algún ejemplo conocido, les pagan con nuestro dinero para que se vayan a Cuba a realizar con torpeza misiones inconfesables.  Prescindan de estos parásitos y encontrarán ese dinero que tanta falta hace para ayudar a las personas dependientes y no tocar a los pensionistas.

Existen también decenas de miles de pequeñas asociaciones que, a cambio de una pequeña subvención y un ingente trabajo voluntario, prestan un gran servicio a la sociedad en aspectos donde la administración, por su propio funcionamiento esclerotizado, no puede llegar:  Salud, cultura, defensa del consumidor, etc.  En este último ejercicio han visto reducir a la mínima expresión o, directamente, desaparecer la magra aportación pública que recibían y, de manera imperceptible, nuestro tejido social está colapsando sin que nadie mueva un dedo por evitarlo.  Disfrutábamos de unas entidades ciudadanas enriquecedoras en el ámbito relacional, humano, solidario y asistencial que se están viniendo abajo y, paradójicamente, le ahorran mucho dinero al Estado.  Verdaderamente, una sociedad cohesionada no interesa.  Cuanto más divididos, mejor para sus intereses.

Nos dicen que, desde fuera, les ordenan reducir el gasto.  Supongamos que fuera cierto.  Eliminen asesores políticos y obtendrán un balón de oxígeno.  Reduzcan a un nivel “humano” las retribuciones de los dirigentes de las entidades financieras rescatadas con nuestro dinero y, los beneficios que vayan obteniendo, dedíquense a nutrir las arcas del Estado.  Legislen para que los casos de corrupción reciban siempre la condena a devolver lo ilegalmente recibido, más el preceptivo embargo de todos sus bienes.  Eliminen las obscenas dietas que perciben los cargos públicos por el ejercicio de sus obligaciones.  Rescaten los más de 10.000 millones anuales que, por tantos conceptos, recibe una entidad privada como la Iglesia Católica y, con toda seguridad, sobrará dinero.

Trabajen un poco y, si puede ser y por una vez, en beneficio de sus administrados.  Si no lo hacen, las consecuencias no serán agradables.


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