domingo, 23 de noviembre de 2014

¡Abandonad toda esperanza…!


No sé lo que está ocurriendo.  A nuestro alrededor todo parece pudrirse a gran velocidad y, como si de un agujero negro se tratase, nada es capaz de escapar de él.  Estamos asesinando el planeta que nos soporta en una espiral sin freno de absurdo “progreso”, solo consistente en crear necesidades que no existen, satisfacerlas inundando el mercado de productos prescindibles y, para producirlos a escala global, consumir una cifra ingente de recursos que serían muy necesarios para procurar una supervivencia digna a las tres cuartas partes de la población mundial que lo está pasando muy mal.  Objetivo:  Ganar cuanto más dinero mejor para, con él, adquirir Poder.

Lo que sucede a escala global es perfectamente aplicable al ámbito nacional:  Los recursos en manos del Estado solo sirven para que los ciudadanos disfruten de una aceptable calidad de vida y unos servicios públicos que cubran cualquier contingencia vital.  Esa situación es inaceptable para los capataces que los “Amos Planetarios” han colocado para defender sus intereses y, siguiendo precisas instrucciones, están haciendo un gran trabajo para revertir la situación y dejarnos a la intemperie porque, en ese escenario tan vulnerable, seremos más sumisos y acataremos sin dudar cualquier orden que nos llegue, aunque nos aboque a una muerte segura.

Así, los que deberían velar por nuestro bienestar nos roban a manos llenas.  Los que se autoproclaman garantes de la estabilidad espiritual, la moralidad y al respeto al prójimo, desdeñan y condenan cualquier opinión distinta, la criminalizan y silencian con métodos que creíamos desterrados para siempre y nos bombardean con mensajes unidireccionales y reiterativos que adormecen el cerebro hasta dejarlo en un órgano prescindible que solo responde a instintos primarios.

Son tiempos abonados a la proliferación de “vendedores de crecepelo” que, con estudios de mercado en la mano, dicen lo que la gente necesita escuchar, midiendo las palabras con precisión quirúrgica pero, bajo la superficie colorista, lustrosa y reluciente, no hay otra cosa que la misma ambición desmedida y ansia de poder indisimulada para, una vez conseguido, atenuar la virulencia del mensaje y volver a transitar por el trayecto ya conocido.

Parece que estamos en un momento sin solución posible:  Estamos en medio de la carretera huyendo de los asesinos que nos persiguen hace tiempo y, de golpe, frenamos en seco deslumbrados por las potentes luces de un vehículo que viene de frente a gran velocidad.  ¿Nos ejecutarán los unos o nos atropellarán los otros?  Parece que no hay alternativa pero sí la hay.


Pocos  hemos reparado en ello pero, junto a la carretera, hay un camino más incómodo de transitar pero sin tráfico peligroso y que conduce al destino buscado.  Los unos y los otros lo critican por trabajoso, por inadecuado para las grandes velocidades o, incluso, por antiguo pero, o nos ponemos rápidamente a transitar por esa vereda clásica o nos atropellarán y encima tendremos toda la culpa.


2 comentarios:

Javier Marcos Angulo dijo...

Gran reflexión amigo Fermín. Certera y clarividente.
Un abrazo

Antonio Novo Medinilla dijo...

Perfecta fotografía de una realidad, que desgraciadamente nos ha tocado vivir y sufrir de lleno. Un post para enmarcar.