No sé lo que está ocurriendo. A nuestro alrededor todo parece pudrirse a gran velocidad y,
como si de un agujero negro se tratase, nada es capaz de escapar de él. Estamos asesinando el planeta que nos
soporta en una espiral sin freno de absurdo “progreso”, solo consistente en
crear necesidades que no existen, satisfacerlas inundando el mercado de
productos prescindibles y, para producirlos a escala global, consumir una cifra
ingente de recursos que serían muy necesarios para procurar una supervivencia digna
a las tres cuartas partes de la población mundial que lo está pasando muy
mal. Objetivo: Ganar cuanto más dinero mejor para, con
él, adquirir Poder.
Lo que sucede a escala global es perfectamente aplicable al
ámbito nacional: Los recursos en
manos del Estado solo sirven para que los ciudadanos disfruten de una aceptable
calidad de vida y unos servicios públicos que cubran cualquier contingencia
vital. Esa situación es
inaceptable para los capataces que los “Amos Planetarios” han colocado para
defender sus intereses y, siguiendo precisas instrucciones, están haciendo un
gran trabajo para revertir la situación y dejarnos a la intemperie porque, en
ese escenario tan vulnerable, seremos más sumisos y acataremos sin dudar
cualquier orden que nos llegue, aunque nos aboque a una muerte segura.
Así, los que deberían velar por nuestro bienestar nos roban
a manos llenas. Los que se
autoproclaman garantes de la estabilidad espiritual, la moralidad y al respeto
al prójimo, desdeñan y condenan cualquier opinión distinta, la criminalizan y
silencian con métodos que creíamos desterrados para siempre y nos bombardean
con mensajes unidireccionales y reiterativos que adormecen el cerebro hasta
dejarlo en un órgano prescindible que solo responde a instintos primarios.
Son tiempos abonados a la proliferación de “vendedores de
crecepelo” que, con estudios de mercado en la mano, dicen lo que la gente
necesita escuchar, midiendo las palabras con precisión quirúrgica pero, bajo la
superficie colorista, lustrosa y reluciente, no hay otra cosa que la misma
ambición desmedida y ansia de poder indisimulada para, una vez conseguido,
atenuar la virulencia del mensaje y volver a transitar por el trayecto ya
conocido.
Parece que estamos en un momento sin solución posible: Estamos en medio de la carretera
huyendo de los asesinos que nos persiguen hace tiempo y, de golpe, frenamos en
seco deslumbrados por las potentes luces de un vehículo que viene de frente a
gran velocidad. ¿Nos ejecutarán
los unos o nos atropellarán los otros?
Parece que no hay alternativa pero sí la hay.
Pocos hemos
reparado en ello pero, junto a la carretera, hay un camino más incómodo de
transitar pero sin tráfico peligroso y que conduce al destino buscado. Los unos y los otros lo critican por
trabajoso, por inadecuado para las grandes velocidades o, incluso, por antiguo
pero, o nos ponemos rápidamente a transitar por esa vereda clásica o nos
atropellarán y encima tendremos toda la culpa.
2 comentarios:
Gran reflexión amigo Fermín. Certera y clarividente.
Un abrazo
Perfecta fotografía de una realidad, que desgraciadamente nos ha tocado vivir y sufrir de lleno. Un post para enmarcar.
Publicar un comentario