domingo, 8 de febrero de 2015

La Gala de los Goya


La gran fiesta del cine español, que ha llegado a su XXIX edición, ha ido ganando seguridad en sí misma con el paso de los años.  Baste decir que, en las cinco primeras ediciones, se llamaban “Premios Doña Gregoria” pero fueron cogiendo confianza con el paso de los años hasta llegar a ese cercano y cómplice “Premios Goya”.  Así pasa, se empieza colegueando con el nombre de la gala y se termina con el “¿te puedo tutear? Hola Nacho…”.

Para comenzar, es de justicia conceder un Goya generalizado a todos los asistentes a la gala; pero, sobre todo a las mujeres que fueron llegando esclavizadas por su imagen, con menos gramos de ropa que temperatura en la calle; por su magnífica interpretación al no tiritar ni una sola vez ni caer en el dulce letargo de la congelación.  ¡Chapeau!  Propongo que, para futuras ediciones, busquen un esponsor que fabrique mantas, abrigos o prendas térmicas que hagan más llevadero el doloroso e incomprensible trance de la alfombra ¿roja?.

El sentir generalizado del espectador coincide en criticar la larga duración de la gala (¿por qué se llama gala si no es francesa?) pero solo unos pocos elegidos conocemos que, a la duración original prevista, se le añadió un 21 % del IVA (Impuesto sobre el Valor Alargado) para tener contento al Ministro de Hacienda.  ¿te puedo tutear?  Hola Cris.

Me descubro ante Dani Rovira, un tipo que demuestra que se puede ser buen profesional sin dejar de ser llanote, simpático y, por momentos, chispeante.  Desde el arranque de su actuación, un sutil “Zas, en toda la boca” a Hola Cris, con las cifras del negocio cinematográfico en el ejercicio 2014, sus sorpresivos pero dignos pasos de claqué, hasta la deseada finalización.  Lo hace bien hasta cuando se equivoca y eso es algo que muchos deberían aprender.  ¿Te puedo tutear?  Ya sabes Mari.

Respecto a los galardones, pocas sorpresas:  Triunfó “La Isla Mínima” en todas las categorías que se lo propuso, en total 10, y dejó una aceptable película, “El Niño” aceptando la Pedrea con resignación.  En el capítulo de interpretaciones destacan, quizá, los tres Goya para “Ocho Apellidos Vascos” a Karra Elejalde, por hacer de sí mismo; a mi casi vecina, Carmen Machi, que es capaz de interpretar hasta los pensamientos de Fátima Báñez (perdón, hola Fati) y a Dani Rovira por caer bien a todo el mundo.  En los demás, acertaron las quinielas.

Con Antonio Banderas siempre he tenido un problema, no sé si me gusta o no y no sé si me cae bien o no pero nos regaló un discurso muy apreciable con una estructura concéntrica que fue in crescendo hasta su apoteosis emotiva final, nada que objetar salvo la tutela, varios pasos detrás , de Il capo di tutti le capi, Pedro Almodóvar, cuya presencia planeó por todo el acto con miradas de aprobación o gestos de “eso no lo haría yo así” y que empezó confinando en un “corralito” al ministro Wert (Ya, Nacho para todos), al señalar que “esto no es para ti”.

En resumen, nunca había visto los Goya y ayer me atreví atraído por la curiosidad de ver a Dani Rovira.  No me decepcionó y, si bajan el IVA y con él la duración de la gala, es probable que repita.

Un pueblo sin cultura solo es un vegetal que, cuando ha dado su fruto, se corta y sustituye por otro.  Defiende la Cultura. ¿Vamos al cine?


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