Ayer vivimos lo que, con su clarividencia y agudeza
habitual, la gran Maruja Torres definió como la versión laica del Sábado de
Gloria. Buena parte de los
ayuntamientos españoles experimentaron un vuelco hacia gobiernos con abierto
espíritu democrático, participativo y transparente con una gran carga social en
sus propuestas. Tras un mínimo de
cuatro años oscuros, respirando pesadamente un aire turbio y viciado, se
abrieron puertas y ventanas y pudimos, por fin, llenar los pulmones de oxígeno
reparador. Bienvenida sea la
alegría como motor revolucionario.
Se dice y con razón que, en política, todo lo que no sea
avanzar es retroceder y, bien por acciones regresivas o pasividad indolente, la
salud democrática de nuestros ayuntamientos y comunidades ha vuelto atrás hasta
escenarios de hace décadas que creíamos felizmente superados. Pongámonos las pilas porque hay mucho
trabajo por hacer.
La organización municipal, con las lógicas adaptaciones
cosméticas y tecnológicas, es básicamente la misma que se implantó en tiempos
del Imperio Romano y está regida por un monstruo de Frankenstein legislativo
denominado Ley Reguladora de Bases de Régimen Local (LRBRL), que pide a voces
una renovación que sin duda se producirá cuando, en unos meses, estos vientos
de cambio democrático profundo que nos mueven se instalen en el Gobierno
Central. No obstante, se pueden hacer muchas cosas.
Con ánimo exclusivamente colaborador, cometeré la osadía de
sugerir una serie de 10 medidas que sería interesante tener en consideración a la hora de empezar
a trabajar:
1.- Planificación.
Es necesario conocer con precisión qué se quiere hacer, cómo quiere
llevarse a cabo, cuándo realizar cada acción y de qué recursos se dispone para
ello. Todo lo que no sea así,
supone caer en la improvisación y, como consecuencia, descoordinación,
tropiezos evitables y errores de bulto.
2.- Equilibrio.
Sin dudar de la capacitación de todos y cada uno de los regidores
elegidos, es imprescindible que asuman sus responsabilidades con espíritu
abierto y democrático, dejando de lado las tentaciones autoritarias pero sin perder de vista la hoja de ruta y los objetivos a conseguir.
3.- Confianza.
Durante muchos años, la sombra alargada de los “cargos de confianza”,
comisarios políticos en su mayoría salvo honrosas excepciones, ha ejercido el
papel de “brazo armado” del político de turno dentro de la organización
municipal. Los trabajadores
públicos gozan de una envidiable preparación, conocen el terreno y saben cómo
abordar una tarea con eficiencia, basta con reunirles, decirles qué objetivos
se persiguen, otorgarles libertad de movimientos y, lógicamente, asumir sus
responsabilidades en los aciertos y en los fracasos, que también los habrá.
4.- Participación.
Salvo en las actuaciones de ámbito administrativo, todas las actuaciones
municipales son susceptibles de llevarse a cabo con la participación
vecinal. Supone multiplicar el
volumen de trabajo para, en muchas ocasiones, llegar al mismo resultado que sin
ella pero es una tentación que hay que evitar. Habrá una parte de la ciudadanía con ánimo de colaborar,
proponer y actuar y otra que no quiera hacerlo, no pasa nada, la NO
participación es otro modo de participar y hay que respetarla. Descubriremos el “valor añadido” y la
riqueza que supone trabajar de la mano ciudadana, vivirán cada logro como
propio y este “empoderamiento” redundará en salud democrática y satisfacción
del trabajo bien hecho.
5.- Trasparencia. Además de poner a disposición de todo el mundo qué, cómo,
cuándo, por qué y cuánto se ha hecho y los recursos empleados, se impone la
“rendición de cuentas” como un instrumento imprescindible de una administración
sana. Convendría cerrar cada
ejercicio con un Informe de Gestión exhaustivo y un resumen general al final del
mandato para evitar caer en ese oscurantismo tan denostado, encontrar sorpresas
desagradables en los cajones y desmontar falacias, rumorología malintencionada
y sospechas de todo pelaje.
6.- Lo Social.
De toda la vida, la gestión municipal se ha dividido en los que
“consiguen recursos” y los que “consumen recursos”, con incomprensibles
enfrentamientos entre ellos. Toda
administración que se precie debe tener claro que su único fin es mejorar la
calidad de vida de la gente y, la municipal, como faceta más cercana al
ciudadano, con más motivo. La
crisis se ha llevado por delante la ilusión, el horizonte vital y el bienestar
básico de buena parte de nuestros convecinos. Sin descuidar el interés general; la atención, la ayuda, el
soporte y la promoción de proyectos deben ir encaminadas a mejorar la situación
del sector más desfavorecido de la sociedad. A largo plazo, todos saldremos beneficiados. Una administración, por definición, no
persigue cuentas de resultados sino Calidad de Vida.
7.- Escrúpulos.
El dinero de una administración municipal es escaso y, por lo tanto, muy
valioso. Todos los gastos deben
acometerse con criterios de austeridad en lo interno y generosidad en lo
necesario. Así, los gastos prescindibles
(representación, gabelas, caprichos estéticos, coche oficial, viajes, etc.) deben
reducirse a la mínima expresión, liberando recursos para cubrir otras
necesidades, estas sí, de obligado cumplimiento.
8.- Lo Público.
A pesar de las voces interesadas, la gestión pública bien hecha ha
demostrado sobradamente ser más eficaz y eficiente que la privada. La tendencia a privatizar o
externalizar servicios públicos solo ha sido buena para los bolsillos de los
adjudicatarios. Es más, si una
empresa privada presta un servicio público no lo hace por generosidad, sino por
el lógico afán de ganar dinero (son empresas, no ONGs). Si ese servicio se desarrolla desde el
ámbito público, a igualdad de eficacia, el beneficio empresarial no abonado,
redundará en beneficio del propio municipio.
9.- Recuperación.
Como extensión de la defensa de lo Público, se impone recuperar a su
vencimiento todos los servicios privatizados (hacerlo antes supondrá unas
penalizaciones gravosas para las magras arcas municipales). Existe un ente, la empresa municipal,
poco y mal explotado, que puede resolver muchos de los problemas de gestión de
la administración directa con la ventaja de revertir los hipotéticos beneficios
a la propia administración.
10.- Generosidad.
Un pueblo o una ciudad están habitados por las personas que han votado
la opción que gobierna y los que no lo han hecho. Desde la administración debe actuarse para todos por igual,
sin perder de vista los objetivos a conseguir. Los planteamientos sectarios solo conseguirán repetir los
esquemas que se deben corregir. No
hay mejor fórmula para desarmar al adversario que la fuerza incontestable de
los argumentos.
Me consta que, la inmensa mayoría de las nuevas
corporaciones que ayer tomaron posesión, tienen muy presente este decálogo pero
entiendo que un recordatorio nunca está de más.
2 comentarios:
Gracias compañero por sintetizar las tareas prioritarias, no solo valdría para los cargos electos sino también para los electores que tendremos que vigilarles y ayudarles para que se cumplan al menos estos mínimos preceptos de higiene y salud democrática.
Extraordinario decálogo, Fermín. Siempre acertado en tus reflexiones. Confío en que los nuevos gobernantes lo tengan en cuenta. Será la manera de que sigan siendo nuevos, pues les seguiremos votando.
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